La toma de Gaza, los repudios a Netanyahu y el papel de las FDI
Gustavo Veiga
El criminal de guerra que gobierna Israel aprobó junto a su gabinete de seguridad la conquista de la ciudad más importante y populosa de la Franja. Si ya fueron asesinados más de 60 mil palestinos, la masacre podría aumentar mucho más. Las Fuerzas de Defensa en realidad no son de defensa. Hace décadas que viven a la ofensiva contra los pueblos de la región.

Las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) se aprestan a conquistar la ciudad de Gaza, capital de la Franja, como si fuera un logro militar. El premier Benjamín Netanyahu, criminal de guerra según la Corte Penal Internacional (CPI) – pero todavía lejos de ser juzgado -, quería llegar más lejos. Su objetivo era apoderarse de los 365 kilómetros cuadrados de todo el territorio palestino, en medio de una infraestructura arrasada, la hambruna generalizada y la crisis hídrica que ya avanza.
La OMS, según su director el etíope Tedros Adhanom, constató en julio pasado que casi 12.000 niños menores de cinco años padecen desnutrición aguda, el mayor número mensual jamás registrado hasta ahora desde que comenzó la programada destrucción del país.
Son, según el jefe de Estado israelí, “el ejército más moral del mundo”. Chris Sidoti, un prestigioso jurista australiano con trayectoria en la defensa de los Derechos Humanos e integrante de la Comisión Internacional de Investigación independiente sobre el Territorio Palestino Ocupado hasta julio último, lo llama distinto: “Uno de los ejércitos más criminales del mundo”.
Si no hay certezas sobre el resultado que deparará la operación militar anunciada por Netanyahu sobre el nucleo urbano donde se concentra casi la mitad de los habitantes de la Franja, si es evidente otro tema. Se profundizará la tragedia humanitaria que atraviesa su población. Ya lo dijeron en las últimas horas varios países, incluso aliados de Israel. El primer ministro de Reino Unido, Keir Starmer, calificó como un “error” la proclama de tomar Gaza.
Alemania fue más allá. Su canciller Friedrich Merz en respuesta al plan, afirmó que su gobierno no aprobará ninguna exportación de equipo militar a Israel que pueda utilizarse en la Franja “hasta nuevo aviso”. Esta declaración causó alto impacto por los vínculos históricos entre los dos países desde la Segunda Guerra Mundial.
“Cada vez es más difícil comprender cómo el plan de Israel puede contribuir a lograr objetivos legítimos”, subrayó Merz. A fines de mayo pasado, Alemania se había opuesto a un embargo de armas propuesto por España. Ahora esa actitud cambió.
La política genocida de Netanyahu y su gabinete ha ido modificando la mirada internacional sobre el estado de Israel. “Los ataques contra escuelas que albergan a familias desplazadas ponen de manifiesto la matanza generalizada que sus fuerzas han llevado a cabo en Gaza”, declaró el director adjunto de Crisis, Conflictos y Armas de Human Rights Watch, Gerry Simpson. En un comunicado la ONG reclamó que “otros gobiernos no deberían tolerar esta horrible matanza de civiles palestinos que solo buscan refugio”.
Pero el régimen de Israel niega que su bloqueo a la ayuda humanitaria esté causando una hambruna y acusa a Hamás de “robar los suministros que llegan”. Según Michael D. Higgins, el presidente de la República de Irlanda que reconoció oficialmente a Palestina en mayo de 2024, hay “6 mil camiones con suficiente comida para tres meses” que esperan ingresar a Gaza, pero están siendo bloqueados. Calificó esa conducta de “escandalosa”.
Las protestas contra la toma de Gaza tienen un efecto multiplicador a escala global que vuelve a sentirse también en Israel. Hubo varias manifestaciones ciudadanas en el interior del país. Las protagonizaron familiares de los rehenes todavía retenidos por Hamás, soldados disidentes y religiosos ultraortodoxos. Se bloquearon carreteras y hubo piedrazos para la policía, informó el medio árabe Al Mayadeen.
Un diputado de la Knéset (Parlamento), Ofer Cassif, fue expulsado del recinto esta semana en plena sesión. Había denunciado el genocidio en Gaza, utilizando una cita del prestigioso escritor israelí David Grossman, publicada en una entrevista en el diario italiano La Repubblica.
Mientras tanto, los medios reportan que en el interior de Gaza miles de personas acuden a una zona militarizada cerca del cruce de Zikim, en el norte de la Franja. Tratan de conseguir harina del Programa Mundial de Alimentos. La Unión Europea, según Reuters, denunció que “factores obstructivos significativos continúan socavando las operaciones humanitarias y la entrega de ayuda a Gaza, en particular la falta de un entorno operativo seguro para permitir la distribución de ayuda”.
La operación para apropiarse de la capital de la Franja podría llevar cinco meses y según el ejército demandaría la utilización de 200 mil reservistas. Sería una nueva ofensiva por tierra que multiplicaría las víctimas mortales en Gaza que ya superaron las 60 mil, según su ministerio de Salud (61.158 palestinos hasta el 6 de agosto). La cifra contiene a 1600 trabajadores de la Sanidad, 310 de la UNRWA, un organismo de Naciones Unidas para los refugiados y 232 periodistas. El 80 por ciento del total son civiles.
La responsabilidad de esas muertes sobre el terreno fue obra de las FDI, con el apoyo armamentístico de EE.UU y varios estados europeos. Su historia de crímenes de guerra ha sido difundida de a fragmentos. En esta invasión que se acerca a los dos años utilizó fósforo blanco, un químico incendiario. En ofensivas anteriores y la actual campaña apeló a la táctica de los “escudos humanos” que emplea a adolescentes o adultos palestinos como señuelo en campos minados o los mismos túneles que utiliza Hamás para seguir manteniendo a los rehenes israelíes que quedan con vida en Gaza.
Según Michael N. Schmitt, profesor de West Point experto en el uso de este recurso, el ejército israelí es el único que lo utiliza actualmente. Sí aclaró que no había sido el primero. Recordó que las tropas estadounidenses hicieron lo mismo en la guerra de Vietnam.
* Periodista argentino. Es docente por concurso de la carrera de Comunicación Social de la Universidad de Buenos Aires (UBA) y de la tecnicatura de Periodismo Deportivo en la Universidad de La Plata (UNLP). Colaborador del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE)