‘Las cuchas tienen razón’: el uribismo pierde el control sobre el relato hegemónico

La censura contra los murales que homenajean a las madres víctimas de las desapariciones forzadas en Medellín, ha generado una ola de solidaridad que afecta el relato histórico de la ultraderecha uribista

A raíz de los primeros restos humanos hallados en La Escombrera de Medellín, un grupo de artistas urbanos se tomaron los muros de la capital antioqueña en homenaje a la verdad histórica que han enarbolado las madres buscadoras por más de 20 años, víctimas de la Operación Orión ordenada por Álvaro Uribe y ejecutada en el 2002 por las fuerzas de seguridad y las organizaciones paramilitares en la Comuna 13.

Los jóvenes muralistas les llaman cuchas, sinónimo de madres, mujeres viejas o, en este caso, pilares de la memoria colectiva. De ahí la contundente sentencia que pintaron el 13 de enero con enormes y llamativas En fotos: “Las cuchas tienen razón” sigue extendiéndoseletras en una de las principales avenidas de la ciudad: “las cuchas tienen razón”. Al día siguiente, las paredes amanecieron tapadas con un uniforme tono gris, recordando al país la censura que se desató en el 2021 contra los muros que gritaban “nos están matando”, en alusión a los cientos de asesinatos, desapariciones y torturas contra los jóvenes movilizados durante el estallido social.

La brutal represión contra la movilización del 2021 socavó la credibilidad del gobierno uribista de Iván Duque. Bajo ese precedente, esta vez fue su copartidario, el alcalde de Medellín y también subalterno de Álvaro Uribe, Federico Gutiérrez, quien ordenó borrar el mural a las cuchas, desatando una ola de movilizaciones urbanas que replicaron el mensaje en los muros de las principales capitales del país.

Según el secretario de Cultura de la ciudad, Santiago Silva, la medida contra el mural se tomó para evitar la instrumentalización político-electoral del arte callejero. Con el mismo tono, el alcalde Gutiérrez respondió a la prensa: “Respeto absoluto por las madres buscadoras en la Escombrera. Lo que vemos aquí es a un Gobierno Nacional que intenta posicionar un relato, en el cual ni siquiera la justicia ha determinado quienes son los responsables”.

El poder absoluto que ejerce el uribismo sobre la ciudad de Medellín solo se explica como continuidad de la articulación entre el narcotráfico y las élites armadas, la dupla que instauró Pablo Escobar. De hecho a Gutiérrez, preocupado por las buenas formas del arte, poco le importó el gigantesco mural del capo Escobar que cubrió por meses la fachada del barrio Antioquia.

El silencio: una herramienta política en declive

En Bogotá amaneció pintado de negro el mural de “Las cuchas tienen razón”:  colectivos artísticos aseguraron que “si tapan uno, haremos miles” - InfobaeLa censura que también se suscitó contra los murales en Bogotá, Popayán, Barranquilla y Cali, fue organizada por militantes adeptos al partido de derechas Centro Democrático. Es decir que el silencio sí está partidizado, instrumentalizado electoralmente, pero en favor del uribismo.

En el caso de Bogotá, el mural “las cuchas tienen razón” sufrió ataques vandálicos en horas de la noche por organizaciones neofascistas. El responsable fue Josías Fiesco, influencer y militante del Centro Democrático. Pese a su juventud y al respaldo político del expresidente Uribe, el joven influencer es reconocido por sus altisonantes discursos de odio y sus reiterados fracasos políticos,como cuando perdió las elecciones al Concejo de Bogotá.

En Cali la situación fue peor. Un video grabado por uno de los jóvenes artistas muestra a un civil vandalizando el mural. Descubierto, el hombre emprende la fuga mientras apunta con un arma de fuego a los manifestantes que le gritan: “(…) ¿Nos va a matar?, ¿nos va a dar bala?, a nosotros no nos asusta eso ¡Vos sos ‘paraco’ [paramilitar]!”. El hombre, puesto en libertad rápidamente por la Policía, fue identificado como Albeiro Barbosa Urrego, exmilitar y exfuncionario de la Unidad Nacional de Protección (UNP).

El valor de las cuchas

En medio de las controversias que ha suscitado la política de censura del uribismo, otra gran consigna memorial ha vuelto retumbar con fuerza: “¿Quién dio la orden?”. En este caso, la pregunta surgió del movimiento de víctimas de otras madres, las madres de los falsos positivos (MAFAPO). Los llamados falsos positivos fueron ejecuciones extrajudiciales cometidas en los dos mandatos de Álvaro Uribe, y ejecutadas por el responsable de las fuerzas armadas de la época, el general Mario Montoya. Por lo menos 6402 civiles fueron asesinados por el Ejército para ser pasados como bajas en combate.uribe genocida.jpg | Misión Verdad

En medio del estallido social del 2021, cuando un grupo de manifestantes increpó a Uribe Vélez con un pasacalles que rezaba “¿quién dio la orden? 6402”, en alusión a la consigna de las MAFAPO, el expresidente cometió un acto fallido al responder “¡Yo di la orden de entrar a la Comuna 13!”, tropezando los recuerdos de dos masacres distintas pero ordenadas por él. Pocos meses antes de la bochornosa respuesta, otro famoso mural sobre los 6402 había sido vandalizado en Bogotá.

El cinismo del mayor representante de la derecha colombiana revela el valor de las madres víctimas de su política de seguridad para-institucional. La primera gran marcha de las madres buscadoras de Medellín se realizó en el 2016, durante la primera alcaldía de Federico Gutiérrez, sin que este respondiera a las demandas de las mujeres. En el 2018 la Jurisdicción Especial de Paz (JEP) recibió el informe de Madres Caminando por la Paz y aceptó impulsar la investigación sobre 16 espacios de interés forense en Medellín, entre los que se encuentra la Escombrera.

En la ciudad se han reportado 23 mil desapariciones forzadas en los últimos 40 años, de las cuales por lo menos 500 corresponden a la Comuna 13. Según Gustavo Salazar, magistrado de la Jurisdicción Especial de Paz (JEP), el pico más alto de las desapariciones se dio entre el 2002 y el 2003, es decir, en los dos primeros años del mandato de Álvaro Uribe, cuando se consolidó la expansión paramilitar sobre las periferias urbanas del país.

Lejos de desmovilizarse en el 2003, las organizaciones paramilitares, blindadas políticamente por el uribismo, mutaron en consorcios armados instrumentalizados por la burguesía, el empresariado y la partidocracia de la derecha colombiana. La misma que desesperadamente busca huir del juicio popular que la juventud imprime sobre las calles en busca de justicia y paz.

*Periodista de Diario Red