Las hazañas de los pueblos y sus enseñanzas

610

Carlos Flanagan|

En estos últimos días hemos vivido emocionados, dos episodios heroicos llevados a cabo en nuestro continente, por los pueblos hermanos de Bolivia y Chile.

El domingo 18 en ocasión de las elecciones generales, el pueblo boliviano se pronunció en forma inequívoca. El triunfo del MAS-IPSP sobre sus oponentes fue aplastante: un 55,1% de los 6.483.688 votos emitidos, dejando a Carlos Mesa (Comunidad Ciudadana) en un lejano segundo lugar con 28,23% y al dirigente cívico de Santa Cruz Fernando Camacho (activo partícipe del golpe de Estado del 10/11/19) tercero con un 14,00%.

Decíamos  que esta elección fue en el fondo un plebiscito entre dos modelos de país: el neoliberal impuesto nuevamene mediante el golpe de Estado de noviembre pasado o el del proceso de cambios iniciado a partir del año 2000 con las protestas multitudinarias, denominadas la “guerra del agua” (de enero a abril en Cochabamba) y tres años después la “guerra del gas”, conocida también como la masacre de octubre, que ocurrió el día 13 en El Alto cuando el ejército disparó contra la población civil, con un saldo de 65 muertos.

Afirmábamos : “En definitiva estas elecciones eran un plebiscito entre dos modelos de país. El histórico de la república frustrada, en beneficio de la oligarquía usufructuaria de las enormes riquezas minerales del país y del agronegocio. O el verdaderamente nacional, popular y democrático. El plurinacional de los pueblos originarios por centurias explotados y segregados; hoy con la frente alta y protagonistas por fin de su destino. El del crecimiento económico soberano con mejor distribución de la riqueza mediante políticas sociales acordes.”

El pasado domingo 25, esta vez el pueblo chileno escribió una página heroica que será un hito en la historia de sus luchas por la democracia.Como consecuencia de las multitudinarias manifestaciones antineoliberales iniciadas hace un año, el gobierno de Sebastián Piñera no tuvo más remedio que convocar a un plebiscito que formulaba dos consultas simultáneas: 1) apruebo o no una nueva Constitución y 2) con qué tipo de Convención Constitucional: si mixta con igual número de parlamentarios y de constituyentes electos en forma directa o una Convención de 155 miembros con distribución paritaria de género y electos en forma directa.

El triunfo tanto de la opción de aprobar una nueva Constitución como la de elegir a 155 miembros en forma directa, y por vez primera en el mundo con composición paritaria y con representación de los pueblos originarios, fue abrumador: 78,27% y 78.99% respectivamente.

Este es el gran comienzo de un largo camino de discusiones y elaboraciones que tendrá su segunda etapa en las elecciones de los Convencionales Constituyentes previstas para el 11 de abril próximo.

Algunas conclusiones y enseñanzas

Sin dudas estos dos enormes triunfos populares que nos llenan de alegría dan pie y elementos para la inaplazable reflexión y serena autocrítica para rectificar carencias y errores, que debemos transitar en la izquierda de cada país en todo el continente sin excepciones.

El proceso de cambios en Bolivia pasó por tres etapas (claramente analizadas por Hugo Moldiz en su libro “Golpe de Estado en Bolivia. La soledad de Evo Morales”). Una que denomina “momento heroico” que va desde las movilizaciones del año 2000 e incluye al primer período de gobierno de Evo Morales hasta el año 2009.

Una segunda “de ralentización” entre el año 2010 y 2015. Y una tercera de ocaso y golpe de Estado desde 2016 al 2019.
Si bien los procesos de cambios en nuestros países en estos años tienen características propias, deberíamos analizar si en mayor o menor medida no se dieron períodos de similares contenidos.

Un segundo elemento que jugó en contra de la acumulación de fuerzas en el campo popular fue la insistencia de Evo Morales de hacer el plebiscito de reforma constitucional – que le permitiera presentarse para un tercer período consecutivo – en febrero de 2016 cuando no estaban dadas las condiciones políticas para ello. Y luego, a pesar del resultado negativo del mismo – mediante una interpretación legal muy discutible – volver a presentarse como candidato incidió negativamente en muchos sectores del pueblo afines al MAS.

Otro aspecto importante a señalar es la virtud de la fórmula presidencial del MAS de conjugar a dos figuras claves que se mantuvieron a lo largo de casi todos los años de gobierno: Luis Arce como Ministro de Economía, responsable del mayor crecimiento económico del país en su historia y David Choquehuanca, Ministro de Relaciones Exteriores y dirigente destacado de las comunidades de pueblos originarios.

