La sangre de Macerata: Ocho heridos por un ataque racista en Italia.

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Gennaro Carotenuto|

La muerte y el descuartizamiento de una mujer en la ciudad de Macerata se transformaron en un hecho nacional y político. Los sectores fascistas no tardaron en culpar a los inmigrantes en general –sobre todo a los negros– por el caso, y Silvio Berlusconi llamó a deportar 600 mil inmigrantes. En los medios y en las redes la narrativa de la “invasión extranjera” se extendió. Un neofascista aprovechó la ocasión para “vengarse”: agarró su pistola y salió a cazar negros por la ciudad.

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Luca Traini, el autor del tiroteo, fue candidato de la ultrderechist Liga Norte

Cuando el 31 de enero en las afueras de Macerata, una pequeña ciudad del centro de Italia, cerca del mar Adriático, sede de una antigua universidad, se encontraron en dos valijas los restos de una jovencita, Pamela Mastropietri, de 18 años, nadie pensó que ese hallazgo daría pie a un hecho político y terrorista de mayor relevancia, ni que podría condicionar las elecciones políticas de uno de los principales países de Europa. Pamela había llegado desde Roma y estaba hospedada en un centro de recuperación para drogadictos situado en las colinas donde se asienta la ciudad. El último lunes de enero recogió sus haberes y se escapó a dedo. Probablemente aceptó tener sexo por plata con el tipo, un cincuentón local que la levantó y se aprovechó de su fragilidad. Con la plata Pamela compró una dosis de heroína a uno de los “camellos” nigerianos que venden droga en la calle. Ahí se perdió Pamela.

Innocent Oseghale, llegado de Nigeria, aun con este nombre absurdo –inocente– es un culpable perfecto, un “culpable genético”. Enseguida la opinión pública se convenció de que había habido una violación y posterior asesinato de la joven. Y que el hombre negro viole a la mujer blanca es autoevidente para el imaginario racista. Aunque en el departamento de Oseghale encontraron miles de rastros y sangre de la víctima, la autopsia –hasta ahora– confirmaría que la joven falleció de una sobredosis. Pero para la muchedumbre racista este es un mero detalle: fueron los negros –todos– los que violaron a la mujer blanca. Aunque no la haya asesinado, también Innocent se perdió: descuartizó el cuerpo de la pobre Pamela, logró meter los trozos en dos valijas, tomó un taxi, se bajó en el campo y se deshizo de ellos. 

El odio y la violencia

Resultado de imagen para La sangre de MacerataItalia y Macerata, donde pocas horas después estalló el escándalo del caso, están estremecidas, a punto de ebullición. Faltando un mes para las elecciones generales del 4 de marzo (véase recuadro), el país sigue sumido en una larga crisis. Por si fuera poco, no hay lugar donde la gente esté más desorientada por los medios de comunicación y por los emprendedores del odio político que Italia. El gran capitalizador de este odio es el cuarentón líder de la Liga, Matteo Salvini. Los otrora separatistas que odiaban y discriminaban a los italianos del sur, hoy se hicieron nacionalistas y captan el capital político del odio contra los inmigrantes.

A diario atizan el miedo y difunden mentiras sobre todos aquellos que llegan desde el hemisferio sur: sirios prófugos, hambrientos de África negra, trabajadores asiáticos, integrantes de maras centroamericanas. Salvini vive figurando en los canales de televisión y para él todos los extranjeros son terroristas islámicos, o ladrones, o violadores, o vehículos de trasmisión de epidemias medievales. Cuando en un caso de rapiña o violación aparece implicado un inmigrante o un musulmán, quienes miran tevé o se pasan memes por Facebook son inducidos a ver diez migrantes, cien musulmanes, mil violaciones. Prosperan en Italia organizaciones neofascistas que se han ido acercando a la Liga y que insisten en las culpas colectivas cuando hay responsabilidades individuales; la esencia del racismo.Resultado de imagen para Macerata victimas

Es una invasión imaginaria que condiciona la vida política. Ya no se habla de trabajo, corrupción, mafias, desigualdad y los demás problemas de un país que necesitaría una gran dosis de renovación. La inmigración ocupa todo el espacio mediático y de las redes sociales cada día, cada hora del año. Fue de este modo que la derecha ganó la batalla parlamentaria contra la ley que hubiera otorgado la ciudadanía a los 800 mil niños nacidos en Italia de padres inmigrados. Durante cinco años la presidenta de la Cámara de Diputados, Laura Boldrini –patrocinadora de la ley de ius soli, una mujer con una larga carrera de defensa de los derechos de los migrantes y de las mujeres–, vivió bajo continuos insultos, calumnias y amenazas. Está obligada a vivir bajo escolta policial. Los fascistas no se quedan quietos en sus casas, en los últimos cinco años han sido censados al menos 140 actos de violencia, y al menos una masacre, en Florencia, cuando fueron asesinados tres senegaleses.

