La oposición venezolana, con más de lo mismo

Marcos Salgado |

La centralidad que va alcanzando en la escena opositora venezolana la furibunda antichavista María Corina Machado es una señal más de lo que, con el paso de los días, comienza a tomar forma para el futuro inmediato en Venezuela: un nuevo ciclo de hostilidades máximas entre los dos lados de la arena política venezolana, como en 2014 y 2017, aunque de menor intensidad y escenificado sólo en el escenario político, lejos de las calles.

Lejos, muy lejos, parecen ahora las expectativas de hace año y medio, cuando comenzaron los acercamientos más o menos públicos entre el gobierno de Nicolás Maduro en Venezuela y el de Joe Biden en los Estados Unidos. Mientras el presidente de los demócratas en la Casa Blanca enviaba señales de que abandonaba la fracasada aventura golpista de Donald Trump, en el Palacio de Miraflores en Caracas se contestaba que había disposición para conversar.

Para esos días estalla el conflicto en Ucrania y Estados Unidos no disimuló su interés (o necesidad) de obtener petróleo venezolano. Se reactivó más o menos rápidamente el trabajo de Chevron en el Lago de Maracaibo en un acuerdo beneficioso para lado y lado. Aunque en ese momento se especuló con que era el comienzo de un relajamiento progresivo de las llamadas sanciones contra la economía venezolana, nada de eso ocurrió.

Presidentes de Estados Unidos, Joe Biden, y de Venezuela, Nicolás Maduro.

Washington apenas dio algunas tibias señales más, como dar por terminado formalmente el absurdo interinato de Juan Guaidó y avalar su salida de escena sin pena ni gloria, ya durante este 2023. Mientras no cedía ni un centímetro en las centenares de medidas coercitivas unilaterales sobre las finanzas, la economía y los activos venezolanos en el exterior. En esa línea, también este año, se permitió avanzar en la liquidación de CITGO, la petrolera venezolana en Estados Unidos.

Durante 2022 avanzaron con dificultad los intentos de diálogo entre el gobierno venezolano y la oposición que avaló la estrategia Trump, bajo el paraguas de la mediación de Noruega, pero aunque se avanzó en una agenda y objetivos concretos, nada o casi nada se concretó.

Ya en 2023 la decisión de ese sector de la oposición de avanzar en una primaria para definir candidato para las presidenciales de 2024 fue interpretado como una señal de que -por fin- abandonaban la sedición para aceptar el reto de una contienda electoral, pero con el correr de las semanas todo se desvaneció.

Aun cuando la primaria formalmente sigue en pie (aunque puede haber novedades en el Tribunal Supremo de Justicia muy pronto, por la falla de origen de los candidatos inhabilitados) el experimento para repolarizar a la oposición ya parece haber fracasado. Primero por la persistencia de algunos precandidatos en fustigar al Consejo Nacional Electoral como organizador de la compulsa, y después por la renuncia masiva de los miembros del CNE, que dejó a la comisión de primaria sin interlocutor oficial y precipitó lo que algunos acariciaban: primarias sin contralor de poderes públicos.

María Corina

En este contexto, comenzó a crecer la figura de una vieja conocida del jet set antichavista: María Corina Machado (María Con Ira, la nombran desde el chavismo). Anticomunista fanática, Machado asegura que no busca venganza, pero su discurso se constituye desde el ellos o nosotros. Una brecha (dirían en Argentina) que la precandidata no parece dispuesta a cerrar. Todo lo contrario.

Precandidata María Corina Machado con el presidente de EEUU, George Bush, en la Casa Blanca en 2005.

En la semana que pasó Machado publicitó en sus redes que estaría en Petare, extensa barriada popular en el extremo este del valle de Caracas. Dijo que convocaba a “la gente buena de Petare” (no a la “gente mala” del mismo barrio) a acompañarla en lo que -no lo dijo pero se sabía- era su desembarco de campaña en Caracas. El resultado fue más que discreto, por no decir que olió a fracaso. Algunas decenas escasas de partidarios esperaron a la precandidata, quien eligió refugiarse en un su camioneta y salir rauda de los alrededores del lugar que pretendía visitar, cuando un pequeño grupo partidario del presidente Maduro la repudió de lejos. Todo ante la atenta mirada de varios medios nacionales e internacionales, que no reflejaron luego en sus crónicas ningún conato de violencia ni nada parecido.

Una muy módica aparición, que recordó al repudio de los trabajadores aeroportuarios y vecinos de los alrededores del aeropuerto que zamarrearon a Juan Guaidó (por entonces pontificado como presidente interino por Trump) cuando regresó a Venezuela en 2020, luego de una “gira triunfal” por EE.UU. y Europa. Ahora en Petare con Machado, como antes con Guaidó en el aeropuerto de Maiquetía, queda patente el problema central de la oposición: escaso poder de convocatoria.

Sin gente

En 2014 y 2017 la oposición logró movilizar multitudes, pero no triunfaron en el objetivo de quebrar a las Fuerzas Armadas. Ya sin poder replicar esos niveles de convocatoria, en 2019 el experimento comandado desde Washington estuvo centrado en el cerco internacional al gobierno de Nicolás Maduro. El embate en la frontera colombo-venezolana en febrero de 2019, la teatralización de un golpe de Estado en la base aérea de La Carlota en abril del mismo año y la Armada Brancaleone que resultó la irrupción mercenaria de la Operación Gedeón en mayo de 2020 adolecieron invariablemente de cualquier atisbo de movilización importante.

Lo mismo sucede ahora cuando Machado, que marcha adelante en las encuestas hacia la deslucida primaria, no recoge entusiasmos más o menos relevantes. ¿Qué queda entonces? Sin posibilidad aparente de un refrescamiento de rostros en la oposición que permita reverdecer alguna expectativa del electorado de ese sector, la tendencia es volver a lo de siempre: la consigna con poco asidero en la vida real.

Así Machado asegura que su lucha es “hasta el final”. Memoriosas y memoriosos dicen que la consigna está ligada a la recordada portada del diario El Nacional del 11 de abril de 2002, que convocaba a derrocar al presidente Hugo Chávez: “La Batalla Final será en Miraflores”.

En aquellos días dos décadas atrás, la oposición “escuálida”, como le gustaba llamarla a Chávez, logró sacarlo del gobierno por algunas horas, en un pleito que finalmente se resolvió por dos factores: la lealtad del grueso de las Fuerzas Armadas y la movilización popular en apoyo al Comandante.

Mucha agua pasó bajo el puente durante éstas dos décadas. Para empezar, Chávez ya no está. La clase social que él despertó sigue expectante, castigada por bloqueos y un descalabro mayor de la economía, que sufre en primera persona. María Corina Machado fue una de las que festejó efímeramente en el Palacio de Miraflores en 2002 y ahora vuelve con nuevas ínfulas, y con viejos odios. Más de lo mismo.

*Periodista argentino del equipo fundacional de Telesur. Corresponsal de HispanTv en Venezuela, editor de Questiondigital.com. Analista asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, estrategia.la)