La religión neoliberal

VINCENC NAVARRO| Hoy, la religión dominante que rige el quehacer de la mayoría de gobiernos a los dos lados del Atlántico Norte no es la religión cristiana, sino un sistema de creencias que tiene su propia ideología y narrativa, con popes y sacerdotes, altamente promovidas en los medios, que en gran manera están financiados o son altamente dependientes de una fuerza no divina, sino humana, centrado en el grupo de presión político y mediático más importante del mundo occidental: el capital financiero, en el cual la banca juega el papel central.

neoliberalismoY utilizo la expresión “religión” (sin ánimo de ofender o insultar a la feligresía de tal creencia), puesto que las bases en las que se fundamentan esas creencias son dogmas, que se sostienen a base de fe y no de evidencia científica. Constantemente, en los programas de economía patrocinados en los mayores medios de información (véase el programa E-Konomía, de La Vanguardia o los programas económicos de Catalunya Ràdio o TV3) se presentan posturas claramente ideológicas como si fueran científicas (pertenecientes a las “ciencias económicas”), cuando toda la evidencia existente muestra la falsedad y/o error de tales creencias. Y a base de repetirse día tras día, se convierten en dogmas generales incorporados en la cultura general.

Encontramos múltiples ejemplos de estos dogmas. Uno de ellos es la necesidad de reducir el déficit público, pues de no reducirlo se incrementará la deuda pública, lo cual creará un problema grave, pues cuando la deuda alcance altos niveles (algunos gurús de la Harvard University dijeron 90% del PIB) los países tendrán enormes dificultades en conseguir prestado dinero. Se asume así que los Estados no podrán pagar esta deuda pública y perderán la confianza de los mercados financieros, con lo cual ser será muy difícil conseguir dinero prestado, forzándoles a tener que pagar intereses altísimos en sus bonos públicos para poder venderlos. Y se cita a España como un ejemplo de ello. Hasta aquí el dogma neoliberal.

Veamos ahora la evidencia que avala o falsifica tal dogma. Y hay un caso clarísimo de que este dogma no es creíble. Me estoy refiriendo al Japón, cuyo gobierno estuvo también imbuido de tal dogma por muchos años, hasta que un gobierno (conservador, por cierto), decidió romper con ese dogma y tomó decisiones contrarias a la sabiduría convencional que reproduce la Troika en la Unión Europea (es decir, el Fondo Monetario Internacional, la Comisión Europea y el Banco Central Europeo). Decidió, pues, aumentar el gasto público de una manera muy, pero que muy acentuada, disparándose el déficit público hasta alcanzar una cifra equivalente al 10% de su PIB, permitiendo que su deuda pública alcanzara el nivel de 245% del PIB. Consecuencia de ello es que la economía, que había estado prácticamente paralizada desde hacía mucho tiempo (estancada como resultado de las políticas neoliberales) creció rápidamente, creciendo un 3,6% sólo ya en el primer trimestre de este año.

Y lo que es incluso más importante es que tanto el desempleo como el porcentaje de la población ocupada han mejorado también de una manera muy notable. La tasa de ocupación ha aumentado un 0,6% por año, seis veces más que en EEUU (en términos estadounidenses ello hubiera implicado 1.3 millones más de puestos de trabajo en seis meses) y casi doce veces superior al promedio de los países de la Eurozona, donde esta tasa ha estado disminuyendo de una manera más que alarmante.

Según el dogma neoliberal, estas políticas expansivas deberían haber tenido un impacto desastroso en dos frentes. Según este dogma, la deuda creada del 245% del PIB debería implicar que la desconfianza de los mercados financieros sobre la posibilidad de que el Estado japonés pagara la deuda fuera enorme, forzándoles a pagar unos intereses de su deuda pública elevadísimos. Pues bien, los datos señalan lo contrario. Los intereses de los bonos públicos (a largo plazo, 10 años) del Estado japonés son de los más bajos del mundo (0,8%). El pago del Estado en intereses de la deuda pública representa solo un 0,9% del PIB, también uno de los más bajos del mundo. Varias son las causas de esta situación, pero una de gran importancia es que Japón tiene un Banco Central (que no tienen ni España, ni la Unión Europea ni la Eurozona) que está dispuesto a imprimir dinero y con ello comprar tantos bonos públicos del Estado como sea necesario (cosa que el BCE no hace).

Y ahí está una de las mayores causas de que los países periféricos de la Eurozona tengan unos intereses escandalosamente altos en sus bonos públicos. Sus Estados no están protegidos frente a la especulación de los mercados financieros, con lo cual, la banca les fuerza a pagar unos intereses altísimos que reducen considerablemente sus recursos (causa de los recortes de gasto público social). Y este diseño del BCE no se debe a la incompetencia, sino a una política neoliberal diseñada para debilitar a los Estados y cargarse sus Estados del Bienestar. Si usted, al leer estas notas, se cree que cuando yo hablo de “diseño” por parte del capital financiero (en su desarrollo de la estructura financiera de la Eurozona) es síntoma de paranoia (como algunos críticos me han insultado), le aconsejo que se lea, no la historia oficial de la UE, sino los documentos que se están publicando sobre como se construyó el BCE (ver mi blog www.vnavarro.org, sección Economía política), y espero que pierda su ingenuidad. Es importante por su bien y el de su país que la pierda tan pronto como sea posible.

Una última observación. Otro dogma que se está mostrando por lo que es, es el de que la impresión de dinero por el Banco Central creará inflación. Pues bien, el Banco Central japonés ha impreso millones y millones de yenes y la inflación continúa siendo muy baja, demasiado baja según este Banco Central, de manera que está imprimiendo más y más dinero hasta que la inflación suba a un 2%, lo cual iría bien, pues podría facilitar así la reducción de la deuda pública.

*Catedrático de Políticas Públicas, Universidad Pompeu Fabra y Profesor de Public Policy en The Johns Hopkins University. En su columna “Dominio Público” en el diario PÚBLICO, 12 de septiembre de 2013