Una “comunidad de sangre”.

Resultado de imagen para La sangre de MacerataFue en Macerata donde nació Boldrini, la mujer más odiada por los xenófobos en Italia. Aunque debería ser una gloria local, también sus conciudadanos la odian. La ciudad, algo aislada, en la región de Las Marcas, está situada sobre las esplendorosas colinas que miran a los Balcanes. Es un territorio con un pasado campesino y de migraciones hacia el Río de la Plata, con una historia reciente de industrialización focalizada en la fabricación de zapatos que durante unas décadas dejó una ilusión de riqueza ilimitada. La comunidad se autopercibía como viviendo en una tierra armónica, de valores positivos, y donde, después de siglos de pobreza, cierto bienestar estaba por fin garantizado casi que por derecho divino.

Cuando en 2016 la provincia fue golpeada por un terremoto y no pudo levantarse, quedó claro que su modelo de desarrollo estaba en fase terminal. Macerata es una “comunidad de sangre”, aún muy encerrada en vínculos de parentezco, que nunca aceptó realmente a los pocos italianos del sur que llegaron en la posguerra. Aunque un poco más solapada, allí existe la misma discriminación que en el norte: desconfían. Cuando empezaron a llegar unos cuantos extranjeros desde Albania, Senegal y Bangladesh, los maceratenses no entendieron que venían para quedarse. Las comunidades de blut und boden–sangre y suelo–, las de las naciones decimonónicas, tienen características tribales que llevan a que los lazos familiares lo sean todo. Un ejemplo de ello lo dio el propio intendente, Romano Carancini –un abogado católico de una muy tibia centroizquierda–, cuando en agosto de 2017 le otorgó la ciudadanía honoraria a la actual vicepresidenta argentina, Gabriela Michetti, porque “tiene cuatro cuartos de sangre nuestra”.

La toma de Macerata.

Cerca de Macerata también vivía Luca Traini –de 28 años, cabeza rapada, tatuajes Resultado de imagen para La sangre de Maceratanazis, y cuyos héroes son Mussolini y Salvini–, desde su adolescencia militante en todas las organizaciones neofascistas de la zona. Traini hizo méritos y en 2017 la Liga le ofreció el último lugar en su lista para las elecciones en un pueblo de la zona. Como muchos de su generación, tiene estudios secundarios: futuro y trabajo inciertos. Vivía aún con su madre, y guardaba una pistola. Pasaba su tiempo engrosando su musculatura en el gimnasio. Desde allí pretendía difundir todas las leyendas negras que la prensa derechista inventó y la extrema derecha del siglo XXI repite; por ejemplo que las migraciones son un complot de la Unión Europea (que la extrema derecha soberanista odia como al peor de los males) para “sustituir la raza blanca por la negra”. Fue expulsado por proselitismo neofascista hasta del gimnasio.

La mañana del 3 de febrero era tranquila en los pueblos del interior, a pesar de la tragedia de Pamela. Pero Luca no estaba tranquilo. Toda su vida había estado embebiéndose de odio, y su sangre hervía de furia contra todos los negros que, según él, mataron a Pamela como todos los judíos a Cristo. El caso le dio la ocasión soñada; una excusa para actuar. Ahí se perdió Luca. Cargó su arma, una Glock semiautomática fabricada en Austria, y se subió a su Alfa Romeo 147 negro. Duró más de una hora la cacería del fascista. Disparó contra todos los negros que vio, los que encontró en las paradas de ómnibus, en la calle, trabajando, viviendo su vida.

Resultado de imagen para Macerata victimasLa esencia del terrorismo es golpear así. Tiró más de treinta tiros que alcanzaron a Wilson Kofi, de 20 años, oriundo de Ghana; a Omar Fadera, 23 años, de Gambia; a Jennifer Otiotio, la única mujer, de 25 años, de Nigeria; Mahamadou Toure, 28, de Mali; a Festus Omagbon, 32 años, y Gideon Azeke, de 25, ambos de Nigeria, y otro par de personas que no quisieron identificarse. Dos se encuentran en estado grave y de milagro nadie murió. Traini también disparó contra un comité de base del PD. Odia al Partido Democrático, que identifica como el que hizo posible la supuesta invasión de inmigrantes.

Durante horas la ciudad estuvo tomada por un solo hombre. Los niños encerrados en las escuelas, la gente en las casas, en las tiendas, el mismo terror vivido en el París del club Bataclan o en la Nueva York del 11 de setiembre, pero diminuto, a escala de Macerata: un centro histórico medieval y las pocas manzanas que lo rodean. Al rendirse, el fascista hizo aun más político su gesto: frente al monumento a los caídos construido por Mussolini, se envolvió en la bandera tricolor y gritó consignas fascistas mientras los policías lo sujetaban. Un acto políticamente muy lúcido.

