La oposición sufre y Evo avanza
HUGO MOLDIZ MERCADO| Tras una exitosa cumbre del G77+China, la carrera electoral vuelve a escena con situaciones distintas para los actores: la oposición no sabe cómo encontrar la fórmula para al menos forzar la segunda vuelta, mientras el binomio Evo Morales-Álvaro García Linera gozan actualmente de cerca del 60 por ciento del respaldo electoral.
Nada parece cambiar el destino de la oposición: su dificultad de construir una alternativa victoriosa para las elecciones generales del 12 de octubre. No hay ningún acontecimiento previsible –ya sea un candidato único, cualquiera que éste sea, o, para peor, con al menos tres compitiendo por separado contra el líder indígena y primer presidente del Estado Plurinacional-, que amenace con revertir el movimiento general del proceso social que se encamina a darle continuidad a la revolución boliviana del siglo XXI, la más profunda de su historia.
Y es que mientras los partidos de la oposición tienen varios dilemas que enfrentar hasta antes del 14 de julio, cuando el Tribunal Supremo Electoral registre las alianzas políticas, el Movimiento al Socialismo (MAS) no tropieza con ningún problema para calentar motores en la perspectiva de participar de unas elecciones que se proyectan favorables. La organización del G77+China, que concentró las fuerzas del gobierno, ya es una exitosa parte de la historia boliviana y el binomio Evo Morales-Álvaro García Linera se disponen a iniciar la campaña con una ventaja considerable que, según el promedio de varios sondeos de opinión de los últimos seis meses, los sitúa entre 42 y 44 por ciento en cerca de una veintena de ciudades, grandes y pequeñas, a lo que si se suma el promedio de votación rural, la candidatura oficial estaría alrededor del 60 por ciento.
Los dilemas de la oposición van desde definir si hay unidad o no hasta pensar que de diferente le ofrecen a la gente, pasado por una variedad de contradicciones internas muy fuertes. Entretanto, Evo Morales sabe que nadie puede desconocer que su modelo económico y su proyecto alternativo al capitalismo es incluyente y exitoso, y que el impulso modernizador combinado con la preservación de la identidad es algo que solo su gobierno ha podido hacer realidad.
El primer dilema de la oposición es decidir, con cabeza fría, si es mejor participar juntos o separados. En la política hay sumas que restan, afirmaba en la década de los 80 el líder socialista Marcelo Quiroga Santa Cruz. Esta puede ser una de ellas. Hay que estar en la cabeza de la gente para imaginar lo que sentirían al ver fundidos en un abrazo a Samuel Doria Medina, Juan Del Granado y Rubén Costas. El primero y el segundo se han dicho de todo en los últimos dos meses. El empresario y jefe de Unidad Nacional (UN) sostuvo que el jefe del MSM solo está para ser alcalde. El jefe del MSM respondió “no vamos a reeditar las viejas junt’uchas” y “no vamos a hacer alianza con Doria Medina mientras tenga esa visión partidocrática, caduca, comercial, empresarial”.
Si optan por ir juntos, la pregunta es ¿cómo se define quién es el candidato? Es poco probable que el MSM renuncie a favor de UN. Ahí hay factores de vieja data que constituyen un verdadero obstáculo. El más importante es que a Juan del Granado y otros militantes de ese partido, que han tenido su origen en el MIR, se les cae el discurso de haber roto por la izquierda con Jaime Paz Zamora y Antonio Aranibar.
El jefe del MSM sabe que sus proyecciones electorales lo colocan alrededor del 5%, por lo que renunciar a la candidatura presidencial es un alivio. Pero de ahí a respaldar a Doria Medina, sencillamente es un suicidio. Pero también no ignora que subordinado al empresario-político o insistiendo en su candidatura su despedida de conductor es inevitable. Es más, el propio del Granado dijo el año pasado que si le iba mal se retiraba de la conducción de su partido. Luis Revilla, al que el asesor de Costas ve como candidato- solo tiene que mantenerse callado y dedicado a la gestión de la alcaldía paceña.
