Los negacionistas climáticos atentan contra un acuerdo en la Cumbre de Katovice
Eduardo Camin|
La Cumbre del Clima que se extenderá hasta el 14 de diciembre en Katowice (Polonia), será sede de reuniones y complejas negociaciones para implementar el Acuerdo de París de 2015, que insta a frenar el calentamiento global recortando de forma drástica las emisiones contaminantes. Pero tiene en contra el negacionismo político y climático de las derechas a nivel europeo y latinoamericano.
La cumbre se realiza en el marco de un escenario político internacional muy preocupante: al ascenso a la presidencia de Estados Unidos del negacionista climático Donald Trump, se une ahora, en Brasil el triunfo de Jair Bolsonaro, quien ha asegurado que el cambio climático es una “conspiración marxista”.
Sus agendas políticas xenófobas y contrarias a los derechos humanos, coinciden también en ser negacionistas del cambio climático. Se trata de dos países clave e imprescindibles para que la agenda climática sea efectiva, por lo que las políticas globales para frenar el cambio climático se están viendo muy gravemente mermadas por el ascenso del negacionismo político, señala el experto Juan López de Uralde.
La política no está ayudando a defender el clima. El avance de la extrema derecha global se está cebando con las políticas de defensa ambiental. Hace unos días Donald Trump respondía a un informe de la Casa Blanca sobre el impacto del cambio climático en su país con un breve “no me lo creo”.
De todas formas, la negociación internacional debe seguir y la presión ciudadana también. Nada debiera impedir los avances en la Cumbre de Katowize porque ya no hay tiempo para más retrasos. Y si bien se considera la COP24, como la cumbre más importante desde la de París, las ausencias de grandes líderes mundiales durante su inauguración restó brillo a una cita que aborda amenazas planetarias que no entienden de problemas de agenda.
La COP24 debe impulsar todo el potencial del Acuerdo de París con la finalización de su programa de trabajo, que posibilite poner en marcha las directrices de implementación práctica necesarias para aplicar el acuerdo histórico que pretende limitar el calentamiento global por debajo de los 2 °C este siglo.
El programa de trabajo debe facilitar un método para hacer un seguimiento de los avances y garantizar la transparencia de la acción por el clima.
A principios de octubre, el informe emitido por el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático desveló que el planeta ya está sufriendo las consecuencias del calentamiento global de 1 °C.
Las condiciones meteorológicas son más extremas, ha aumentado el nivel del mar y se han reducido los casquetes glaciares del Ártico, entre otros cambios. Cualquier pequeño aumento del calentamiento supone riesgos cada vez mayores. Limitar el calentamiento a 1,5 °C en lugar de en 2 °C presenta claras ventajas: la exposición de 420 millones de personas menos a olas de calor intensas, la supervivencia de algunos arrecifes de coral tropicales, la pérdida de menos especies de flora y fauna, y la protección de los hábitats de bosques y humedales, señaló el informe.
En septiembre de 2019, el Secretario General de las Naciones Unidas, António Guterres, convocará una Cumbre sobre el Clima para movilizar los esfuerzos económicos y políticos al más alto nivel posible a fin de reforzar la acción por el clima y la ambición a nivel mundial. Y aunque se logren todos los compromisos asumidos por los países en el Acuerdo de París, el mundo se dirige hacia un aumento de la temperatura de más de 3 °C en este siglo.
Antes del plazo límite establecido en 2020 para que los países reafirmen su compromiso en sus planes nacionales sobre el clima, la Cumbre se enfocará hacia iniciativas prácticas que limiten las emisiones y desarrollen una mayor resiliencia frente al cambio climático. Se centrará en seis áreas: la transición de energía, la financiación de la lucha contra el cambio climático y la tarificación del carbono, la transición de la industria, las soluciones basadas en la naturaleza, la acción local y de ciudades, y la resiliencia.
Durante la inauguración, todos los intervinieres hicieron hincapié en la importancia de dar pasos decisivos contra el cambio climático, y el secretario general de la ONU exhortó a gobiernos e inversores a apostar “por la economía verde, no por el gris de la economía carbonizada”. El presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, señaló que su país fijará metas más ambiciosas en reducción de emisiones y, así, se propone reducir un 37% los niveles actuales para 2030 y llegar en 2050 a rebajarlas en al menos un 90%.
Guterres recordó a los delegados presentes que hay que “movilizar cuanto antes recursos para mitigar el avance del cambio climático”, e hizo énfasis en numerosas ocasiones en la “oportunidad económica que supone la transición a un modelo económico respetuoso con el medio ambiente”. “No estamos haciendo lo suficiente para capitalizar las enormes oportunidades sociales, económicas y ambientales que supone la acción climática”, afirmó Guterres.
Más reacio a este salto se mostró el presidente del país anfitrión, Andrzej Duda, quien en su línea mantuvo un discurso más ambiguo en el que abogó por la lucha contra el cambio climático aunque sin que eso suponga limitar la soberanía nacional de cada país y su disposición sobre sus propios recursos energéticos.
Polonia aún depende en un 80% del carbón para producir su energía, pero pretende reducir su peso al 60% para 2030 y al 30% para 2040, tomando como referencia los niveles de 1990, gracias a una política energética basada en la energía nuclear (con la conexión a la red en 2033 de la primera de las seis plantas previstas) y fuentes renovables.
Polonia y el efecto invernadero
A solo dos horas en coche de Katowice, la ciudad polaca en la que se celebra desde este domingo y hasta el 14 de diciembre la 24ª cumbre del clima de la ONU (COP24), está la central térmica de Belchatow, una gigantesca planta que genera electricidad a partir de la quema de carbón. La central tiene el cuestionable honor de encabezar el listado de fábricas y plantas en toda la UE que más gases de efecto invernadero expulsan y contaminan la atmósfera.
Según los datos del inventario del sistema europeo de comercio de derechos de emisiones, en 2017 generó 37,6 millones de toneladas de CO2 equivalente (la unidad de medida que se emplea para los gases de efecto invernadero). Es decir, las chimeneas de esta planta expulsaron en 2017 casi los mismos gases que Lituania y Estonia juntas.
Polonia, que ya ha organizado antes dos cumbres del clima, es el bastión del carbón en Europa; tanto en su uso para generar electricidad como por su potente sector minero. Casi la mitad de los trabajadores del sector del carbón de Europa están en Polonia (supone más de 110.000 empleos), y su gobierno está muy interesado en que la cumbre de este año tenga un espacio para la llamada “transición justa” de los trabajadores que se queden sin empleo en el proceso de descarbonización.
*Periodista uruguayo, miembro de la Asociación de Corresponsales de prensa de la ONU. Redactor Jefe Internacional del Hebdolatino en Ginebra. Asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)