Ellos jugaron un papel fundamental en la recomposición de la unidad de los sectores populares y de comunidades campesinas y de pueblos originarios en apoyo del MAS. Por ende no fue un “triunfo de Evo” como dijeron algunos analistas, sino del MAS como tal.
Esto nos reafirma en valorar la importancia de algunos factores que los dirigentes siempre “tengan el oído pegado al piso” para escuchar y estar atentos a las inquietudes y opiniones de las bases (autocrítica que ya formulara Arce luego del triunfo).

Que procediendo según lo antedicho, los dirigentes no caigan en el error de considerarse imprescindibles, por encima de las estructuras de los movimientos o partidos a los que pertenezcan y estén abiertos a los recambios que sean necesarios a fin de fortalecer esas estructuras.

Con respecto al triunfo popular del plebiscito en Chile, podemos decir que fue el corolario político de las enormes movilizaciones del pasado año, que desafiaron la represión de los carabineros al servicio del gobierno neoliberal de Piñera; con un terrible saldo de más de 30 muertos, centenares de heridos (muchos de los cuales perdieron la vista a causa de los disparos) y millares de detenidos.

Debemos resaltar la importancia de la participación juvenil en todo este proceso. Una juventud sin perspectiva alguna de futuro, salvo la de ser explotada en las empresas propiedad de la élite derechista usufructuaria de la dictadura pinochetista e intocada en sus intereses por los gobiernos posteriores. De ahí la desconfianza hacia los partidos políticos; incluidos los de izquierda que integraron los gobiernos de Michelle Bachelet.

No es casual entonces el rotundo rechazo en el plebiscito a la propuesta de una Constituyente conformada en un 50% por parlamentarios. Todo un toque de atención para el que lo quiera oír.

Otro fenómeno que nos deja enseñanzas es la característica de la convocatoria social en contra del modelo neoliberal expresada en la amplitud y profundidad de los reclamos que aglutinaron a trabajadores, capas medias, mujeres y jóvenes en todo el país. Nucleados en las más variadas organizaciones sociales, por cientos de miles salieron a las calles a cuestionar las nefastas políticas en materia de vivienda, seguridad social, educación, salud, medio ambiente y un largo etcétera.

Por último en base al papel desempeñado por la OEA y su Secretario General Luis Almagro en el golpe de Estado en Bolivia, sería bueno que la izquierda de nuestra región incorporara a su análisis y debate autocrítico la caracterización de la esencia de esta organización y qué actitud asumir frente a ella.

No está de más recordar que la misma (establecida en Bogotá en 1948 en plena “guerra fría”) es la continuadora de la Unión Internacional de las Repúblicas Americanas, creada en 1890 en el seno de la Primera Conferencia Internacional Panamericana realizada a instancias de los EUA en Washington, en el marco de la aplicación de la llamada “Doctrina Monroe” explicitada en 1823 de “América para los (norte) americanos”.

Bien definida en su momento por Raúl Roa – Ministro de Relaciones Exteriores de la Revolución Cubana – como “el Ministerio de Colonias de Washington”, hasta ahora ha sido un dócil instrumento de la política de injerencia neocolonial estadounidense en nuestra región.

Su largo silencio cómplice, cuando no apoyo indirecto, a todos los golpes de Estado propiciados por los EUA desde el de 1954 contra Jacobo Arbenz en Guatemala hasta el de Bolivia el pasado año; sin olvidarnos de la guerra de las Malvinas en 1982 o la invasión a Granada en 1983, es fehaciente prueba de ello.

Se trata entonces de tomar en cuenta en nuestros análisis éstas y otras enseñanzas surgidas de las gestas de los pueblos hermanos.

En Uruguay, el Frente Amplio mediante un documento base dirigido a su militancia para su discusión titulado “Balance, evaluación crítica, autocrítica y perspectivas”, inicia un proceso de balance autocrítico de sus 15 años de gobierno (01.03.2005 – 28.02.2020).
Su sola existencia y función de disparador y ordenador de la discusión en los organismos, ya es un mérito, más allá de sus contenidos específicos.

*Ex-Secretario de RR. II. del Partido Comunista de Uruguay. Ex-Embajador de Uruguay ante el Estado Plurinacional de Bolivia.
Colaborador del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)