La vacuna argentina y “soviética” contra la Covid, la importancia de la industria nacional y los escandaletes opositores
Detrás de las discusiones sobre la política sanitaria del gobierno progresista argentino de Alberto Fernández asoma el bloqueo impuesto por los países centrales a las vacunas e insumos para fabricarlas y la necesidad de contar con una industria farmacéutica fuerte. Los absurdos planteos sobre de la trasnacional Pfizer mientras escala el plan de vacunación.
El cerrojo que impusieron las economías centrales a vacunas e insumos sanitarios cuando se declaró la pandemia ha sido una demostración contundente de la importancia estratégica de contar con industria farmacéutica propia. Argentina tiene una vacuna autóctona en desarrollo, otra asociada con México y este viernes los presidentes Alberto Fernández y Vladimir Putin, de Rusia, lanzaron la Sputnik V, “Vida”, la vacuna “soviética”, cuya línea de producción completa la efectuará en el país el laboratorio Richmond.
Argentina podría haber impulsado el desarrollo de vacunas diseñadas, elaboradas y producidas por científicos de Conicet y de la Universidad de San Martín, pero el proyecto recién estaría terminado a fin de año. La urgencia obligó a buscar opciones inmediatas. La primera fue desarrollar la vacuna de AstraZeneca en sociedad con México, un proyecto que surgió a partir de la conjunción de los laboratorios mAbxience, del empresario argentino Hugo Sigman, con la inversión del empresario mexicano Carlos Slim, quien puso como condición que el principio activo de la vacuna que se produce en Argentina, fuera envasado en el laboratorio mexicano Liomont.
La parte argentina produjo el principio activo para millones de vacunas y las envió a México donde quedaron paralizadas porque Estados Unidos no permitía exportar los filtros específicos para fraccionar y envasar el medicamento. Fue otra demostración de la forma como las economías centrales obstaculizan el desarrollo tecnológico de las economías periféricas, porque ese desarrollo las independiza.
El escandalete Pfizer
Los desvelos de la oposición por la vacuna preferida por los Estados Unidos motivó el jueves la frase certera del jefe de Gabinete, Santiago Cafiero: “parecen visitadores médicos antes que políticos”. No cerrar las negociaciones con Pfizer ha sido una de las principales críticas de la oposición. El argumento se completa con que detrás de los problemas con Pfizer habría prejuicios antinorteamericanos.
En realidad, la primera opción fue Pfizer porque parecía que sería la primera en llegar a los mercados. Fue la primera en obtener la aprobación de la Anmat porque además, parte de la fase tres de la vacuna se realizó en Argentina. AstraZeneca surgió después de Pfizer, cuando todavía se estaban desarrollando las negociaciones con el laboratorio estadounidense (que absorbió a Parke Davis), uno de cuyos principales accionistas es el fondo de inversión BlackRock y que cuenta con un poderoso lobby diplomático y mediático.
El expresidente Donald Trump prohibió la salida de Estados Unidos de las vacunas, con lo que Pfizer tuvo muchas dificultades para cumplir sus contratos. La urgencia de los gobiernos puso una tensión máxima. Los laboratorios de la Unión Europea que producen Pfizer abastecieron Alemania, pero Gran Bretaña monopolizó la vacuna de AstraZéneca, con lo que retrasó el programa de vacunación en varios países.
Israel, con nueve millones de habitantes, realizó la campaña de vacunación más rápida. Cuenta con una fuerte estructura de salud que puso a disposición del laboratorio para que haga un seguimiento estrecho de su producto pero, para conseguirlas, tuvo además que pagar cerca de 50 dólares la vacuna de Pfizer, el doble de lo que pagaron los europeos.
Las causas del fracaso de la negociación
La carrera contra la propagación del virus, determinó que se acortara la fase tres de todas las vacunas. De lo contrario la vacunación se habría demorado uno o dos años. Lo que hubiera significado millones y millones más de muertos. La OMS y las instituciones de control sanitario de todos los países dieron una aprobación “de emergencia” por lo que los laboratorios plantearon que los eximieran de responsabilidad. Los organismos de salud consideraron que estaba suficientemente probada su eficacia sin que se manifestaran consecuencias negativas y el pedido de los laboratorios resultó aprobado.
Presionado por sus limitaciones para abastecer todos los contratos, Pfizer alargó la negociación con Argentina, donde a la eximición de responsabilidad se le había agregado una cláusula por negligencia. O sea: no se exime a los laboratorios si las vacunas llegan en mal estado. Pfizer no acepta esta cláusula. Y el gobierno no acepta poner como garantía ante cualquier reclamo a los activos soberanos del país. Que pueden ser desde los glaciares, hasta el buque escuela.
En diciembre, el gobierno tenía contratos por 47 millones de vacunas. Estas alternativas (desde que se empezó con Pfizer, se habló con AstraZeneca, con Sputnik, Sinopharm y Covax), no fueron meses, sino que se realizaron en pocas semanas entre noviembre y diciembre del año pasado, muchas fueron en forma simultánea y todavía se mantienen otras negociaciones. En diciembre del año pasado, el gobierno calculaba que para agosto de este año estaría vacunada más de la mitad de la población. Pero los retrasos en enero y febrero, de todos los contratos, incluso con la Sputnik, hicieron que en los primeros meses la vacunación fuera lenta.
En este momento el monitor público de vacunación señala que hay 10 millones y medio de personas con una dosis y 3 millones con las dos. Si se mantiene el ritmo de vacunación actual, el gobierno llegaría a fines de julio no muy lejos de la meta que se propuso, aún cuando la mayoría tuviera solamente la primera dosis.
De 30 millones de vacunas que Covax distribuyó en América Latina, menos del diez por ciento ha sido de Pfizer. El escándalo que trató de armar la oposición porque supuestamente el gobierno se hubiera negado a recibir esa vacuna resulta insostenible.
No se trata de un organismo de caridad. Aunque financiada, las vacunas se pagan en el caso argentino. Y además de los gobiernos y la OMS, en Covax hay representantes de la industria y otros actores del mercado. Covax nunca hubiera entregado vacunas Pfizer a un país que no terminó de negociar con ese laboratorio porque hubiera interferido con la transacción.
Pfizer no entrega, CABA no consigue
Junto con Sputnik y Moderna, Pfizer está entre las tres vacunas con una eficacia mayor del 90 por ciento. Pero es más cara, y su manipulación es problemática porque hay que mantenerla a 70 grados bajo cero. Y, de haberla tenido, no hubiera cambiado nada. Chile había firmado contratos por 10 millones de vacunas Pfizer en diciembre del año pasado y el primer embarque fue de 21 mil. Después de varios meses lleva recibidos dos millones y la mayoría de su campaña debió hacerla con la china Sinovac. Brasil hizo contratos con Pfizer por cien millones de vacunas y sólo recibió un millón. Todos los laboratorios mostraron atrasos por las presiones en los mercados.
Otro punto de roce ha sido que la oposición rechazó que el gobierno nacional concentrara la adquisición de vacunas y otros insumos sanitarios. Este sistema se aplicó para impedir que el país reprodujera entre las provincias las dificultades que produce la desigualdad entre países ricos y pobres, aunque la ley aprobada sobre la gestión de las vacunas permite que cada provincia, si quiere y puede, desarrolle sus propias compras. El miércoles, el gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA) informó que habían fracasado sus gestiones con Pfizer, AstraZeneca y Moderna.
Pero el viernes, el que anunció que había firmado un contrato por diez millones de vacunas con la India, no fue un gobernador opositor, sino Axel Kicillof. Dijo que de todos modos entregará las vacunas de Covaxin al gobierno nacional.