Por consiguiente, lo que aparentemente cae de maduro es la postulación de Rubén Costas a la presidencia. El MSM preferiría optar por esa alternativa antes que por respaldar a UN. De ahí las reuniones de acercamiento entre ambas fuerzas políticas en los últimos tres meses y el ofrecimiento que Juan del Granado le hizo al gobernador cruceño para que encabece la fórmula. Es difícil saber si la posición del MSM es sincera o una jugada política para salir con la bandera de la unidad en un momento en que Costas da señales de un nuevo distanciamiento del ex alcalde y dirige su mirada a Doria Medina.
Sin embargo, no obstante que la dirigencia de los “emesemes” de verdad quieran a Costas de candidato, eso no les asegura el apoyo entusiasta de su militancia y peor aún de una base social de origen popular que difícilmente aceptará votar por un político que nunca ha disimulado su desprecio por los kollas. Es probable que esos acercamientos ya estén abriendo una brecha entre la dirigencia del MSM y su base social a la que le hablan con discurso de izquierda. Pero aún los emesemes tengan que “comerse sapos”, Costas tampoco les asegura un buen resultado electoral. Las intenciones de voto registradas en los últimos meses lo colocan entre el 9 y 12%.
Es muy difícil que Costas pueda entrar al occidente. Ya en el oriente tiene muchos problemas, incluso en la propia Santa Cruz que lo ve como gobernador y no como líder nacional. El respaldo electoral en el Beni, que se explica por la presencia de Ernesto Suárez Sartori, es quizá lo más importante que tiene, aunque con poca gravitación en la votación nacional.
Si finalmente los “emesemes” se tragan “sapos y culebras” y aceptan que Doria Medina sea el candidato de la oposición, la suerte del partido del Granado está echada mucho más rápido. Se habrá demostrado que todo lo que el oficialismo dice de ellos tiene consistencia: la inclinación de su jefe político a realizar las más extrañas combinaciones para sobrevivir en el escenario político. Con ese paso, que muchos dudas que se concrete, se habrá confirmado que el espacio de izquierda está hegemonizado y copado por el MAS.
Doria Medina como candidato es lo que mejor le podría pasar al MAS. El empresario y político es poco hábil para hacer política. Su figura facilita reconstruir en el imaginario de la gente lo que en su momento significó Gonzalo Sánchez de Lozada y lo que le pasó luego por no hacer una lectura objetiva de la nueva relación de fuerzas en la sociedad y los proyectos en disputa. El empresario da lugar a una mayor polarización.
Por lo demás, el empresario-político no le ha jugado muy transparente ni a la gente ni a sus aliados. Por un lado, se eligió candidato mediante una encuesta en un universo reducido y no mediante primarias tal como ofreció en principio. Por otro lado, habla de un Frente Amplio que no tiene personería, a sabiendas de que sus aliados no les quedará otra que aceptar ir con la sigla de UN. Eso modifica las relaciones de fuerzas internas y peor aún si hay frente único. Ya el MSD ha dicho que para ellos solo cuenta UN.
Un escenario como esos abre el riesgo de reinstalar en el imaginario social dos experiencias que es poco probable que la mayor parte de la población respalde: por un lado, el gobierno de la UDP, pues todavía queda el recuerdo de un frente contradictorio que tenía grandes dificultades para ponerse de acuerdo sobre qué medidas tomar, en un contexto de relación de fuerzas desfavorable para el presidente Hernán Siles Suazo. Por otro lado, las dos décadas de neoliberalismo, donde había que unirse para darle algo de legitimidad a una democracia de pactos en la que la gente votaba pero no elegía.
Esta vez, si se concreta una forzada unidad, que será más por el esfuerzo de la embajada de Estados Unidos y la derecha europea que por voluntad de los jefes de la oposición, lo que se verá es un frente único “pegado” con “chicle” que difícilmente podrá sobrevivir a sus contradicciones cinco años y más aún teniendo al frente a movimientos sociales cohesionados y con una relación de fuerzas altamente favorable en la sociedad civil.
