Lo que viene en América latina (I): ¿Un nuevo ciclo o un periodo de grandes disputas?

Carlos Carcione – Coordinador del Equipo de Investigación de Marea Socialista

La utopía está en el horizonte.

Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte diez más allá.

Entonces… ¿para qué sirve la utopía? Para eso… sirve para caminar.

Galeano

El mundo se ha vuelto un lugar pequeño pero la utopía no se ha acercado lo suficiente como para alcanzarla o al menos, para acortar distancias. Para ello será necesario un descomunal esfuerzo de la inteligencia, la voluntad y la acción. Visto desde la ciudad de Mar del Plata, en enero de 2005, el rechazo al ALCA, parecía que la utopía esperaba a la vuelta de la esquina. No fue así. Sin embargo ahí está el camino recorrido para revisarlo críticamente y aprender. Lo que resta es seguir caminando. En todo caso continuar en lucha por alcanzar la utopía. Para los que persiguen un sueño detenerse no es una opción.

Lentamente ha tomado cuerpo un debate sobre el futuro inmediato en nuestro continente, se especula con el fin de un ciclo o el comienzo de otro. Este debate se reconoce en el hecho de que atravesamos un momento de profunda crisis. De cuestionamiento y balance de las políticas que se han aplicado y de crecimiento de los choques entre los distintos actores que vienen confrontando en las últimas décadas. 

Hasta ahora se aborda como crisis de los gobiernos llamados progresistas, como adaptación de los movimientos sociales que tendrían que asumir un nuevo rol, como resultado de la caída de los extraordinarios precios de las materias primas, como contraofensiva de Estados Unidos, como crisis de los BRICS y en especial China… Y en verdad tiene componentes de todo ello y más. 

Pero no se ha entrado aun, suficientemente, en investigar qué pasa con la energía que parió ese supuesto ciclo que está en debate. En todo caso también habría que despejar esa incógnita de base para completar el diagnóstico, para hacer un pronóstico real. Y esta es una de las preguntas que necesitan más urgente respuesta y quizás aún no la tenga: ¿cómo va a reaccionar la fuente de esa energía, el movimiento de masas, frente a la profundidad de la crisis y al proceso de contrarreformas que desde las alturas se pretende imponer?

El establecimiento de los llamados gobiernos progresistas en los albores del siglo XXI, no fue el inicio de este supuesto ciclo, por el contrario, fue el resultado de un colosal movimiento de masas continental que en algunos casos frenó y en otros logró desacelerar los intentos neoliberales que se desarrollaban en la región desde la década de los ’80 del siglo pasado.

Para llegar al gobierno, Chávez y Evo e incluso Correa por señalar, con sus matices, a los más auténticos liderazgos surgidos de aquel proceso, fueron empujados por la acción decidida de millones de trabajadores, campesinos, indígenas, pobladores pobres de las ciudades, mujeres y jóvenes. Al tiempo que por esa acción directa y en un sentido “independiente”, de aquellas multitudes, fueron derrumbados decenas de gobiernos y pulverizados los regímenes políticos que intentaban imponer las políticas neoliberales más profundas que hasta hoy conoce el continente.

Los viejos partidos que dominaron las décadas precedentes abrevaron en una crisis terminal que aún no se resuelve. Abandonaron sus proyectos históricos, se camuflaron en viejas tradiciones congeladas en mármol, para hacer pasar una política de entrega como nunca antes. Y, montados en ese pragmatismo, sin que lo nuevo en gestación hubiera llegado, colapsaron al contacto con aquella energía monumental.   

En la disputa por el agua, el gas, el petróleo, la tierra, la siembra, en la pelea contra el desempleo, por las condiciones de trabajo y el salario, en la defensa de los ahorros, de los patrimonios nacionales, del ambiente, en la lucha por educación y salud, esa fuerza continental en marcha fue convirtiendo sus reclamos concretos y puntuales en movimiento con objetivos políticos.

Ese caldero en ebullición paso de la fase destituyente a los gobiernos neoliberales y de los regímenes de los viejos partidos, a una nueva. Así fue alcanzando representación política.

Chávez y el Proceso Bolivariano, Evo y la revolución pluricultural y multiétnica, Correa y la revolución ciudadana. En su adaptación a las aspiraciones de esas masas, cuya rebeldía y constancia por transformar la situación no se detenía, fueron empujados a montarse en el huracán que parecía no tener fin. Y le dieron, en un sentido, programa político. La evolución, desde una llamada Tercera Vía caribeña, al comienzo de teorización del Socialismo del Siglo XXI, en el discurso de Chávez, fue quizás el símbolo más contundente a nivel de las ideas, que expresaba la fuerza de esa energía transformadora que recorrió América latina durante más de una década.

