¿La lenta muerte del peronismo?
Aram Aharonian y Rubén Armendáriz
El mileísmo libertario -con el apoyo el neoliberalismo macrista- se quedó con lo que siempre fue ese espacio político argentino: un 40% fiel y dispuesto a todo para que no gane el peronismo, su rival histórico. Y contó con inestimable apoyo y socorro financiero del gobierno de Donald Trump: Argentina ya tiene libre disponibilidad por 20.000 millones de dólares con la oficialización del swap suscrito con EEUU.

El gobierno de Milei podrá usar parte de esos dólares para frenar la corrida por la devaluación del peso que viene ocurriendo desde hace unas semanas, especialmente luego del resultado electoral del 7 de septiembre en la Provincia de Buenos Aires. Claro que el gobierno perjuró que solo los utilizará para cancelar vencimientos de deuda para el 2026 por más de 18.000 millones de dólares.
Si así fuera vale interrogarse sobre la premura en anunciar la asistencia financiera estadounidense, que no se agota con el swap e incluye un préstamo de un consorcio de bancos transnacionales por otros 20.000 millones de dólares.
.Para el economista y académico Alfredo Serrano Mansilla, director del Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (Celag) , el 40% del electorado argentino sigue fiel a las opciones conservadoras, sin importar crisis ni escándalos. El mileísmo solo recoge esa herencia que viene de las elecciones presidenciales del año 2003, y se repite en 2019, en el peor momento del gobierno neoliberal del macrismo, los electores optaron por esa misma opción neoliberal y conservadora.
Parece ser un 40% al que no le molesta que Trump hablé de los ‘muertos de hambre de la Argentina’, ni que sea una economía totalmente intervenida desde el Fondo Monetario Internacional y el Tesoro de los Estados Unidos, ni que se empobrezca y apalee a los jubilados, ni que el precio del litro de leche haya pasado de 450 a 1.600 pesos, ni que el candidato estrella liberal Luis Espert fuera vinculado con el narcotráfico, ni las coimas de la hermana del presidente, ni la criptoestafa del presidente.
Pareciera que tampoco le molesta (o le interesa, desconoce) que la deuda en dólares esté por encima de los 300 mil millones de dólares, ni que exista un centenar de muertos por fentanilo contaminado, ni que le quite dinero a las universidades públicas o desfinancie al pediátrico Hospital Garrahan, ni que el encaje bancario sea de los más altos del mundo, ni que el salario mínimo real haya caído un tercio, ni el derrumbe de las ventas minoristas, ni la reducción del consumo interno de carne, ni del cierre de empresas, etc, afirma Serrano.
La gran mayoría de ese 40% no vive mejor (sino todo lo contrario). pero vota por un corpus de ideas y valores, que siempre antepone el odio y el miedo a que gane el adversario político, añade el analista español. La victoria de Milei, más allá de la mirada coyuntural, reside en haber logrado cohesionar y representar -al menos por ahora- a este 40%.
Este resultado electoral de Javier Milei, en un contexto actual tan adverso (y teniendo en cuenta que venía de una derrota importante hace menos de dos meses en la Provincia de Buenos Aires a nivel legislativo), se explica por un surco profundo de la sociedad argentina que se cuantifica en este 40%.
Pero existe otra sociedad argentina, el otro 60% que no comulga con ese modelo mileísta. Pero que no encuentra un espacio común, ni política ni electoralmente., carece de propuesta claras de su dirigencia, más allá de una adhesión a los postulados de Juan Domingo Perón, que falleciera el 1 de junio de 1974. Un partido, el peronista, basado en la fuerza de los trabajadores (sindicatos), mutilado por la falta de convicción de muchos de sus dirigentes, algunos de los cuales hasta son funcionarios del gobierno de Milei y carente de una propuesta de país que movilice a las masas,
En el seno de este bloque hay una fuerza electoral mayoritaria, que por el momento no es suficiente por sí sola para ponerle freno al mileísmo. Fuerza Patria logró el 35%, un valor muy parecido a la media obtenida por esta fuerza en las últimas ocho citas legislativas a nivel nacional. El resto, el 25%, votó a otras alternativas.

Es por ello fundamental entender y asimilar que se trata de un bloque heterogéneo, no mileísta y no conservador, con rasgos sociodemográficos disímiles, con culturas políticas variadas, que no tiene preferencias coincidentes respecto a los liderazgos, con códigos y lenguajes diferenciados, y que se informa no siempre por las mismas vías.
Pero en esa amalgama sí que hay algo que les une más allá de no votar a Milei: sus preocupaciones cotidianas, mayoritariamente, económicas. Seguro que en ese 60% hay mucho más interés por escuchar propuestas certeras para resolver el problema de su vivienda habitual en vez de escuchar hablar tanto de los turistas que van al extranjero a comprar barato (que son como mucho un 10% del país, que en buena parte vota a Milei); seguro que prefieren que mejore el sistema público de salud que sufren a diario en vez de escuchar hablar tanto de las prepagas privadas (que son como mucho un 10% del país, que en buena parte vota a Milei). Y, así, se podrían encontrar muchos otros ejemplos de ‘cosas’ potenciales para ‘juntar’ esa heterogeneidad antimileísta.
En buena medida, este hecho, esta desatención parcial de lo que le preocupa a la mayoría, explica la bajísima participación de las últimas elecciones legislativas intermedias. Y, así, la alta abstención más la fragmentación antimileísta ocasionó el resultado que ya todos conocemos en Argentina.
¿Murió el peronismo?
Con la muerte de Perón hace ya medio siglo, se murió también el peronismo, aunque haya cierto negacionismo para reconocerlo y aún cuando en su nombre se haya gobernado en los últimas décadas. Como sucede en todos los movimientos políticos basados en líderes carismáticos, polémicos y fundacionales, cuando desaparecen se llevan consigo eso que crearon.
Lo dijo el mismo Perón cuando anunció que su único heredero era el pueblo, es decir nadie con nombre y apellido y, menos aún, una estructura burocrática partidaria. Después de su fallecimiento, se produjo en sus militantes una metamorfosis ideológica que dio luz a un neoperonismo basado en proyectos personales, montados en un pasado glorioso y en una simbología y mística cuasi religiosa. Supieron tomar distintos atajos para cincelar el partido de poder que es hoy a la medida de sus ambiciones, y que gobernó el país casi 29 años de los últimos 40 de esta etapa democrática, esto es el 70%.
De aquella Argentina peronista, donde los únicos privilegiados eran los niños, al país de con récord histórico de desnutrición y pobreza infantil; y los jubilados que por millones mendigan subsistencia. Un proceso de implosión de identidad del propio relato peronista, y sin que mediara dictadura militar alguna a quien echarle las culpas de la degradación, señala Carlos Negrete.