El segundo dilema, en el caso hipotético que vayan juntos, es qué ofrecerle al país como alternativa que sea distinta a lo que se está haciendo. En lo discursivo, que por lo general nada tiene que ver con la realidad, el MSM y UN tendrían mayor afinidad. Vayamos por partes: el MSM se define de izquierda y UN, en boca de Doria Medina, dice que es una “izquierda no doctrinaria”. Ninguno de los dos se ha pronunciado contrario al “proceso de cambio”, lo que más que una fortaleza expresa una debilidad pues muestra la hegemonía lograda por el MAS y las dimensiones de la cancha donde se deberá jugar. Entonces, si ambos partidos dicen discursivamente que van a continuar por el camino abierto por el actual gobierno y los movimientos sociales, se enfrentan al imaginario de sectores dispersos de la sociedad que en ocho años no terminan de aceptar que hay una Bolivia diferente. Esos sectores lo que no ocultan es su deseo de desplazar a los indios, obreros y clase media patriótica del poder, para volver a instalar “el poder de los hombres y mujeres bien” (colonialidad del poder)
La situación es más delicada con el MDS. En el seminario organizado en la ciudad de Santa Cruz junto a Mario Vargas Llosa –la punta de lanza intelectual de las agresiones no democráticas que enfrenta Venezuela-, los “demócratas” no han ocultado su cerrada apuesta por el libre comercio y la iniciativa privada, lo que en buenas cuentas significa volver a la era de las privatizaciones.
Empero, como resultado de las relaciones de fuerza y el sistema de creencias vigente en el país, es seguro que la agenda visible de la oposición no contemple su apuesta por la transnacionalización de la economía. Eso no le daría votos más que de una minoría que siente nostalgia por el pasado. El problema está en que hay un pasado que los acompaña. Doria Medina promovió la privatización de todo lo que pudo mientras fue ministro, Juan del Granado avaló el proceso de “capitalización” en el primer gobierno del MNR y Rubén Costas siempre abrazó la economía de mercado. Es más, hay sectores que pueden no tragarse a Evo, pero los beneficios que han obtenido estos años muy difícilmente los haría optar por algo que no les garantice estabilidad.
En síntesis, están entrampados. No pueden ofrecer lo que realmente quieren: transnacionalizar la economía para la apropiación privada de los recursos del país y volver a limitar las conquistas sociales como los bonos, el aumento de salarios y el doble aguinaldo por citar algunos. Eso no les daría votos y en el caso hipotético de ser gobierno y tomar esas medidas la presión social los quitaría en un par de años por la vía del referéndum revocatorio.
El tercer dilema es qué hacer, si cada quien va con candidato propio, para evitar un triunfo aplastante del MAS y Evo Morales, y cómo ingresar con ciertas posibilidades en otros territorios que no son los suyos. Un mirada al pasado inmediato podría inducir a pensar que de los tres partidos, el MSM y MDS son los mejor posicionados territorialmente. El primero en la ciudad de La Paz y el segundo en Santa Cruz, Beni, Tarija y Sucre. Costas y del Granado tienen presencia regional y no nacional. UN no tiene precisamente un referente regional donde sea fuerte.
Pero no todo es lo que parece. Si uno aprecia la intención de voto promedio para el jefe del MSM de los últimos meses, no es difícil concluir que no supera el 4 por ciento en los departamentos del oriente. En el departamento de La Paz tampoco le va bien pues apenas se mueve por el 6 por ciento. El MAS es hegemónico. A la inversa, Costas es fuerte en el departamento del Beni y es evidente que en Santa Cruz, Pando y Tarija ya no representa lo que en su momento fue en el Conalde.
En este escenario, la participación fragmentada de la oposición solo estaría destinada a impedir que el MAS alcance los dos tercios en la Asamblea Legislativa Plurinacional y de esa manera bloquear la aprobación de iniciativas legislativas importantes. Pero esa es una mirada que subestima la historia reciente y el vigor de los movimientos sociales, cuya capacidad de organizar la hegemonía en la sociedad ya ha dado muestras suficientes de su fortaleza para romper las amenazas al proceso de cambio.