Y así los logros de este movimiento de lucha en los países que más avanzaron no son menores. Entre ellos, uno de los más importantes, es el que resultó en una mejor distribución de la Renta Nacional, apoyada en un periodo excepcional de precios de las materias primas.

Como no podía ser de otro modo este proceso se dio con desigualdades pronunciadas, mientras los llamados gobiernos bolivarianos intentaban, aunque con éxito relativo y debatible, instrumentar cambios estructurales. Mientras que los más conservadores entre ellos, simplemente apelaron a medidas de compensación social clásicas, para intentar surfear la marea que tenían bajo sus pies.

Estos dos tipos de gobierno “progresistas”, compartieron entonces el rechazo al ALCA pero se plantearon vías diferentes de salida. Y dieron como resultado dos liderazgos con discurso y política distintos que permanecieron en una amable tensión: El de Chávez que de manera elemental resultó un discurso de ruptura con lo viejo. Y el de Lula, la adaptación de un reformismo gradualista que no pasó de las políticas sociales de compensación, inclinado a desarrollar el capitalismo sub imperialista de su propio país.

El fallecimiento de Chávez que le quita un polo fundamental a aquella tensión entre dos liderazgos, el nuevo momento de la crisis mundial del capital que se expresa en la caída abrupta de los precios de las materias primas y que traslada esa crisis del centro del imperialismo mundial a las periferias. El acuerdo ambivalente de restauración de las relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos, cuya consecuencia inmediata es la apertura de la economía de la isla al capital internacional. Los acuerdos de paz, entre las FARC y el gobierno Colombiano. Y una extrema sensibilidad a la presión de la derecha local y continental y al imperialismo de los gobiernos progresistas, a las exigencias de ajustes clásicos y de profundización del patrón de acumulación extractivista que significan, en lo concreto, la puesta en marcha de un plan de contrarreformas contra las conquistas de la década anterior, modelan un nuevo contexto continental.

Y entonces, ¿cómo responderá ese movimiento de masas artífice del ciclo anti neoliberal?  Muy temprano en esta coyuntura, en Junio de 2013, se despertó un coloso continental que no había tenido, como pueblo movilizado, una acción distintiva en la última década, Brasil. Multitudes en todas las grandes ciudades de ese país con 140 millones de habitantes, cuestionaron la política del PT y del Dilma, abriendo un periodo de crisis política que al día de hoy perdura con otras formas.

Un poco más acá al inicio de setiembre de este año, otro síntoma importante es el recule obligado del gobierno del Frente Amplio Uruguayo, comandado en este periodo por Tabaré Vázquez, que no pudo continuar el compromiso adquirido con Estados Unidos y Canadá de firmar el TISA, una versión limitada del ALCA derrotado en 2005. Y, todo en la misma semana, debió retroceder también con una medida que eliminaba la estabilidad laboral de los educadores uruguayos, una medida a la que no se habían atrevido los gobiernos neoliberales.

Y en la última semana de septiembre y las primeras de octubre en curso, se desató un movimiento estudiantil en la Universidad de Asunción en Paraguay. Esta lucha para algunos sorprendente, acabó con gran parte de las corruptas autoridades de esa casa de estudios y logró la adhesión de importantes sectores de la población.

Pero no son las únicas reacciones entre 2013 y esta altura de 2015, Colombia, Perú, Ecuador, Bolivia, Argentina… estuvieron cruzados por reclamos campesinos, indígenas, ambientales y de trabajadores. Y en nuestra Venezuela se está desarrollando un proceso explosivo de acumulación de malestar de la base social del Proceso Bolivariano que enfrenta a un dilema existencial al gobierno del presidente Maduro.

Sin despreciar la reivindicación de lo alcanzado en este “ciclo” en debate, es evidente que está comenzando un nuevo periodo de confrontaciones. La situación de crisis que le da contexto a la actual coyuntura, la presión por la vuelta a la senda neoliberal, y la respuesta conciliadora con el gran capital de algunos de los llamados gobiernos progresistas, son el combustible que alimenta esta respuesta que recién comienza. Y siendo verdad que todo pronóstico es alternativo, si apelamos a la rica historia y tradición de lucha de nuestros pueblos, lo más probable es que la respuesta popular vaya creciendo.

El ritmo y la velocidad de ese ascenso son inciertos. Sin embargo la historia nunca vuelve al punto de partida, y los pueblos anudan la continuidad de sus luchas desde la defensa de lo conquistado.

De aquí la importancia de seguir atentamente y tratar de sistematizar en el terreno de la política, la acción del movimiento de masas. Esta necesidad tiene una razón de fondo. Toda una ley. Al fin de cuentas los procesos de transformación, no otra cosa son las revoluciones, las hacen los pueblos en acción. Esa acción a la que apostamos, es la energía necesaria para seguir intentando alcanzar la utopía.