La otra invasión yanqui a Cuba sería distinta
Manuel E. Yepe – Alainet
La avalancha de estadounidenses que ha estado llegando a Cuba desde los días posteriores al 17 de diciembre de 2014 está marcando cifras que superan, con mucho, las de turistas de ese origen en cualquier etapa previa al triunfo de la revolución en la Isla, antes que Washington rompiera las relaciones diplomáticas y prohibiera los viajes de sus ciudadanos a Cuba.
“Este fenómeno no es más que una señal de que la fiebre es para ver a Cuba ahora, antes de que, como muchos pronostican, McDonalds se instale en algún lugar en La Habana Vieja y Cubita, la marca preferida de café de la isla, sea desplazada por Starbucks”, dice un trabajo periodístico publicado por el Washington Post bajo el título de “Los turistas acuden a Cuba antes de que vengan los americanos”. El artículo, fechado por su autor en La Habana, afirma que “el aflojamiento de la tensión entre los dos países desatará una invasión de turistas yanquis a Cuba que pondrá fin a las singulares características de uno de los últimos bastiones remanentes del comunismo en el mundo”.
Si se tiene en cuenta que la prohibición de viajar a Cuba que pesa sobre los ciudadanos estadounidenses como parte de las medidas del bloqueo que el gobierno norteamericano practica contra la Isla hace más de medio siglo -y que aún tiene plena vigencia-, se concluye que la injustificable hostilidad que ha caracterizado la política de Estados Unidos contra Cuba desde el triunfo de la revolución popular contra la tiranía de Batista, se ha revertido en el sentir de los norteamericanos como un boomerang contra los enemigos del gobierno cubano.
Pero lo que preocupa a muchos de los estadounidenses que admiran las grandes conquistas populares alcanzadas por Cuba desde 1959 hasta la hoy, es que éstas puedan verse afectadas, en las nuevas condiciones de unas relaciones no hostiles entre la Isla y la superpotencia única mundial, por las tentaciones del capitalismo.
Obviamente, piensan que algunos rasgos destacados de las relaciones capitalistas como la fracturación de la sociedad, el egoísmo, el consumismo y la corrupción, podrían hacer mella en el orden de prioridades que ha guiado al país desde 1959 hasta hoy. Es comprensible que el público estadounidense, que padece hace más de medio siglo una campaña mediática distorsionadora del acaecer político, económico y social que genera la revolución, tenga una imagen deformada de la realidad cubana, incluso entre quienes ven con simpatía sus singulares logros.
En mis conversaciones con algunos de los estadounidenses que han estado viajando a Cuba en tiempos recientes con licencias globales o individuales de las que autoriza el programa “People to People” (supuestamente para que sus ideas sobre el modelo capitalista influya en los cubanos) he advertido esta preocupación y siempre he tratado de tranquilizar a estos amigos recordándoles que Cuba ha estado aislada del sistema capitalista de Estados Unidos, pero ha seguido coexistiendo con el capitalismo en el resto del mundo.
Creo que de la misma manera que Cuba ha mantenido nexos económicos mutuamente ventajosos con muchos empresarios e inversionistas de Canadá, Europa, Japón y otras partes del mundo que son tan capitalistas como los estadounidenses, estos últimos son, sin dudas, capaces de respetar las leyes nacionales, incluidas las laborales y las medioambientales de sus contrapartes, de la misma manera que los cubanos han de hacer lo mismo respecto a las de Estados Unidos, unos y otros en cumplimiento fiel de las normas del derecho internacional. Lo que no deben esperar los estadounidenses es que en Cuba se reproduzcan las relaciones económicas de dependencia en su mercado que padeció la Isla desde los albores del pasado siglo.
La Ley de Reforma a las Sanciones Comerciales y Ampliación de las Exportaciones que promulgó el gobierno norteamericano en el año 2000, estableció 12 motivos factibles de obtener licencias específicas para viajar a Cuba no obstante el bloqueo. Durante la administración de George Bush, éstas fueron limitadas y de nuevo ampliadas en la Administración de Barack Obama.
En 2014 más de 90 000 estadounidenses pudieron viajar a la Isla y se espera de a partir de los anuncios de diciembre de 2014 ese número crezca mucho más pese a las limitaciones que impone el bloqueo. Es obvio que el crecimiento del turismo exterior cubano, que obliga a una constante ampliación de la planta hotelera, muchas de cuyas instalaciones son administradas de conjunto con grupos hoteleros extranjeros, además de numerosos negocios compartidos con entidades de otros países que apoyan y se benefician del rápido desarrollo turístico cubano, constituye un poderoso atractivo para los inversionistas USAmericanos que no se querrán conformar con ver los toros desde la barrera.
Junio 6 de 2015.
– Manuel E. Yepe http://manuelyepe.wordpress.com/
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