Las nuevas aventuras militares de Europa, bailando al ritmo de EEUU

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Sergio Ferrari

En los últimos veinte años la Unión Europea promovió más de cuarenta misiones militares en Europa extra-comunitaria, África y Medio Oriente. El debate sobre guerra-paz y el rol militar europeo se vuelve central en una región malherida por la confrontación Rusia-Ucrania. Temática que podría influir en las elecciones al Parlamento Europeo del 6 al 9 de junio próximo, con votos de castigo o de apoyo a los partidos más belicistas.

La defensa europea y su brújula

La política exterior y de seguridad común de la Unión Europea, definida en el Tratado de 1993 y actualizada por el Tratado de Lisboa de 2007, busca “preservar la paz, reforzar la seguridad internacional, promover la cooperación internacional y consolidar la democracia, el Estado de Derecho, los derechos humanos y las libertades fundamentales”.

Su respaldo financiero lo brinda el Fondo Europeo de Apoyo a la Paz, instrumento extra-presupuestario que se motorizó en 2021 y que procura “reforzar la capacidad de la Unión Europea de prevenir conflictos, consolidar la paz y reforzar la seguridad internacional”. En la práctica, dicho fondo posibilita el financiamiento de acciones operativas “que tengan repercusiones en el ámbito militar o de la defensa”.

Caracterizadas como servicios de intensidad baja a media, estas misiones exteriores implican el suministro de entrenamiento y equipo militar a los ejércitos nacionales. Para el periodo 2021-2027 cuentan con un techo de 17.000 millones de euros (unos 18.500 millones de dólares). De esta cantidad, 11.000 millones de euros (unos 11.800 dólares) se han destinado a las fuerzas armadas ucranianas desde que estalló el conflicto con Rusia. Apoyo que supera los 32.000 millones de euros (34.500 millones de dólares), si se contabilizan los recursos destinados por la Unión Europea y la asistencia bilateral asegurada por los diferentes Estados.

Conceptualmente, a nivel de seguridad y defensa, la Unión Europea implementa la denominada “Brújula Estratégica”, la cual clarifica y orienta la política común en ese rubro y además establece una visión común de sus principales riesgos y desafíos a corto y mediano plazos. Sus cuatro pilares declarados: trabajar de manera asociativa, invertir, actuar y garantizar la seguridad.

A partir de febrero de 2022, y tan pronto como estalló el conflicto ruso-ucraniano en el confín oriental de la Unión Europea, sus Estados miembros expresaron su determinación de “aumentar el gasto de defensa e invertir de la manera más eficaz a fin de proteger mejor a la UE y proteger a sus ciudadanos, aumentar la capacidad y la preparación general de la UE en materia de defensa y reforzar la base tecnológica e industrial de la defensa europea”. Desde el primer día de esta confrontación, la UE y la OTAN, han incrementado sus esfuerzos y su cooperación, “demostrando una unidad sin resquicios” a favor de Ucrania.

Todos con Ucrania

El pasado 6 de mayo, la Unión Europea y Ucrania decidieron dar un paso más hacia adelante en su cooperación mutua, en materia de industria militar y preparación para la defensa y asegurar el financiamiento necesario para armar a Ucrania con la mayor celeridad. Así lo acordaron en un Foro en Bruselas Josep Borrell, ministro de Asuntos Exteriores y Seguridad de la Unión Europea y Thierry Breton, comisario europeo para el Mercado Interior. Altos funcionarios de Kiev y unos 400 representantes gubernamentales y de empresas del sector militar participaron en el Foro. La capacitación del personal militar ucraniano forma parte de esta misión militar de apoyo: hasta el momento, 47.000 soldados ucranianos han sido entrenados por la Unión Europea. En los próximos meses, este número llegará a 60.000.

Dos días después del Foro de Bruselas, los embajadores de los Estados miembros de la Unión Europea acordaron destinar a Ucrania unos 3.000 millones de euros complementarios (unos 3.240 millones de dólares) para su recuperación y defensa. Este acuerdo, que aguarda ratificación por los respectivos ministros, utilizará los intereses generados por los activos rusos congelados por la Unión Europea como parte de sus sanciones a Moscú. Se trata de unos 210.000 millones de euros (aproximadamente 226.000 millones de dólares).

El Secretario de la OTAN, Jens Stoltenberg, y el Presidente de Ucrania, Volodymir Zelenski
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¿Misiones externas fracasadas?

Si bien el apoyo de la Unión Europea a Ucrania ha sido su prioridad principal desde 2022 en adelante, ya en 2003 había intervenido en la entonces República Yugoslava de Macedonia. En el presente, la Unión Europea sostiene 24 misiones, 10 de las cuales son militares.

Resultado de una investigación de alto nivel, el 8 de mayo el Transnational Institute (TNI), con sede en Ámsterdam, publicó un informe bajo el título “Bajo el radar, veinte años de misiones militares de la Unión Europea”. En el mismo argumenta que, aun cuando estas misiones de la diplomacia europea están impulsadas por el compromiso de mejorar la situación de seguridad en países fuera de su propia jurisdicción, en realidad tienen poco que ver con la promoción de paz, prosperidad y seguridad de los mismos. En otras palabras: lo que más les interesa es favorecer los propios intereses de la Unión Europea, aunque esto vaya en detrimento de los intereses de los países donde se han establecido.

