La película “México 86” y la pregunta por el pasado y el futuro de América Latina
Para ganar, hay que jugar
Sergio Ferrari
Se paseó en agosto pasado por el Festival de Locarno, en Suiza, emocionando a una Piazza Grande repleta de casi 8 mil espectadores al memorizar un retazo de la cercana historia latinoamericana.
México 86 actualiza en la pantalla tanto la lucha armada en Guatemala de las últimas tres décadas del siglo pasado, como el paralelo exilio mexicano, destino obligado de miles de militantes latinoamericanos. El título es emblemático: rememora el año del campeonato mundial de fútbol que se jugó en México y que atrajo la atención del planeta entero mientras en gran parte del continente, incluida la cercana Guatemala, imperaban omnipresentes dictaduras represivas y su guerra de aniquilamiento contra los opositores.
Eran años de plomo en el más indígena de los países centroamericanos. La muerte signaba la cotidianeidad, particularmente entre las comunidades campesinas. Una confrontación con efectos de genocidio, ya que más del 90% de las víctimas sufrió la violencia directa del Estado, sea de sus cuerpos policiales, militares o paramilitares. Guerra que contabilizó cerca de 200.000 muertes –y al menos 40.000 personas desparecidas— entre inicios de los años ’60 y diciembre de 1996, cuando se firmaron los Acuerdos de Paz entre la guerrilla y el Gobierno.
En ese marco de lucha y sufrimientos, el thriller político del realizador César Díaz, de nacionalidades guatemalteca y belga, retrata la vida de la joven guerrillera María. Interpretada magistralmente por la actriz franco-argentina Berenice Bejo, quien cuenta con una exitosa carrera profesional en Francia, donde obtuvo en 2012 el Cesar a la mejor actuación femenina por su película The Artist.
Con los militares pisándole los talones luego del asesinato de su compañero de vida, militante de una de las organizaciones político-militares chapinas, María se ve obligada de un momento a otro a huir de Guatemala para refugiarse en México, donde cambia su identidad sin abandonar sus ideales políticos. En la fuga debe dejar a Marcos, su bebé de pocos meses, con quien se reencontrará años más tarde en el país de exilio, justo antes de que el niño deba separarse nuevamente de su madre, esta vez para ir a vivir a una casa-guardería de seguridad que la organización había instalado en Cuba.
María es el centro, el hilo conductor y el alma de México 86, que, como afirma César Díaz, “busca llegar a las tripas del espectador, emocionar, para desde allí, intentar que se entienda esa entrega casi sacrificial de la joven madre-militante, dispuesta a dejar todo, hasta lo más querido, en la lucha por transformar su patria”. Emparentada temáticamente, Díaz había presentado en 2019 su primera ficción histórica, Nuestras Madres, crónica de un antropólogo forense guatemalteco que busca a su padre, un guerrillero desaparecido en los años ’80.
Con esta obra Díaz lanzó su exitosa carrera internacional al ganar ese mismo año en Cannes la Cámara de Oro y además dos premios de la Sociedad de Autores y Compositores Dramáticos (SACD) la Semana de la Crítica.
Historia y presente
¿Por qué lanzarse a producir una película que toca de lleno el espinoso tema de la lucha armada, justo en una coyuntura política mundial compleja, atravesada por conflictos que centralizan la atención mediática, como el de la Franja de Gaza y el papel de Hamas en la misma?, le preguntamos a Cesar Diaz. La respuesta fue instantánea: “Siento que se han ido olvidando temas esenciales como, por ejemplo, lo dramático que puede ser para un pueblo vivir bajo una dictadura; en este caso, en Guatemala”. E insiste en la necesidad de recordarle a la gente que hubo personas que, como María, “tomaron las armas para proteger sus vidas, defender sus ideas y transformar la sociedad. No les quedaba otra opción, a pesar de ser conscientes que arriesgaban todo, incluso lo más precioso, como era la relación con su propia familia y, en particular, con su hijo pequeño”.
Eran tiempos terroríficos y aterrorizantes, explica Díaz, nacido en ese país centroamericano en plena época de los hechos que le sirven de escenario e inspirados en su propia vivencia autobiográfica. “Lo que cuento, en parte es lo que yo mismo viví”. Su madre, en la vida real, fue una militante popular y debió huir al exilio. Díaz vivió separado de ella durante años, al cuidado de su abuela, hasta que pudo reencontrarla en suelo mexicano. A diferencia del niño protagonista, César pudo vivir con su madre en México.
Ante las amnesias civilizatorias y los dramas que se repiten y se actualizan, como la ocupación brutal de Palestina, Díaz argumenta que México 86 “es una película necesaria que busca abrir un debate, incluso, sobre las formas de participación, accionar y necesaria resistencia de los pueblos”. Y agrega: “Intento que mi film aporte también a la imprescindible reflexión sobre una nueva forma de democracia”. Se retrotrae a los Acuerdos de Paz de 1996 que determinaron el fin de la guerra en Guatemala y reconocieron un Estado Plurinacional, así como la instalación de un sistema democrático.
