Las desigualdades persistentes y la hipocresía generalizada frenan la justicia social

Advertencia de la OIT

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Eduardo Camín

Un nuevo informe de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) destaca progresos en la reducción de la pobreza, la educación y la productividad, pero muestra un estancamiento en los últimos años, con desigualdades profundas y una pérdida de confianza en las instituciones, pese a los avances logrados en educación, reducción de la pobreza y productividad en las tres últimas décadas.

Señala que las desigualdades arraigadas, la frágil confianza en las instituciones y la lentitud de los progresos en áreas clave siguen frenando la justicia social en todo el mundo. El informe, La situación de la justicia social: Progresos en curso, publicado antes de la Segunda Cumbre Mundial sobre Desarrollo Social que se celebrará en noviembre en Doha, y coincidiendo con el 30 aniversario de la Cumbre de Copenhague de 1995, concluye que el mundo es hoy más rico, más sano y más educado que entonces. Pero los beneficios no se han distribuido de manera equitativa y la reducción de las desigualdades se ha detenido.Premium Photo | SOCIAL JUSTICE

Hace tres decenios se congregaron en Copenhague delegados de 186 países para celebrar la primera Cumbre Mundial sobre Desarrollo Social, la mayor reunión de líderes mundiales que se había convocado hasta entonces. En la cumbre de 1995 se reconoció la importancia del empleo pleno y productivo para el desarrollo social, señalando su interrelación con la erradicación de la pobreza y la inclusión social. El objetivo era establecer un marco de desarrollo social centrado en las personas en un mundo donde las necesidades básicas seguían sin estar cubiertas, persistía la pobreza y aumentaban el desempleo y la exclusión social.

En vísperas de la Segunda Cumbre Mundial sobre Desarrollo Social, que se celebrará en Qatar en noviembre de 2025, la OIT ha emprendido su primer intento de evaluar el estado de la justicia social en el mundo y de reflexionar sobre los progresos realizados en los últimos treinta años. La justicia social significa que «todos los seres humanos, sin distinción de raza, credo o sexo tienen derecho a perseguir su bienestar material y su desarrollo espiritual en condiciones de libertad y dignidad, de seguridad económica y en igualdad de oportunidades” .

Como sostiene el Informe, desde 1995, se han logrado avances significativos: la tasa de trabajo infantil entre niños de 5 a 14 años se redujo a la mitad (del 20 al 10 %), la pobreza extrema cayó del 39 al 10 %, la finalización de la primaria aumentó 10 puntos y, por primera vez, más de la mitad de la población mundial cuenta con cobertura de protección social.

Sin embargo, el informe subraya déficits graves y persistentes:

  • el 71 % de los ingresos sigue determinado por las condiciones de nacimiento, como el país o el sexo;
  • la informalidad apenas ha bajado dos puntos en dos décadas y todavía afecta al 58 % de los trabajadores;Informalidad: 3 de cada 4 peruanos trabaja de manera informal | RPP ...
  • la brecha de participación laboral entre hombres y mujeres se ha reducido solo tres puntos desde 2005 y se mantiene en el 24 %;
  • al ritmo actual, se necesitará un siglo para cerrar la brecha salarial de género.

La confianza en las instituciones ha caído en todo el mundo desde 1982, reflejo de una frustración creciente por la falta de reconocimiento justo del esfuerzo. La OIT advierte que, si no se refuerza el contrato social, esta erosión puede poner en riesgo la legitimidad de los sistemas democráticos y de la cooperación internacional. La justicia social no es solo un imperativo moral: es esencial para la seguridad económica, la cohesión social y la paz.

Las conclusiones llegan en un momento de transformaciones profundas. Los cambios ambientales, digitales y demográficos están reconfigurando los mercados laborales a gran velocidad. Sin políticas deliberadas, estas transiciones podrían agravar las desigualdades. Con las medidas adecuadas –inversión en capacidades, protección social, sistemas salariales justos y políticas activas de empleo–, pueden convertirse en motores de inclusión y resiliencia, subraya el informe.Cómo la tecnología está reconfigurando el mundo del trabajo – G5noticias

«El mundo ha progresado de manera innegable, pero no podemos ignorar que millones de personas siguen excluidas de la oportunidad y de la dignidad en el trabajo», afirmó Gilbert F. Houngbo, Director General de la OIT. «La justicia social no es solo un imperativo moral: es esencial para la seguridad económica, la cohesión social y la paz.»

