La muerte de internet

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Esteban Magnani – Revista Acción

Hace algunos días Sam Altman reflotó con un posteo una teoría de hace varios años. «Nunca me tomé muy seriamente la teoría de la muerte de internet, pero parece que realmente hay muchas cuentas de Twitter gestionadas por LLM», aseguró el CEO de OpenAI. Los «LLM» son los «Grandes Modelos de Lenguaje» como el que hace funcionar a ChatGPT y otros sistemas de IA Generativa. Históricamente, Twitter ha sido un espacio plagado de bots y cuentas automatizadas que trabajan coordinadamente para promover o silenciar ciertos temas y voces, algo que empeoró desde la compra de la red social por parte de Elon Musk, quien redujo los controles. Altman, más allá de dirigir sus dardos en particular contra X, que es propiedad de su exsocio y ahora archienemigo, puso a todos a discutir sobre las consecuencias de que las interacciones automatizadas en internet superarán a las de los humanos.

​​​​​​​La teoría había sido planteada en enero de 2021 por un usuario llamado IlluminatePirate, quien se quejaba de que cada vez costaba más encontrar contenidos de calidad hechos por humanos. Por aquel entonces faltaban aún más de dos años para que surgiera ChatGPT y se popularizaran otras IA Generativas capaces de hacer contenidos automatizados casi sin participación humana. Por entonces, la sentencia parecía una exageración pero, como señala Altman, la asfixia de internet empeoró.

Un poco de historia

Internet es la infraestructura que nace en 1969 cuando se conectan dos computadoras por primera vez. Sobre ella corren numerosos protocolos que dan vida a diferentes herramientas y plataformas. Durante sus primeras décadas de existencia, se utilizaba sobre todo para correos electrónicos y lo que se llamaba «tablones», espacios parecidos a los foros que se siguen usando hoy en día. Pero fue en 1990 que muchos se enteraron de su existencia: ese año se lanzó la World Wide Web, que permitió a millones de personas publicar sus contenidos y navegar libremente por los ajenos de manera simple. A principios del nuevo siglo, se sumaron formas más participativas de producir contenidos, como los blogs y los fotologs, precursores de una intensa actividad de los usuarios que luego capitalizarían las redes sociales para transformarlas en un enorme negocio publicitario.

​Así fue que el dinero metió la cola y la disputa por la atención de los usuarios se intensificó. Para ganarla, se requería una actividad más constante que los posteos irregulares de usuarios aislados; por eso comenzaron a utilizarse cuentas automatizadas que producen contenidos o amplifican los de otras cuentas. Como era de esperarse, la IA Generativa facilitó esta automatización, que permite generar la sensación de que las plataformas cuentan con una comunidad vibrante y activa. De esa manera se seducía a los anunciantes con promesas de visualizaciones. Hasta tal punto se explotaron estos recursos que algunos estudios indican que la actividad automatizada en la web hace tiempo que superó a la de los humanos.

​​​​​Para acelerar la asfixia, ahora se suman otros procesos de nombres extraños. Por un lado, aumenta lo que se llama «AI Slop» o «bazofia de IA»: millones de imágenes, textos y demás productos de la IA Generativa de muy baja calidad, que se producen a escalas masivas pero que comienzan a asfixiar los contenidos de calidad que aún pudieran encontrarse en la web.

​​​​​​​Otra de las cuestiones que expulsa a los humanos de la web es la «enshittification» o «enmierdización», término acuñado por el escritor y periodista Cory Doctorow para describir el gradual deterioro de un servicio o producto de una plataforma digital como consecuencia de su búsqueda de ganancias. Los ejemplos de este tipo de procesos son muchos: uno que salió a la luz recientemente durante un juicio revela que el departamento de ventas de Google pidió al sector responsable de las búsquedas que fuera menos preciso al ofrecer resultados para que, de esa manera, los usuarios necesitaran hacer varios intentos y vieran más publicidad. Es decir que la empresa intencionalmente empeoró su servicio para ganar más dinero.

​​​​​​​Es la publicidad, estúpido

Paradójicamente, estos mecanismos están dificultando el acceso a contenidos de calidad y espantando a los usuarios. El problema es que los sistemas automatizados de publicidad online, dominados sobre todo por Google, Facebook y Amazon, están perdiendo credibilidad por ubicar los anuncios de sus clientes junto a contenido de pésima calidad. Si a esto se le suma que uno de los principales derivadores de tráfico, el buscador Google, está dejando de hacerlo debido a que ofrece respuestas generadas por su IA, no solo se avizora un futuro con menos personas si no también con menos dinero en la medida en que los anunciantes dejen de confiar en que allí generarán ventas.

​​​​​​​Por todo esto, no deja de ser paradójico que, justamente, sea Sam Altman quien denuncie un proceso del que es uno de los principales responsables por ser el creador de herramientas que permiten automatizar masivamente tareas que antes hacían los humanos.

​​​​​Internet y, sobre todo, la web, nacieron con la expectativa de generar un espacio democrático y enriquecedor, igualando oportunidades y haciendo accesibles contenidos de todo tipo. Sin embargo, el mismo modelo de negocios que surgió en buena medida de su existencia, ahora parece a punto de asfixiarla. Las plataformas podrían estar matando a la gallina de los huevos de oro en su afán de extraerle más ganancias.