Según el TNI y como contexto interpretativo coyuntural, “la respuesta de la UE a la invasión rusa de Ucrania y, más recientemente, al genocidio de Israel en Gaza, no ha pasado desapercibida para los europeos, muchos de los cuales han salido a las calles para protestar por la complicidad de la UE en la guerra y el genocidio”.

Formación militar de la misión de la Unión Europea en Somalia. Foto: UE
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El informe también documenta que en los últimos 20 años estas misiones militares poco han contribuido a la resolución de conflictos. Es el caso, por ejemplo, de Bosnia y Herzegovina, que alberga la misión más antigua de la Unión Europea, y donde las tensiones subyacentes arraigadas en cuestiones políticas no resueltas no pudieron destrabarse mediante el despliegue de personal militar. Aun más: en algunos casos, los han exacerbado. Como en la región africana del Sahel, donde la Unión Europea ha desplegado siete misiones militares en las últimas dos décadas (tres siguen activas). Tanto la escasa efectividad de estas misiones militares como problemas adicionales resultantes de las mismas, evidencian que la Unión Europea prioriza sus propios intereses por encima de los de los países anfitriones. Todo esto lleva al Transnational Institute a comentar críticamente que la Unión Europea carece de una metodología adecuada y aceptada para evaluar la eficacia de sus misiones, al punto que ella misma “admite que ha logrado pocos de sus objetivos declarados”.

Según el TNI, las misiones europeas en el extranjero también han causado otro tipo de problemas, como golpes de Estado, y no solo en los países donde se ha hecho presente, sino también en estados vecinos. En África, por ejemplo, durante los últimos 20 años numerosas fuerzas militares entrenadas bajo los auspicios de la Unión Europea han terminado perpetrando graves violaciones de derechos humanos o participando en golpes de Estado. Mozambique es, quizás, el ejemplo más reciente y notorio, aunque de ninguna manera excepcional.

Pero esto no es todo, ya que, a pesar de su principio declarado de defender el Estado de derecho, la Unión Europea a menudo ha apoyado gobiernos corruptos y autoritarios, o con un historial muy pobre en materia de derechos humanos, con tal de preservar sus propios intereses políticos y económicos. “Esto es imprudente e irresponsable y una traición a los valores que la Unión Europea dice defender”, argumenta el informe del TNI.

En ocasiones, las misiones militares europeas en el extranjero han causado otro tipo de problemas. Tal ha sido el caso de las dos misiones en Somalia, las cuales operan en tierra y patrullan las aguas costeras. En lugar de aliviar la situación local la han exacerbado, culminando así con la expulsión de la comunidad local de su propia tierra y la pérdida de sus medios de vida, como lo es la pesca en pequeña escala, ahora en manos de grupos armados y totalmente fuera del control estatal. Por su parte, la misión más reciente de la Unión Europea en el Mar Rojo y en respuesta a la interrupción hutí de las rutas marítimas en represalia por el ataque israelí a Gaza, también ejemplifica la manera en que la Unión Europea protege sus propios intereses.

Desde el primer día de la confrontación con Rusia, la Unión Europea apoyó activamente a Ucrania. Foto: ONU
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Pasado colonial, presente neocolonial

Los conflictos más importantes los últimos dos años —Rusia-Ucrania, 2022, y Franja de Gaza, 2023— además evidencian, según el TNI, que la Unión Europea se ha alineado con la agenda geopolítica estadounidense y que cualquier ligera diferencia con la misma ha sido puramente retórica. En otras palabras: las acciones de las entidades afiliadas a la OTAN a ambos lados del Atlántico siguen ampliamente alineadas. Hecho para nada sorprendente, pues en prácticamente todos los países de la Unión Europea hay bases militares estadounidenses, algunas de las cuales –al igual que las existentes en el Reino Unido– incluso albergan armas nucleares.

Si bien el poder militar de la Unión Europea palidece en comparación con el de los Estados Unidos, continúa poniéndose al día y sigue adelante con sus planes de convertirse en un actor de “poder duro” en lugar de proporcionar un contrapeso mediante la vía diplomática. Para el TNI, esta postura exhibe una coherencia histórica “dado que varios de los Estados miembros de la UE fueron fundamentales en la colonización de África, Asia y las Américas y continúan operando desde una lógica colonialista e imperialista, como lo demuestra el enfoque adoptado hacia Israel, un país colonialista”.

El estudio del TNI señala otras tres consecuencias negativas de las operaciones militares impulsadas o sostenidas por la Unión Europea. En primer lugar, debido a la manera como se establecen y operan, socavan estructuras multilaterales, como las Naciones Unidas y los Estados y sistemas nacionales y regionales. En segundo lugar, adolecen de una grave falta de supervisión democrática. El Parlamento Europeo, la única institución europea elegida democráticamente, tiene un poder de decisión muy limitado en relación con la política exterior.

Desde hace varios años, las misiones militares se financian a través de un fondo extra-presupuestario más allá de cualquier escrutinio democrático. Por último, escapan al control judicial debido a que la Unión Europea carece de una organización que las sancione legalmente a nivel interno o externo. Tampoco caen bajo la jurisdicción de su Tribunal de Justicia o del Convenio Europeo de Derechos Humanos, el cual se aplica solamente a los Estados miembros. Adicionalmente, y a manera de epílogo, el estudio publicado por el TNI critica la falta de información disponible sobre cuestiones militares y de defensa, como un detalle de los gastos y el número de víctimas producto de dichas misiones, entre otros.

 

*Periodista argentino residenciado en Suiza, colaborador del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE)