“La palabra revolución no está prohibida”

Eduardo Febbro | 

Amanece en un nuevo país que aún no se da cuenta del todo del proceso de transformación que acaba de poner en marcha. México se mira con asombro y entusiasmo. Morena, el partido movimiento del presidente electo Andrés Manuel López Obrador, dibujó un México de metamorfosis. Obrador subió a una cúspide impensable: ganó 31 de los 32 Estados del país y sólo perdió Guanajuato. Las cifras de la elección del domingo caen hora tras hora en una danza que legítima la honda mutación que se avecina. Con 24 millones de votos, Andrés Manuel López Obrador es ya el presidente más votado de la historia de México. Morena (Movimiento de regeneración nacional, espina dorsal de la coalición Juntos Haremos Historia) prácticamente borró al PRI del mapa electoral: hasta consiguió quedarse con estados que eran la misma identidad del PRI como Coahuila, Campeche, Estado de México e Hidalgo. El giro ha sido masivo, pero esta vez, a diferencia de la transición del 2000 cuando ganaron los conservadores del PAN con Vicente Fox, la trayectoria fue hacia la izquierda. México expulsó al PRI con una opción progresista que rompió todas las marcas: Vicente Fox desalojó al PRI con casi 16 millones de votos, en 2012, Enrique Peña Nieto se impuso al PAN con 19 millones de votos y López Obrador sepultó a ambos con cerca de 25 millones. Lo único común entre los tres son las esperanzas que, en cada momento de la historia, llegaron a representar. El presidente electo es la esperanza de la transformación radical que él prometió. Su victoria es, ante todo, el triunfo de una idea que nació en 2010 cuando empezaron a gestarse las bases de la que sin lugar a dudas es la mayor innovación política de la América Latina contemporánea: Morena, el movimiento de Regeneración Nacional. ¿Cómo nació? ¿Quiénes son? ¿Cómo articularon un proyecto genuinamente de izquierda sin que nadie se diera cuenta? ¿Hacia dónde van ahora que llegaron al poder y cuál fue la clave de la victoria? A estas preguntas responde Luciano Concheiro, uno de los intelectuales orgánicos del proyecto de Morena y expresidente de la Comisión nacional de elecciones de Morena. Licenciado en Economía (UNAM), especialista en economía política y economía agrícola (Instituto Gramsci, Italia), maestro en ciencias sociales (Flacso) y doctor en desarrollo rural (UAM-Xochimilco), Luciano Concheiro es profesor-investigador en el Departamento de Producción Económica y docente del posgrado en Desarrollo Rural en la Universidad Autónoma Metropolitana.

–Para buena parte de la izquierda latinoamericana Morena es un misterio. Y, sin embargo, llegó al poder.

–Morena es un partido en movimiento. En su primer Congreso tuvimos un gran debate. Primero queríamos conservarnos como movimiento y surgió la idea de que había que ser un partido político para construir una suerte de prefiguración estatal. El gran debate consistió en saber si para cambiar México nos alcanzaba una simple prefiguración estatal, o si debíamos proponernos una prefiguración de sociedad, si al ser un movimiento tu te conviertes en el proceso de configuración de la sociedad posible. Luego alguien planteó y “por qué no un partido en movimiento”. ¿Qué quiere decir esto? Esto significó que se convirtiera en un partido en el hacer y no en el deber ser. Ocultas para mucha gente, ahí había una de las grandes revoluciones de lo que es Morena. Con ello hubo una perspectiva en la cual la inmensa mayoría de la gente que está en Morena no perteneció a ningún partido. Fue la primera vez que hizo política y se inscribió en una organización socio política. Entonces se construyó y se aprobó una propuesta. No nos proponemos construir una prefiguración estatal porque hoy el problema no es nada más el Estado. Morena es al final un partido en movimiento donde no hay casi estructuras, donde la gente se convoca para hacer cosas.

–¿Cómo se articuló esa ida con la victoria presidencial de Andrés Manuel López Obrador? ¿Cuál es la clave?

– Creo que Morena se fue haciendo en la marcha. Un poco como con los zapatistas, no hay un proyecto sino que se fue construyendo mucho alrededor de las prácticas sociales, de alternativas o utopías posibles. Eso puede sonar muy romántico, pero lo que Morena acabó construyendo fue la estructura de donde vive la gente y donde la gente hace su vida. El gran conector con todo esto fue Andrés Manuel López Obrador. Es un líder carismático y un hombre muy ligado a la gente, que le toma mucho el pulso al momento. El captó el conjunto de las relaciones en el país, participó en los grandes debates sobre la construcción del proyecto alternativo del país alrededor de ciertos puntos que tenían que ver con practicas sociales. Un ejemplo: cuando le presentamos a AMLO el mapa de los movimientos socio ambientales en México, buena parte de la agenda fue adoptada. Por eso lo socio ambiental atraviesa el conjunto de Morena. No es un tema más sino un elemento transversal.

–Aún mucha gente, en Europa y América latina, cuestiona la legitimidad de López Obrador como un hombre de izquierda.

