La guarimba empuja, pero el “golpe suave” está en la Conferencia de Paz
GONZALO GÓMEZ| La Conferencia de Paz ha sido presentada como la opción frente a la “salida” violenta de las guarimbas. Sin embargo, no hay paz, las guarimbas siguen con sus secuelas de destrozos y muertes. Además, está la violencia de la “guerra económica” que socava las condiciones de vida del pueblo.
Aunque la violencia aún no es generalizada y la guarimba no agarra pueblo, en la propia Conferencia tampoco hay paz verdadera. Allí, la “guerra económica” continúa con la apariencia de la “concertación” y del “consenso”, con actores que llevan el puñal bajo la manga. La violencia física y la económica son parte de un chantaje que nos aprieta a dos manos el pescuezo.
Los violentos y los supuestos moderados-pacíficos no tienen por qué estar de acuerdo en las tácticas. Tienen en común los intereses de clase. Las diferentes tácticas se combinan en la realidad, al servicio de una misma estrategia: acabar con la revolución bolivariana.
La muerte de Chávez les ha acercado la oportunidad. Unos quieren salir de Maduro ya, tumbando al gobierno. Otros creen que no va a ser de un solo trancazo y apuestan al desgaste, para retomar en su momento las instituciones del Estado. Logrado eso, vendría lo demás…
Los que así piensan y los que no, todos se aprovechan de la situación y tratan de imponer concesiones que les faciliten la acumulación de capital, económicamente hablando, y también de músculo político.
El caos creado por los violentos sirve a los dialogantes para lograr que el gobierno vaya aplicando medidas que los empresarios desean, como los 12 puntos de Mendoza. Se busca que el costo político y social recaiga en el gobierno y en la revolución, por las consecuencias impopulares.
Algunos acuerdos ya están asomando: aumentos de precios a pesar de la especulación y sin compensaciones para los asalariados, más dólares sin restricciones y mayor porción de la renta petrolera para la burguesía, elementos de una flexibilización laboral de hecho que apunta a la revisión de la LOTTT, más financiamiento estatal y relajamiento de las contrataciones para las empresas privadas… Otras medidas se cuecen en la olla o se deslizan.
Por otra parte, ya casi no se habla ni hay acciones dirigidas a la producción con propiedad social y control de los trabajadores. No se ven medidas de “transición al socialismo”. El nuevo lenguaje es la “coexistencia de modelos”, asociaciones entre el Estado y los empresarios.
El Vicepresidente Arreaza, en el contexto de la Conferencia de Paz citó la dialéctica hegeliana y marxista para decir que: “es en los puntos de vista contrarios, en el debate, en el disenso, donde podemos avanzar procurando esa síntesis que nos permite avanzar, dando pasos en conjunto”. “Síntesis” y “pasos en conjunto” con el capital, para una caricatura de Socialismo que por esa vía nunca llegará, porque nos ofrece más capitalismo.
Y mientras el presidente anima a los empresarios a que “critiquen duro”, molesta mucho la crítica de izquierda que llama a rectificar, les molesta la lucha de clases que es el motor de las revoluciones.
El pueblo ve con buenos ojos un diálogo que sirva para acabar con la guarimba fascista; pero resulta que así no se ha podido desmontar. El pueblo no quiere guerra civil, pero la paz no depende sólo de nosotros, ni puede ser resultado de la entrega. Eso traería nuevas tormentas de violencia para aplastar al activismo revolucionario.
El tercer actor excluido: el sujeto del proceso. En la Conferencia de Paz la batuta la llevan los empresarios; la participación obrera-popular es relleno y no da la pauta del diálogo. Las concesiones son a favor del capital, no del trabajo. Y eso es muy malo para la revolución. El “consenso” definitivamente debe ser con el pueblo, no con los explotadores. Esto tiene que cambiar. Dependerá de que la clase trabajadora y el movimiento popular hagamos sentir nuestra voz y tensionemos hacia la izquierda con nuestra movilización.