Foto del “Che” Guevara en la muestra que hizo Leandro Katz. Herido el 8 de octubre, murió el 9 en La Higuera, Bolivia.

Corre el año 1970 y el sol cae en la Quebrada de Yuro, el lugar donde fue fusilado Guevara. El campesino Herrera, que conoce muchos secretos sobre esa muerte, cuenta una y otra vez los billetes del fajo antes de guardarlo en un bolsillo.

Es hombre de pocas palabras y esas palabras tienen el precio que acaba de pagarle el periodista italiano Roberto Savio en un gesto cargado de simbolismo: 5.000 pesos bolivianos.

Savio ha buscado durante una semana a Herrera para poder entrevistarlo y en esa búsqueda casi siempre se ha topado con un muro de silencio. Nadie quiere decirle dónde está y, a esa altura, más que un hombre le parece un fantasma. Finalmente, cuando el periodista casi ha perdido las esperanzas, el fantasma aparece. Y exige un precio por su testimonio.

Ernesto Che Guevara en Bolivia (Foto de Hulton Archive/ Getty Images)Esos 5.000 pesos son el precio que exigió para relatar cómo, tres años antes, el 8 de octubre de 1967, le indicó a una partida de Rangers la quebrada donde se ocultaba la golpeada columna guerrillera que comandaba Guevara. Esos 5.000 pesos que ahora le paga Roberto Savio para que lo cuente son la misma suma que un oficial del ejército boliviano le pagó para que delatara al Che.

-Yo no estoy con nadie. No soy comunista ni anticomunista. Yo hago lo que me mandan – dice Herrera mirando a la cámara, después de contar los billetes.

Roberto Savio
Roberto Savio

A principios de los ’70, Roberto Savio era jefe de noticias para América Latina de la Radio y Televisión Italiana. Tres años antes, Ernesto Guevara había pagado con la vida el fracaso de su intento foquista en la selva boliviana. El hombre había muerto pero el mito crecía vigoroso, desplegándose como una bandera que parecía estar pintada con los colores del futuro. A Savio lo inquietan los mitos contemporáneos, y mucho más éste, cuya eficacia amenaza con influir de manera decisiva sobre la historia.

Savio es un periodista inquieto. Fundador de la agencia de noticias Inter Press Service (IPS) en 1964, concibe al periodismo con un servicio una de cuyas misiones es, como deja sentado en el acta fundacional de la agencia, “dar voz a los sin voz”.

En busca de esas voces, durante más de un año recorrerá América con una cámara y una idea: obtener testimonios de primera mano, desentrañar los hechos que están siendo aplastados por los discursos, reconstruir la historia, desandar el camino de Ernesto Guevara para encontrar al hombre antes de que sea definitivamente tragado por el mito. Roberto Savio es periodista.

El documental prohibido

Savio regresa a Italia con cientos de metros de celuloide y se encierra febrilmente a editarlos. El resultado, Che Guervara – Reportaje sobre un mito (Che Guevara – Inchiesta su un mito), es un viaje de casi cuatro horas de duración por la ruta de Guevara: de Buenos Aires a Bolivia y Perú y Ecuador, la experiencia de Guatemala en llamas, el contacto con los exiliados cubanos, México, el Granma –el barquito del desembarco en la isla-, Cuba, África, Bolivia, la muerte.

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Cuando termina de compaginar está agotado pero satisfecho. Sólo le queda esperar la fecha para ponerlo al aire. Pero antes, claro, debe mostrarlo ante quien corresponde. Son cuatro horas de silencio en una sala llena de expectativas y humo de cigarrillos. Cuando se encienden las luces, el director de la RAI se le acerca:

–Lo felicito, Savio, hizo un gran trabajo –elogia, pero el periodista tiene el suficiente oído para intuir que hay algo más.

–Gracias… –responde y espera.

Lo que no entiendo es para quién hizo este documental –y lo que Savio espera, llega–. No es para los norteamericanos, indudablemente; tampoco para los soviéticos, ni para los cubanos. ¿Para quién lo hizo?

Savio no cuenta qué le responde: tal vez haya dicho que simplemente estaba haciendo su trabajo, periodismo. Es decir, dejar que los hechos surjan como chispazos de la confrontación de los testimonios, de sus mismas contradicciones, del descubrimiento de la intencionalidad y de los fallidos de los discursos de los protagonistas y los testigos. Y tal vez haya agregado que los hechos, afortunadamente, tienen la caprichosa cualidad de no ser unívocos. Como se dice comúnmente, también los hechos surgen del color del cristal con que se los ve.