–Los que venimos de la vieja izquierda, de la izquierda revolucionaria y nos planteamos la transformación radical del país, hemos encontrado en Morena un lugar donde hay continuidad sobre el elemento de la revolución. La palabra revolución no está prohibida en Morena. Por eso Andrés Manuel López Obrador volvió a plantear que esta es la cuarta transformación. Dijo “nos proponemos abrir la transformación radical del país”. Y recalcó que esto era una revolución, una revolución de las conciencias. Entonces ¿ que es ser de izquierda hoy ?. Esa es la gran pregunta. Hay grupos para quienes el tema de la izquierda pasa por la diversidad sexual, el matrimonio igualitario, por las cuestiones ambientales. Pero yo me pregunto ¿dónde está el planteamiento de la izquierda que diga hay que transformar el conjunto ?. No lo encuentras.

–Hasta ahora se creyó que en México sólo había narcos y corruptos…pero hay una izquierda y una poderosa sociedad que la llevó al poder.

–Esa figura de la invisibilidad de la izquierda de México convino a los intereses de los de arriba. Hablaron de derrota y convirtieron a la izquierda mexicana en algo ligerito, que estaba integrada al sistema y que apoyaba al neo liberalismo. Se olvidaban de algo clave en este país: México es un país de oleadas transformadoras, tiene una memoria impresionante en la transformación social que además incluye un sentido republicano muy profundo. En este país hasta los marxistas son guadalupanos porque sino no somos buenos marxistas porque la Virgen de Guadalupe es la virgen de la Revolución. Se difundió la idea según la cual México era un país insalvable. Para América Latina estábamos ligados a Estados Unidos. Pero aquí hay una trayectoria y yo no creo que haya sido generación espontánea y que gracias a Morena tenemos lo que tenemos. Hoy en México hubo un giro muy importante.

–A partir de ahora la utopía inicial de Morena se convierte en una realidad del poder. ¿Cómo se derrota la violencia, la corrupción y la desigualdad que imperan en México?

–Tiene que ser reconstruyendo la sociedad sobre otras bases, tenemos que atacar las causas. Las causas tienen que ver con los elementos estructurales que Andrés Manuel López Obrador resume en una fórmula que dice “queremos becarios no sicarios”. Esa fórmula que parece simplona terminó prendiendo en la gente porque la gente vio una alternativa en una condición donde no están colocando a una parte de la sociedad afuera, sino tratando de entender que los problemas que tiene esa sociedad tiene que solucionarlos desde su reconstrucción básica. Ahí entra un punto clave: no fue únicamente un cambio de Morena sino que se trató del encuentro de una sociedad que después de los 43 desaparecidos de Ayotzinapa dijo basta, no más la política del miedo, la necro política que nos va a acabar por terminar. Esa sociedad se atrevió a salir a la calle, a defender a 43 jóvenes estudiantes, campesinos que eran socialistas. ¡Cuidado, qué palabra !. En esa representación estaban los enemigos del Estado neo liberal y, sin embargo, la sociedad dijo basta y cortó. Se dio entonces la conexión de una organización socio política que va en la búsqueda de una conexión con las capacidades de transformación con uno de los movimientos que trastocaron nuestras vidas. Hasta ese entonces se había normalizado la violencia, todo el mundo sabía por donde no pasar para no ser un daño colateral. Se decía “mientras la guerra no sea contra mi que sea contra ellos”. El problema se ve mayúsculo cuando tu ves las cifras que oscilan entre 180 mil y 240 muertos. Esta es una guerra no declarada, punto.

–¿Pero cómo se sale de esa lógica?

–Andrés Manuel ha dicho: tenemos que ir en contra de la impunidad que está ligada a la corrupción. La impunidad arma el sistema político en general. El punto esencial consiste en reconstruir un tejido social institucional donde la gente se pueda sentir segura.

–México retomó su tradición revolucionaria. Esa utopía ya de lo real puede reconectarnos, reconectar a las izquierdas de América Latina y reformular un proyecto de transformación común a partir de México.

–La Revolución Mexicana tuvo una influencia mayor en el conjunto de América Latina. Es el equivalente de lo que la Revolución francesa fue para el conjunto de Europa. El grupo de intelectuales que trabajamos con Andrés Manuel López Obrador dijimos: sólo si nos latinoamericanizarnos y entramos en la lógica de nuestra América como diría Martí tenemos un sentido para la transformación en México. Que Donald Trump le haya dedicado media hora a López Obrador, y a plantear entonces la idea de hacer un proyecto de desarrollo para atacar la causa de la migración, que incluya también a América Central, ya dice mucho. Este sentimiento latinoamericanista va a ser un elemento fundamental. Sin América Latina, nosotros frente al imperio no somos nada. Sin Brasil, sin la Argentina, sin los demás, no podemos enfrentar una política violenta de Estados Unidos sobre nosotros. Nos va a unir un sueño. Por eso uso la idea de nuestra América de José Martí: era un sueño y esos sueños tuvieron sentido con la Revolución mexicana, con los sueños del progreso. El proyecto de Morena es latinoamericanista. La pregunta es si tiene que ser económico o si tiene que ser algo que con México se construya de otra manera, que tiene que arrancar por lo cultural. Creo que hoy hay esa gran oportunidad de arrancar con una idea que nos prenda al conjunto, que nos devuelva al sentido de pensarnos como un universal posible desde América Latina. Creo que eso parte de la necesidad de vernos como un sujeto real actuante. Debemos recuperar el sentido indígena y anti colonial del 91, pero tiene que representarnos al conjunto. Tenemos esa gran oportunidad. Hay mucho para hermanarnos a través del camino cultural.