La primera crisis política peruana:Humala y la guerra contra la corrupción
OSCAR UGARTECHE| El flamante gobierno del Presidente Humala que ganó las elecciones en segunda vuelta tras una campaña de terror mediático similar a las lanzadas en otros países latinoamericanos contra los otros candidatos progresistas, enfrenta su primera crisis política.
La inexperiencia política del equipo de gobierno no le permite ver que es una sola cosa la que tiene enfrente y que lo amenaza: el poder real, corrupto y grande. Son dos dinámicas y un problema.
La primera dinámica se inició cuando el Vicepresidente de la República, Omar Chehade, apareció involucrado en un tráfico de influencias para resolver un conflicto entre un grupo empresarial nacional grande y los trabajadores/dueños de una hacienda azucarera. El grupo empresarial hizo lo de siempre, apeló a la instancia del poder político más alta para que metiera a la policía y sacara a la brevedad a los 1,500 trabajadores/dueños.
Lo que se conoce como el debido proceso estaba siendo alterado para “facilitar” una solución expedita. Evidentemente todo tiene un precio cuando se trata de acelerar soluciones a juicios y ese precio aún no se ve. ¿Cuánto le pagó o prometió pagar el grupo empresarial al abogado/vicepresidente de la república, para lograr que el ministro del interior y algunos jerarcas policiales enviaran tropa para remover a los propietarios/trabajadores? Lo que salió en la prensa fue que el Vicepresidente invitó a cenar a un restaurante costoso a tres generales de la policía, más a su hermano/socio que asesoraba al grupo empresarial.
El intento de tráfico de influencias es claro. El estudio de abogados cobra por sus servicios y los empresarios pagan por éstos. De lo que hay duda aparentemente es de si cobró o no por estos servicios. Pero como se dice “la mujer del César no sólo tiene que ser virtuosa, sino parecerlo”. Mientras este escándalo se desenvolvía se estaba constituyendo una comisión investigadora de los delitos económicos y financieros del gobierno de Alan García Pérez, que se hizo conocido por bajar el sueldo de los funcionarios públicos y decir luego en TV que “la platita llega sola” en referencia a los aceitados de la maquinaria pública como el que acabamos de reseñar.
Amarrado con el fujimorismo, la gente de García ha hecho lo imposible para evitar que esta comisión se constituya y si tuviere que ser, entonces para evitar que Javier Diez Canseco la presida. Diez Canseco es odiado por el poder económico peruano y por el APRA por haber puesto en evidencia los amarres entre empresarios y el gobierno de Fujimori y antes por lo mismo en el primer gobierno de García. La corrupción en la ley peruana está en el funcionario público y no en el que le paga al mismo por “un servicio privado”. En el Congreso, mientras se constituía la comisión salió una campaña rabiosa mediática contra la presidencia de la misma por Diez Canseco quien finalmente fue censurado con la aquiescencia del presidente del Congreso.
Hasta ahora, en los primeros cien días del gobierno de Humala, la corrupción de alto nivel va ganando posiciones y el poder va estableciendo quien manda y cómo la hace. El Vicepresidente de la República, quien también es congresista, ha sido censurado y suspendido en el Congreso por cuatro meses, pero no se le ha pedido la renuncia al cargo de Vicepresidente. Ese cargo ejecutivo lo coloca en una plataforma de poder distinta a la de congresista.
Tampoco se ha hecho nada por investigar cuánto le pagaron al ciudadano Vicepresidente por sus servicios ni de qué tamaño sería el pago en caso de llevar a cabo el operativo con éxito. Diez Canseco, quien es parte de la alianza política de Gana Perú, de su lado, ha salido reducido en su función fiscalizadora histórica para beneficio del poder con el apoyo del Presidente del Congreso, Daniel Abugattás, quien es del partido de gobierno. El juego del Presidente del Congreso al no ratificar la comisión en el pleno del Congreso le resta peso a la misma y abre interrogantes más allá de las certezas sobre los anticuerpos con Diez Canseco. Humala está perdiendo el primer round contra la corrupción, y el poder económico y político lo viene ganando.
Pronto puede descubrir que no hay segundo round. Su popularidad depende de su honradez y su honradez depende de cómo operen los poderes del Estado ante la corrupción. La lección política de Lula es sacar a los sospechosos antes que le salpique al presidente y darle fuerza a las investigaciones del Congreso siguiendo los procedimientos habituales de ratificación mayoritaria. El interés nacional en la lucha contra la corrupción está por encima de los anticuerpos del Presidente del Congreso y la amistad del Presidente con su Vicepresidente.
*Economista peruano, trabaja en el Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM, México. Es presidente de ALAI y coordinador del Observatorio Económico de América Latina (OBELA)