La foto icónica de Ernesto Guevara tomada por Alberto Díaz (Korda) en 1960
La foto icónica dtomada por Alberto Díaz (Korda) en 1960

La discusión, si es que hubo, queda zanjada con un premio que es una nueva misión. Savio aborda un avión hacia Japón para preparar, en dos meses, un informe sobre, precisamente, las antípodas. En Tokio recibe un telegrama. Lo firma el compaginador del documental: “Están haciendo otra película con tu material. No van a proyectar la tuya”, le escribe. Nada que hacerle. Savio sabe que el material es propiedad de la RAI. Que lo sienta suyo –que sea suyo– es otra cosa. “Hagan lo que quieran –escribe ahora él, no a su compaginador sino al director de la cadena–, pero no autorizo a que le pongan mi nombre”.

Allí podría haber terminado la historia (apenas una más sobre la larga lista de enredos entre cronistas y editores) si no hubiera mediado un delito: el compaginador –una noche, tarde, es posible suponer– se llevó a su casa las cintas editadas por Savio. Y no las devolvió. Corría 1973.

Treinta años de espera

Treinta años después, una tarde de noviembre de 2003 –el tiempo preciso para que vencieran los derechos legales que la RAI tenía sobre el material de Savio– el documental, dividido en tres partes, salió de las sombras por primera vez en el mundo y única en la Argentina y se desplegó ante las miradas de poco más de 200 personas reunidas en el Centro Cultural General San Martín.

Guevara en 1958 con un bate de béisbol en Sierra Maestra ( AFP PHOTO / CENTRO DE ESTUDIOS CHE GUEVARA)La elección de la Argentina para el estreno mundial no se debió solamente a los orígenes de Ernesto Guevara sino que Savio, nacido en Roma, tiene además la nacionalidad argentina. Aquí fundó y fue presidente de la desaparecida Alma Mater Indoamericana, una ONG argentina para la promoción de la educación de niños en las zonas pobres del país.

En Che Guevara – Reportaje sobre un mito, los testigos hablan como si hubiera ocurrido ayer (y a principios de los 70 era precisamente ayer, el documental tiene esa luminosa inmediatez que fue imposible de recuperar por las investigaciones posteriores).

Savio, fuera de cámara –sólo a veces aparece un fugaz perfil con gruesos anteojos que terminan simbolizando su personalidad a partir del rasgo–, pregunta. Pregunta cómo se debe preguntar: primero abierto (casi dubitativo, impreciso, desde el mejor lugar del no saber) para no condicionar la mirada del testigo, para no restringirlo, y después preciso, a fondo, implacable, para extraer aquello que no se quiere o no se puede decir, para desnudar las contradicciones, para que los silencios muestren toda su elocuencia.

Guevara antes del Che

Y los testigos hablan, casi milagrosamente hablan: un funcionario de la Reforma Agraria del presidente Víctor Paz Estenssoro, que conoció fugazmente a Guevara en la convulsionada Bolivia de 1953, cuando tenía apenas 23 años y viajaba con su amigo Alberto Granado en una moto a la que bautizaron La Poderosa.

“Era un muchacho prolijo y reservado”, cuentan en el documental quienes lo conocieron

Era un muchacho prolijo, reservado, siempre correctamente vestido. Trabajó unos veinte días con nosotros”, dijo Paz Estenssoro a Savio en 1970.

Ricardo Rojo, ya entonces tan en el papel de amigo del Che: “Fuimos a pie a Perú. Ernesto se indignaba al ver la miseria pero no lo hacía desde una ideología clara. Era más un sentimiento”.

La foto de la Agencia Nacional de Información Cubana, del 17 de octubre de 1997, muestra a los soldados llevando el ataúd de Ernesto Guevara al mauseolo en Santa Clara, Cuba, construido para él y los seis camaradas muertos en Bolivia en 1967 (AFP PHOTO)
La foto de la Agencia Nacional de Información Cubana, del 17 de octubre de 1997: soldados llevando el ataúd de  Guevara al mauseolo en Santa Clara, Cuba, construido para él y los seis camaradas muertos en Bolivia en 1967

Un ex militante juvenil guatemalteco: “Al principio no confiábamos en él. Decía que era médico pero venía de andarín, vestía desprolijo. Hoy diríamos que parecía un hippie. Yo le presenté a su primera mujer, Hilda Gadea, una exilada aprista”.

El embajador argentino en Guatemala: “Me avisaron que lo andaban buscando, es posible que para matarlo, y le avisé. Le ofrecí el primer asiento en el primer avión pero lo rechazó. Me dijo que había recibido algún dinero desde Buenos Aires y que seguiría su viaje a México”.

Un médico que trabajó con Ernesto Guevara en México DF: “Se bastaba a sí mismo. Ganaba poco pero nunca se quejaba. Trabajaba en el laboratorio, investigaba si algunos alimentos podían causar daño después de ser digeridos. Y para ganarse unos pesos más sacaba fotografías con una mala cámara. Él sabía que sus fotografías eran malas”.

El guerrillero en Bolivia

Después, el testimonio de Mario Monje, secretario general del PC boliviano, el hombre señalado como quien traicionó a Guevara: “Te pido disculpas por haberte engañado, me dijo, no podíamos decirte para qué vendríamos aquí. Él quería hacer un foco guerrillero, nosotros esperábamos las condiciones para una insurrección. No nos entendimos. Si hoy viviera me diría que yo tenía razón, estoy seguro”.

