La vergüenza del Mediterráneo
El anuncio se suma al plan de acción difundido hace unos días por Bruselas, en el que se definen acciones como el reforzamiento de los patrullajes en el mar Mediterráneo, otorgándoles financiamiento, equipamiento y ampliando su alcance; los operativos de destrucción de embarcaciones usadas por los traficantes de personas; el envío de equipos de trabajo a países como Italia y Grecia para procesar conjuntamente las solicitudes de asilo; el registro de las huellas dactilares de todos los migrantes; el establecimiento de un programa de regreso para la rápida deportación de migrantes indocumentados, entre otras.
Cabe dudar, sin embargo, de la eficacia de esas medidas para afrontar un fenómeno que se ha vuelto ya una crisis humana y que ha convertido al Mediterráneo en una trampa mortal para miles de inmigrantes que intentan llegar al viejo continente en busca de mejores condiciones de vida.
Cabe recordar que en lo que va del año más de mil 750 migrantes han perdido la vida al intentar cruzar de África a Europa a bordo de embarcaciones precarias, 30 veces más que en el mismo periodo de 2014, de acuerdo con cifras de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM).
No es casual que, ante la magnitud del problema, las principales agencias de inmigración, refugiados y derechos humanos pertenecientes a la Organización de Naciones Unidas hayan pedido ayer mismo a la Unión Europea que vaya más allá del enfoque minimalista con que se aborda el tema migratorio en ese conglomerado de naciones.
En efecto, con las medidas anunciadas por Bruselas las naciones no resolverán el problema, sino que harán más difícil, peligrosa y mortífera la ruta de los inmigrantes hacia el viejo continente; incrementarán los costos que les son requeridos por los traficantes de personas y potenciarán el drama humano que implica llegar a las costas europeas del Mediterráneo.
La migración es un fenómeno inherente a las civilizaciones y tan antiguo como la humanidad misma. Lejos de intentar suprimirlo, las metrópolis planetarias tendrían que adoptar medidas que conlleven a disminuir las condiciones de precariedad y riesgo en que se colocan las personas que buscan trasladarse a otro lugar sin contar con los documentos necesarios para ello.
En el caso europeo, la responsabilidad moral con los inmigrantes es doble, particularmente con los africanos, si se toma en cuenta la responsabilidad que las naciones europeas han tenido en el historial de saqueo y la convulsión que han padecido las naciones africanas.