Auge de la derecha.

Quizás lo peor se manifestó después. Las redes sociales, especialmente las de los medios digitales locales, explotaron en defensa del terrorista. El efecto bola de nieve fue inmediato: “Es la justa rabia contra los negros”“Quiso vengar a Pamela”“Hizo bien”“Por fin alguien lo hizo”. No son apologistas aislados. El abogado que la organización fascista le pagó a Traini dice estar preocupado por las tantas muestras de apoyo que recibe en la calle. Los que siempre denunciamos el fascismo y el racismo nos descubrimos en franca minoría. Resultado de imagen para italia auge de la derecha fascista

La política, copada por una campaña electoral sucia, quiere relativizar el hecho, evitar palabras como fascismo, “fascioleguismo”, terrorismo. Le sirve más que la acción paradigmática de un terrorista pase como la actuación de un loco suelto. Recordar el hecho indiscutible de que el terrorista es un candidato de la Liga sería lamentable. Terroristas son los otros, nunca los blancos. La batalla simbólica ha sido rotundamente ganada por la derecha. Palabras como integración e igualdad son rechazadas por mayorías enormes, y el conflicto de clase ha sido completamente eclipsado por un presunto conflicto racial. Mientras tanto, el intendente Carancini se niega a visitar a las víctimas del atentado terrorista, aun cuando miles de voces se lo piden. La comunidad de sangre es la de los blancos, los maceratenses de pura cepa; Luca Traini es uno de nosotros, los negros no.

Elecciones generales en Italia: el mal menor y el mal mayor

Desde que el último gobierno dirigido por Silvio Berlusconi dimitió, en noviembre 2011, sumido en una crisis ética y económica (el gran protagonista del último cuarto de siglo fue sucesivamente condenado por fraude fiscal e inhabilitado para ocupar cualquier cargo político), se han alternado distintos gobiernos tecnócratas o de coalición. Después del economista neoliberal Mario Monti, la centroizquierda ganó las elecciones en 2013 pero sin alcanzar la mayoría, por lo cual tres distintos dirigentes del Partido Democrático (PD), entre ellos el meteórico Matteo Renzi, se alternaron en la presidencia del gobierno, evitando el default del país pero enfrentando un creciente rechazo de la opinión pública.

Resultado de imagen para Matteo RenziPor lo tanto la centroizquierda de Matteo Renzi está lejos de tener esperanza de ganar por mayoría. Algunos viejos cuadros poscomunistas, jubilados por Renzi, entre ellos Massimo D’Alema, se separaron del partido para volver a tener otra chance bajo otro lema. La única novedad en la izquierda es un movimiento surgido desde abajo, Poder al Pueblo, formado a partir de los movimientos sociales, especialmente napolitanos; la capital del sur es el laboratorio político más interesante. Pero, víctima del silencio de los medios, sería un milagro que alcanzara el 3 por ciento necesario para entrar en el parlamento.

Lejos del 40 por ciento de los votos que consiguió Renzi en su primera elección, según los sondeos para la próxima no alcanzaría siquiera el 25. Con 81 años e inhabilitado a candidatearse, Berlusconi –que hay que reconocer es un fenómeno comunicacional– sigue siendo el líder de las derechas. Ahora se presenta como el abuelito sabio y simpático, dejando de lado cualquier tinte conflictivo. Con propuestas de medidas en favor de los ancianos y para los amantes de las mascotas, convencerá a entre un 13 y un 15 por ciento. Para la centroizquierda, aliarse con él en una gran coalición a la alemana sería el mal menor.

El mal mayor sería que el principal aliado de Berlusconi, la Liga, de Matteo Salvini, queImagen relacionada sigue radicada en el norte pero ya no se llama Liga Norte (una manera de intentar captar el voto en el resto de Italia), superara en votos a Silvio –están igualados en los sondeos– y alcanzara la mayoría. En este caso se abriría el abismo de un gobierno monopolizado por el “fascioleguismo” antimigrante y anti-Europa, muy parecido a la extrema derecha que gobierna Polonia y Hungría. El partido que encabeza las encuestas, con alrededor del 30 por ciento de la intención de voto, es el Movimiento Cinco Estrellas –del joven líder napolitano Luigi di Maio–, que ha variado mucho sus posicionamientos políticos, orientándose hacia un populismo de centroderecha. No logrará gobernar, la ley electoral votada por Berlusconi y Renzi lo penaliza mucho, pero sus millones de votos demuestran la crisis de toda la política tradicional.