October 10, 1967. El cuerpo de Ernesto “Che” Guevara fue exhibido en Vallegrande, Bolivia. El líder guerrillero había sido ejecutado en La Higuera, a 74 km de la ciudad (AFP PHOTO / MARC HUTTEN)

Antonio Peredo, periodista, hermano de Inti y de Coco, los líderes bolivianos de la guerrilla guevarista: “El PC boliviano lo traicionó. Monje sabía que en Bolivia era imposible tomar el poder sin violencia pero obedeció la posición internacional de Moscú sobre la coexistencia pacífica”.

Un boliviano entrenado en Cuba, junto con Monje, en la guerra de guerrillas (“¿Quién es usted?”, pregunta Savio. “El número Seis”, responde): “No alcancé a incorporarme. Lo delataron antes. Monje lo traicionó porque quería ser el jefe de la guerrilla, pero no tenía las condiciones mínimas. Era pesado, tenía poca resistencia”.

Un funcionario del Pentágono: “Guevara tenía liderazgo, pero militarmente estaba menos preparado que cualquier sargento de nuestro ejército. Su libro sobre la guerrilla es una recreación de un manual soviético de la segunda guerra mundial”.

La maestrita y el fusilador

En su búsqueda, Savio persigue a la maestra de la escuelita de La Higuera, donde Guevara pasó la noche después de ser capturado. La mujer se ha ido, pero el periodista la rastrea y la encuentra en Santa Cruz de la Sierra. La cámara la muestra asomándose por la ranura de una puerta apenas entreabierta, negándose a hablar. Al día siguiente, en un nuevo intento por convencerla, Savio ya no la encuentra: la maestra tenía temor, había huido.

Mario Terán, el sargento que mató al Che Guevara
Mario Terán, el sargento que mató al Che Guevara

A quién sí encuentra es a Mario Terán, el hombre encargado de matar al Che. Lo encuentra oculto tras un nombre falso y lo sorprende, también cámara en mano. El diálogo es tenso y también revelador.

–¿Cómo murió Guevara? – pregunta Savio.

–Desangrado, por las heridas – responde Terán.

–Tenía una herida en el corazón. Tiene que haber muerto al instante.

–Tenía muchas heridas. Una en la pierna. Se desangró.

–Hay versiones que dicen que usted lo fusiló.

–No me consta. Murió por las heridas.

Y así. Una y otra vez….

La decisión de matarlo

En La Paz, un general boliviano se sincera con Savio y le revela que la decisión de fusilar a Guevara fue del gobierno:

-Después de lo ocurrido con (Regis) Debray teníamos que fusilarlo. Si lo teníamos preso no íbamos a poder soportar la presión internacional – le dice sin vueltas.“Teníamos que fusilarlo, si lo poníamos preso no íbamos a poder soportar la presión internacional”, se sinceró un general boliviano con el periodista Savio  (AFP PHOTO / MARC HUTTEN)

Los testimonios se multiplican, Savio no deja ninguna arista sin explorar: Salvador Allende -el presidente chileno en 1970 que se quita la vida en el golpe de Estado de Augusto Pinochet– relata su último encuentro con Guevara. Otro general boliviano destaca el coraje del Che, un campesino recuerda una naranja compartida en el medio de la selva, un coronel boina verde explica cómo entrenó a la división de Rangers que lo capturó. Y más…

Son decenas de testimonios confrontados, entrecruzados, sin temor a lo “políticamente incorrecto” para despejar el mito y sacar a la luz al hombre, a Guevara y sus hechos.

El documental de Roberto Savio fue el primero que se hizo sobre la vida y la muerte de Ernesto Che Guevara. Y quizás el más completo. Una decisión editorial hizo que el mundo debiera esperar tres décadas para poder verlo. Por decisión de Savio, hoy está al alcance de todo el mundo en la web.

*Periodistas argentinos. Nota publicada en Infobae, Argentina

Las tres entregas del documental de Savio

Nos dice el maestro Robrto Savio: “Incluyo, para quien tenga tiempo y paciencia, mi gran encuesta sobre el Che, del 1973. Me despidieron como Director para América Latina de la RAI. La excusa era: esto no es útil a los americanos, no es útil a los soviéticos, no es útil a los cubanos: ¿a quien es útil? “

“La encuesta nunca se transmitió, nos peleamos… y perdí  la pelea. El periodismo puro nunca tiene que enfrentarse con la política……Ahora que han pasado más de anos, tengo el derecho de exhibirla gratuitamente. Son entrevistas de los personajes principales en su historia, con la única entrevista del secretario del PC boliviano, el sargento que mató al Che, el campesino que lo denunció, y todo el proceso de paz de Glassboro”.

Y nos dejó la pelíocula en tres entregas que celosamente guarda arcoiris.tv (Gracias, Roberto).

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