Los fedecamaristas se hacen pasar por fedecamaradas: Algo muy raro está pasando
Clodovaldo Hernández
En tiempos de la IV República, una frase muy socorrida por los políticos era: “Las gallinas están cantando como gallos”, pronunciada con un retintín machista, claro, pues la gallina tenía (y sigue teniendo) una connotación de cobardía que se vincula –de una forma muy difamatoria- a su condición de hembra.
En estos días hemos recordado la expresión, ya en desuso, al ver, oír y leer a la dirigencia de Fedecámaras abogando por aumentos salariales en dólares.
“¡Algo muy raro está pasando!”, me alertó Domingo Icod, hermeneuta político, quien en un pasado ya remoto fue delegado sindical y debió lidiar con patronos de varias calañas. “Primero se da aquello del camello pasando por el ojo de una aguja, que Fedecámaras interesada honestamente en el bienestar de los trabajadores”, dijo.
Bueno, es evidente que Domingo es un hombre de poca fe, al menos en lo que se refiere a las intenciones de redención social del empresariado, de lo cual no se le puede culpar porque estos capitalistas (sobre todo los grandes, los que están en las bien llamadas cúpulas gremiales) cuando no la hacen a la entrada, la hacen a la salida y así ha quedado demostrado en los últimos veinte años de golpes de Estado, paros patronales, guerras económicas, especulación desatada y gobiernillos paralelos.
También era muy del gusto de adecos, copeyanos, masistas y derivados el advertir que “los venados están corriendo detrás de los perros”, otra expresión referida a situaciones absurdas porque lo que ocurre normalmente es que los canes de caza persiguen a las presas de los cazadores para que estos puedan dispararles y luego ufanarse de su gran puntería.
En fin, que los señores propietarios del capital, luego de una vida entera tratando de pagar menos y exprimir sin piedad a obreros y empleados, asumen ahora la voz de los explotados, en un gesto más sospechoso que sonrisa de alcabala.
Los empresarios de alto coturno saben perfectamente cuál es la realidad económica del país. Tienen los datos precisos acerca de los ingresos y egresos del Estado venezolano en estos tiempos de bloqueo y medidas coercitivas unilaterales. Entienden que los números no dan para esa clase de aumentos que deben abarcar a una nómina de millones de trabajadores activos y pensionados. ¿Entonces, por qué los proponen?
Hay varias respuestas hipotéticas a esta pregunta. Una de ellas es que, cansados ya de estrellarse contra la misma pared, han resuelto dejar de hacerle coro al ala pirómana de la oposición y montarse en un discurso social que les lave la imagen de especuladores y chupasangres. Al aparecer como si respaldaran luchas populares reales, entre ellas la de los docentes del sector público, pretenden borrar todos estos años de guerra económica feroz contra los más pobres.
Otros analistas van más allá. Dicen que los fedecamaristas se hacen pasar por fedecamaradas porque quieren rematar su larga campaña contra la moneda nacional al promover, con supuestas buenas intenciones, la definitiva dolarización del país. Esas ofertas de pagar salarios en divisas estadounidenses son, según esta visión, la carnada de un anzuelo muy afilado y envenenado.
Al poner sobre la mesa la idea de que el Ejecutivo podría decretar un aumento salarial en dólares, justifican además sus propios incrementos de precios “preventivos” y aumentan el afán de todos los actores económicos por convertir en divisas hasta el último bolívar que les caiga en el bolsillo.
Detrás de las “progresistas” propuestas de la cúpula empresarial yace también uno de sus más antiguos sueños húmedos: desmontar por completo la regulación laboral, en especial en lo que se refiere a la forma de cálculo de las prestaciones sociales.
Ya una vez lo lograron, de la mano de Teodoro Petkoff, un insigne exguerillero y pensador socialista convertido primero al neoliberalismo y luego al periodismo contrarrevolucionario [pero ese es otro tema].
En aquella oportunidad, a cambio del régimen favorable de prestaciones sociales, los de la pandilla de Fedecámaras ofrecieron mejores salarios, estupendas jubilaciones, villas y castillos, promesas que obviamente no cumplieron, entre otras razones porque se deshicieron de medio mundo, aprovechando los despidos baratos y las cajitas felices. Todo salió según lo previsto, hasta que llegó Chávez y mandó a parar.
Ahora quieren conseguir la reforma de la Ley Orgánica del Trabajo para volver plenamente (ya estamos allí, según muchos indicios) a la etapa petkoffiana, ofreciendo el espejismo del dólar y sus ilusiones de prosperidad. Veremos si lo consiguen de nuevo.
Con las gallinas cantando como gallos y los venados persiguiendo a los perros, hay que interpretar casi todo con mentalidad de espejo, es decir, entendiendo que los hechos a los que se refieren muchos de los personajes de la arena pública no son como ellos dicen, sino al revés.
*Publicado en La IguanaTV