El informe reclama una acción urgente para combatir las desigualdades en el acceso a las oportunidades, garantizar una distribución más equitativa de los beneficios económicos y gestionar las transiciones ambientales, digitales y demográficas para que nadie quede atrás. Subraya la necesidad de situar la justicia social en el centro de todas las políticas –desde la financiera y la industrial hasta la sanitaria y la climática– y de reforzar la cooperación entre gobiernos, instituciones internacionales y actores sociales para ofrecer respuestas coherentes a los desafíos globales.

Estas conclusiones alimentarán los debates de la próxima Cumbre Mundial sobre Desarrollo Social, en noviembre, y respaldarán el trabajo de la Coalición Mundial por la Justicia Social, una plataforma dirigida por la OIT que reúne a gobiernos, empleadores, sindicatos y otros socios con el fin de acelerar la acción y la cooperación hacia sociedades más justas e inclusivas

La paradoja del capitalismo entre la producción y derechos sociales

Hay siempre una paradoja, o al menos un contrasentido entre los objetivos que se persiguen y los senderos que se recorren entre la producción el mercado y los derechos sociales. Muchas veces en este ejercicio dialectico ocasionado por un sin número de informes de los más diversos organismos internacionales, las injusticas más profundas se hacen difíciles de explicar, a pesar de que se trata de algo que todos de una manera o u otra estamos familiarizados. En este caso, no es difícil de convencerse, ya que hablamos de justicia social.

La pobreza de los trabajadores, la informalidad y el empleo vulnerable son algunos de los problemas crónicos de los mercados laborales a través del mundo. A pesar de décadas de crecimiento económico, seguimos enfrentando debilidades estructurales -o simplemente las consecuencias de la fase más aguda del capitalismo- en los mercados de trabajo.

El capitalismo es un sistema intrínsecamente expansionista en la producción, el comercio y el consumo, la explotación de los recursos naturales y del trabajo, en el uso de nuevas tecnologías, en el despojo de tierras, territorios, saberes y recursos de toda índole, entre otras cosas.

Pero que ha pasado, en estas tres décadas desde 1995, el mundo se ha revolucionado principalmente por la masificación del internet y el auge de la informática personal gracias a avances como Windows 95 y el navegador Netscape, así como por la popularización de la telefonía móvil y los servicios de datos como el SMS. 

Otros desarrollos importantes incluyen el surgimiento del comercio electrónico, la difusión de noticias en línea y, posteriormente, la creación de las redes sociales, los smartphones y la tecnología WiFi. Ese mismo año 1995 Ellon Musk creo su primera empresa. Fue también el nacimiento de Amazon.com que se convirtió en un gran éxito comercial y uno de los pilares del comercio electrónico. En 1995 se hicieron disponibles los servicios de datos y SMS, lo que marcó un hito en la comunicación móvil. La tecnología GSM se consolidó como el estándar para la telefonía celular, superando los 100 millones de suscriptores a finales de la década.

El capitalismo es un sistema intrínsecamente expansionista en la producción, el comercio y el consumo, la explotación de los recursos naturales y del trabajo, en el uso de nuevas tecnologías, en el despojo de tierras, territorios, saberes y recursos de toda índole, entre otras cosas.

Esta necesidad del sistema económico por crecer y expandirse en forma permanente, y que pareciera imparable, ha venido generando y profundizando cada vez más los problemas de contaminación, erosión, desertización, calentamiento, sobreexplotación, despojo, depredación y extinción de recursos naturales y humanos que, sin embargo y paradójicamente, al admitir soluciones técnicas el sistema puede resolver —al menos parcialmente— sin ser cuestionado en su base.

No obstante, lo que no puede resolver es la desocupación, la pobreza y desigualdad, la exclusión, la explotación, el desprecio, la subordinación, sin cuestionar esa base, pues no se trata sólo de “consecuencias indeseables”, sino que son condiciones indispensables para el propio establecimiento y reproducción de las relaciones capitalistas.

De ahí que la solución no pasa por grandes coaliciones mundiales, no pasa por corregir, mejorar, agrandar o achicar el mercado, sino por transitar hacia otras formas de organización social del trabajo, de la producción y del consumo, hacia otras maneras de relacionarnos con la naturaleza y de entender nuestra propia vida a partir de otros sentidos que, basados en la propiedad social de los medios de producción naturales y artificiales, los utilice en forma responsable para la satisfacción de las necesidades de la sociedad en su conjunto, y no de una minoría.

En una palabra, se trata de terminar con la obscenidad de un espectáculo de capitales, mercancías y fusiones y billones de dólares en guerras que determinan el rumbo de sus coaliciones en la especulación de los mercados financieros.

 

*Periodista uruguayo residente en Ginebra, exmiembro de la Asociación de Corresponsales de Prensa de Naciones Unidas en Ginebra. Analista Asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)