Según Díaz, desde entonces hasta ahora, sin embargo, este sistema “se ha limitado al ejercicio formal de votar cada cuatro años, sin que se cuestione de fondo el poder de la oligarquía que sigue imponiendo su modelo profundamente excluyente hacia las mayorías populares”. Y precisa: “No se acepta en mi país una redistribución más social de los ingresos ni las mejoras sociales para los más necesitados”. Es paradójico, subraya este realizador, que desde hace 20 años vive en Bélgica pero que mantiene una profunda relación con América Latina, que en el parlamento de una nación mayoritariamente indígena los diputados nativos se cuenten hoy con los dedos de una mano.
A pesar de todo, afirma Díaz, en la historia de los pueblos nada es lineal y “se dan sorpresas políticas y sociales”. Una de ellas, la asunción de Bernardo Arévalo como Presidente guatemalteco en enero de este año, a pesar de las trabas y jugadas sucias de parte de las fuerzas tradicionales que trataron por todos los medios de impedir su elección y luego su designación. Es interesante, subraya el cineasta, que muchos de los que durante largas jornadas se movilizaron los últimos meses en las calles para defender su voto y sostener a Arévalo “fueron los que en los años ’80 y ’90 empuñaron las armas para construir una Guatemala diferente; entre ellos, los movimientos sociales y las comunidades indígenas”.
De cara al futuro, sin embargo, nada será fácil, subraya Díaz: “Me preocupa mucho que el nuevo gobierno no logre dar respuesta a corto plazo a las expectativas enormes de la gente. Si al menos ejecutara la reforma del sistema judicial, que es un reto esencial, sería ya un gran paso, sabiendo que todas las mejoras necesarias no se van a obtener de inmediato”. Para Díaz, los tiempos son cortos, y debido a la gran polarización que viven las naciones latinoamericanas en general —de la cual no se escapa Guatemala— y ante el embate de agresivos proyectos ultraderechistas, “se corre el riesgo de que, en caso de no apuntalarse los logros esperados, en las próximas elecciones llegue al gobierno un narco populista de derecha que ya tiene nombre y apellido”.
Promover el debate ciudadano
En la segunda quincena de octubre México 86 vivirá su estreno latinoamericano en el Festival Internacional de Cine de Morelia, después del cual iniciará su recorrido por el continente. Y el primer trimestre del año próximo se proyectará en las salas de varios países de Europa. “Aspiro a que mi film deje preguntas abiertas y agilice un debate de fondo” especialmente entre los jóvenes, anticipa César Díaz, para quien “ese es el verdadero sentido del cine, [pues] sirve para que nos emocionemos con una película, que vivamos 90 minutos de tensión y júbilo junto con los personajes, pero también para que reflexionemos sobre quiénes somos, dónde estamos parados, cuál es nuestro lugar en tanto ciudadanos y el precio que estamos dispuestos a pagar para lograr las transformaciones sociales imprescindibles”.
Todo esto constituye un desafío que trasciende fronteras, con un film como México 86, de temática universal. “Europa tuvo que sufrir el horror de dos guerras para definirse como continente y aspirar a Estados de bienestar”, enfatiza Díaz, obsesionado con el doble rol del cine, como diversión y formador de conciencia. Está convencido de que la sociedad planetaria, y en particular las nuevas generaciones, deben formularse la pregunta de fondo: hasta dónde llega el sacrificio personal para aportar a causas colectivas liberadoras. Los objetivos cambian y los enemigos principales tal vez no sean los mismos que en Guatemala en esos años dictatoriales, pero, para Díaz, los grandes desafíos de sociedad, como “la lucha actual civilizatoria para frenar el calentamiento global y el cambio climático”, le dan sentido al ser humano.
El primer paso de este debate abierto ya parece haberlo logrado México 86 en su estreno internacional en Suiza. Ante una multitud y una noche donde al mismo tiempo y en la misma Piazza Grande el Festival de Locarno homenajeó a la estrella del cine indio Shah Rukh Khan, conocido como «el rey de Bollywood». Para César Díaz, ese estreno fue surrealista, casi “esquizofrénico”, prueba del gran “coraje” del Festival al invitar a México 86 a ese tan particular y multitudinario escenario y en ese contexto.
Tal vez, un guiño a esa parte significativa del público europeo que ama el cine latinoamericano. Que no olvida ni deja de pensar. Y que sigue convencida, porque su propia experiencia se lo muestra, que las causas colectivas, como las de la película de César Díaz, tienen sentido y valen la pena.
*Periodista, investigador y analista argentino, radicado en Suiza. Colaborador del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE)