La protección social contribuye a reducir el trabajo infantil: lindo slogan, nefasta realidad
Eduardo Camin |
La protección social reduce la pobreza y la vulnerabilidad de las familias, disminuyendo así los principales factores que impulsan el trabajo infantil, según un nuevo informe del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) y la Organización Internacional del Trabajo (OIT).
El informe “El papel de la protección social en la eliminación del trabajo infantil: Examen de datos empíricos y repercusiones políticas” presenta una serie de estudios realizados desde 2010 que muestran cómo la protección social –al ayudar a las familias a hacer frente a las crisis económicas o de salud – reduce el trabajo infantil y facilita la escolarización. se ha avanzado muy poco en garantizar que todos los niños disfruten de la protección social, dice el estudio.
En todo el mundo, el 73,6%, es decir, unos 1.500 millones de niños de hasta 14 años, no reciben ninguna prestación familiar o infantil en efectivo. Esta gran brecha de protección debe cerrarse y cerrarse rápidamente, dice el informe. “Hay muchas razones para invertir en la protección social universal, pero la eliminación del trabajo infantil tiene que ser una de las más convincentes, dado su pernicioso impacto sobre los derechos y el bienestar de los niños”, señaló Guy Ryder, Director General de la OIT.
A principios de 2020, uno de cada diez niños de 5 años de edad o más estaban en situación de trabajo infantil en todo el mundo, unos 160 millones de niños, o a 63 millones de niñas y 97 millones de niños. A pesar de algunos progresos realizados en la lucha contra el trabajo infantil en los dos últimos decenios, los datos más recientes revelan que, a nivel mundial, la lucha contra el trabajo infantil se ha estancado desde 2016 (OIT y UNICEF 2021).
Estas tendencias estaban presentes incluso antes de la crisis de Covid-19. Se estima que, sin estrategias de mitigación, el número de niños en situación de trabajo infantil podría aumentar en 8,9 millones para finales de 2022, debido, en gran parte, al aumento de la pobreza.
Sin dudas que los gobiernos pueden desplegar una serie de medidas para promover la protección social. Si los responsables políticos no actúan con decisión, la pandemia, los conflictos actuales, el aumento de la pobreza y el cambio climático no harán sino aumentar la prevalencia del trabajo infantil, afirma el estudio. Para fortalecer los sistemas de protección social para prevenir y eliminar el trabajo infantil, el informe hace una serie de recomendaciones:
- Cerrar la brecha de cobertura de la protección social para los niños. Esto significa dar prioridad a las prestaciones por hijos, así como ampliar la protección social a los dos mil millones de trabajadores de la economía informal, apoyando así su transición de la economía informal a la formal.
- Construir sistemas de protección social integrados. Reducir el trabajo infantil será más fácil si los países cuentan con un sistema de protección social que ofrezca prestaciones adecuadas a lo largo de todo el ciclo vital, desde las prestaciones infantiles y familiares, las de maternidad y desempleo hasta las pensiones de jubilación, así como la protección sanitaria.
- Garantizar que el diseño de los programas de protección social sea inclusivo y tenga en cuenta el trabajo infantil. Esto ayudará a maximizar la reducción del trabajo infantil y requiere:
- Implementar prestaciones infantiles y familiares que lleguen a todos los hogares con niños, especialmente a los que se encuentran en situaciones de mayor vulnerabilidad.
- Facilitar que los cuidadores reciban sus prestaciones de protección social simplificando los procedimientos de registro y ofreciendo diferentes mecanismos de pago de las prestaciones
- Complementar los programas de protección social con una mayor inversión en educación básica universal de calidad y otros servicios sociales vitales para los niños.
- Aprovechar el fuerte compromiso político que ya existe para acabar con el trabajo infantil y establecer una protección social universal para reforzar el consenso para la acción. La Agenda de Desarrollo Sostenible y el fuerte consenso acordado por la Conferencia Internacional del Trabajo en 2021, así como el resultado de la conferencia sobre trabajo infantil de Durban, pueden ayudar a coordinar las iniciativas internacionales.
- Promover la inversión en sistemas de protección social como motor del desarrollo. Casi todos los países tienen la posibilidad de movilizar recursos nacionales para invertir progresivamente en el refuerzo de sus sistemas de protección social de la infancia.
Las causas ocasionadas por el modelo de desarrollo capitalista
En líneas generales, un informe es en realidad un documento que tiene como fin poder comunicar un conjunto de información recogida y previamente analizada según determinados criterios científicos. Evidentemente junto con los informes surgen y nos interpelan cuestiones sensibles entre la teoría y la praxis, entre la realidad y el relato, cuestiones que nos preocupan y muchas veces son los mecanismos ausentes en los informes.
Hemos sostenido que ninguna práctica económica es neutral ni está, por lo tanto, desligada de la valoración normativa, y que en este sentido consideramos que el capitalismo no debe verse simplemente como un sistema económico sino como un orden social institucionalizado. Entonces la pregunta que nos hacemos es la que adolece en esencia el Informe sobre el trabajo infantil: ¿tiene sentido cuestionar la moral del capitalismo en su conducción económica ?
De hecho sin este cuestionamiento no podría haber una superación del paradigma en dirección de un nuevo modelo de desarrollo. Las tendencias indicadas anteriormente menoscaban los derechos de los niños, y tienen efectos perjudiciales en su bienestar y desarrollo, así como en las eternas promesas a través de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y otros mecanismos encaminados a eliminar el trabajo infantil.
Antes de la pandemia, los países de ingresos bajos y los países de ingresos medianos bajos asignaban, respectivamente, el 1,1 por ciento y el 2,5 por ciento del PIB a la protección social (con exclusión de la atención de salud), en comparación con el 8 por ciento en los países de ingresos medianos altos y con el 16,4 por ciento en los países de ingresos altos.
Los países asignan un promedio de 12,9 por ciento del PIB a la protección social, y el gasto específico para la infancia apenas alcanza el 1,1 por ciento (OIT 2021d). Dado que los niños representan aproximadamente el 28 por ciento de la población mundial, está claro que este nivel de gasto en protección social dirigida específicamente a los niños es demasiado bajo.
Cerrar esta “brecha de financiación” para los niños, y garantizar al menos una protección mínima para todos, debería ser una prioridad, y es una medida que probablemente tendría repercusiones en el trabajo infantil.
La necesidad de acceder a las prestaciones de atención de salud, de enfermedad y de desempleo, y de políticas de cuidado que tengan en cuenta asimismo las necesidades de la familia, se puso particularmente de manifiesto tras el inicio de la pandemia de Covid-19, y en 2020 se observó la mayor movilización de medidas de protección social gubernamentales de la historia (Gentilini et al. 2022; OIT 2021c y 2021d).
Algunos factores pueden explicar la variación interregional en lo que respecta al trabajo infantil: La pobreza monetaria y multidimensional influye en la prevalencia del trabajo infantil, ya que es una manera de que las familias gestionen los riesgos de pobreza y privación.
En África Subsahariana, las tasas más altas del trabajo infantil se consideran junto con los niveles de pobreza extrema que afectan a dos de cada cinco personas (Banco Mundial 2022). Preocupan asimismo las estimaciones que indican que nueve de cada diez niños en África Subsahariana vivirán en la pobreza extrema en 2030 (UNICEF 2016b). África, donde el trabajo infantil ha aumentado en el último periodo examinado, fue la región que mostró una mayor prevalencia del empleo informal (el 85,6 por ciento) en 2016 (OIT 2018b).
Es pertinente destacar, que la educación, o la no escolarización de los niños, se vincula con frecuencia con el trabajo infantil. A fin de reducir el trabajo infantil, es esencial que las familias puedan permitirse enviar a sus hijos a la escuela, y que los hogares perciban que los beneficios de la escolarización son mayores que los asociados con el trabajo infantil.
A nivel mundial, aunque el porcentaje de niños que no están escolarizados en la enseñanza primaria ha disminuido considerablemente en los últimos años, persisten grandes disparidades regionales en términos tanto del gasto en educación como de acceso a la escuela.
Las diferencias en el crecimiento de la población por región probablemente se asocien con las tendencias del trabajo infantil. En América Latina y el Caribe, el número de niños en situación de trabajo infantil disminuyó en 6 millones de 2008 a 2020, ya que la población infantil se redujo en 4,8 millones.
En cambio, durante el mismo periodo, Asia y el Pacífico experimentó una disminución del número de niños en trabajo infantil de 64,9 millones, mientras que la población infantil aumentó en 12,8 millones. A diferencia de África Subsahariana, el número de niños en situación de trabajo infantil aumentó en 21,5 millones y, al mismo tiempo, la población infantil se incrementó en 104,8 millones.
Más allá del trabajo infantil, la injusticia laboral
Cada década se ha distinguido por una multitud de reformas laborales a lo largo y ancho del Planeta, muchas de ellas patrocinadas por los propios organismos internacionales como el Banco Mundial o el FMI. El objetivo principal era y es el aumento del poder de las élites económicas y empresariales, acompañado de un gran retroceso de los derechos de los trabajadores y las trabajadoras, y un debilitamiento de la negociación colectiva y el control administrativo de las prácticas ultraliberales de los empresarios y del papel de los sindicatos.
El panorama del mundo del trabajo globalizado se caracteriza ahora por una alta tasa de paro, una rotación laboral al máximo (se firman muchos contratos de muy corta duración que apenas generan empleo), la feminización del paro, peores condiciones laborales.
Más de la mitad del empleo asalariado es precario. Esta precariedad afecta a la mayoría de los trabajadores y trabajadoras: la desigualdad, la alta temporalidad, el tiempo parcial, las jornadas, las horas extras no pagadas, el empleo autónomo, la devaluación salarial, el crecimiento de los accidentes de trabajo, son algunas de las graves secuelas que se derivan de una política económica al servicio de los poderes económicos.
La informalidad es experimentada por aproximadamente dos mil millones de trabajadores en todo el mundo, lo que conduce a unos ingresos más bajos e irregulares, a unas condiciones de trabajo inseguras y a la precariedad laboral extrema. Además, la informalidad laboral se traduce en un menor acceso a los regímenes de protección social contributivos y en una asistencia social poco precisa. Mientras esto ocurre, los poderes económicos aumentan sus beneficios y dividendos, a costa del aumento de la desigualdad de la mayoría.
La crisis económica se ha convertido en la gran excusa del capitalismo para avanzar por la senda de la desigualdad en todas sus formas, restringir la democracia y manipular las instituciones de Gobierno, desequilibrándolas.
La pandemia global ha amplificado y llevado todos los temas que atormentan al mundo moderno al punto de ebullición: la escasez de empleos, la transformación ecológica, la migración masiva, las biotecnologías, la inteligencia artificial y el desarrollo sin control de la ciencia, la educación, los bienes públicos y la cultura. Y otras guerras.
*Periodista uruguayo acreditado en la ONU- Ginebra .Analista asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE)