La épica chavista revolucionaria
Nestor Francia |
Todo lo que pasa se enmarca en un mismo contexto: la compleja situación política venezolana que conduce inevitablemente a un conflicto radical que seguramente tendrá un correlativo social, aunque es difícil precisar todos los elementos que estarán presentes en su carácter ¿Será cruento o no? ¿Cuánto tiempo durará hasta que desemboque en algún desenlace? ¿Cuál será la actuación de factores armados regulares e irregulares? ¿Habrá o no intervención directa internacional? Lo cierto es que, como hemos dicho en los dos Análisis anteriores, lo menos probable es que el próximo escenario del conflicto sea un diálogo entre los dos actores principales en la arena: el movimiento revolucionario por un lado, y la contrarrevolución orgánica que se mueve en la MUD y algunos de sus satélites dentro y fuera de Venezuela, y con el apoyo apenas disimulado del imperialismo.
En la entrevista que le hiciera José Vicente Rangel a Oscar Schemel, y que hemos citado ya varias veces (con el debido respeto que sentimos por ambos), el conocido encuestador ha dicho lo siguiente: “Nosotros observamos que el presidente esta atrapado en una especie de enredo ideológico, pareciera que está viviendo una fantasiosa épica revolucionaria”. Más rápido que enseguida, un vocero de la derecha se ha hecho eco de esas palabras. Se trata del adeco reciclado Pablo Pérez, el ex gobernador del Zulia, quien afirmó que “Hasta uno de sus encuestadores (del chavismo), como es Oscar Schemel, no tuvo más remedio que lanzar fuertes críticas contra el Gobierno y aseverar que están en una trampa ideológica y atizan el conflicto para regodearse en una fantasiosa épica revolucionaria”.
Es conveniente detenernos un tanto en esa declaración de Schemel, porque el discurso del liderazgo revolucionario y concretamente el de Nicolás Maduro no puede ser sacado de contexto. Nosotros hemos dicho más de una vez que uno de los problemas comunicacionales del chavismo es que solo se dirige a los militantes convencidos y no le habla a algunos sectores que han sido cercanos al chavismo pero son vulnerables a las manipulaciones políticas y mediáticas de la derecha. También hemos aseverado que carecemos de un discurso específico dirigido a las clases medias. Eso se debe a que no hemos logrado diseñar una estrategia comunicacional clara que incluya una segmentación de los públicos y una caracterización del tipo de mensaje y de lenguaje apropiados para cada segmento de la población. Pero jamás hemos dicho, ni por asomo, que eso signifique prescindir del discurso ideológico, épico, concentradamente chavista. Simplemente, el chavismo militante necesita ser reforzado y moralizado en sus convicciones, es un factor importantísimo en la segmentación de la cual hablamos. Siempre ha sido así y en estos momentos esa idea parece justificarse aun más. Veamos por qué.
En nuestros dos más recientes Análisis (de los cuales hemos publicado ayer una sola versión como artículo en Aporrea.org) hemos opinado que la más alta probabilidad de desenlace del conflicto político en Venezuela pasaría por una confrontación de alta intensidad entre el chavismo y el antichavismo. No podemos descartar para nada que ese desenlace se produzca después de la eclosión de violencia social, con posibles manifestaciones de lucha armada, tanto en nuestro país como en el resto del continente.
El nivel de violencia en ese escenario no puede ser precisado de antemano, pues dependería de muchos factores que en este momento es imposible conocer y por lo tanto analizar. Siendo así, los tres millones de personas que votaron en las primarais del PSUV del año pasado (para no hablar de los cinco millones y medio de votos que obtuvo el chavismo el 6D, para cuidarnos de pecar de exagerados) no pueden ser considerados solo como “electores”. En perspectiva, podrían llegar a ser combatientes. Por lo tanto, hacia ellos es absolutamente justificado y necesario la permanencia del discurso épico, ideológico, revolucionario, chavista.
El chavismo siempre ha tenido, desde su aparición en esta tierra de gracia, un discurso épico. Nació en medio de combates (rebelión popular de 1989, rebelión militar de 1992). Desde su surgimiento se presentó como bolivariano, es decir alimentado por una gran épica fundacional. En su arenga revolucionaria, Chávez iba constantemente a las fuentes de esa épica y a las que le precedieron y le siguieron: Guaicaipuro, Zamora, Maisanta, Fabricio y pare usted de contar. El chavismo es un movimiento cívico-militar crecido en el lenguaje de la milicia y de las batallas. Sus organismos de base han tenido denominaciones que reflejan ese espíritu: batallones, comandos, unidades. Es pues, sin lugar a dudas, un movimiento épico y así debe mantenerse, pues se avecinan grandes batallas cuyo carácter, como se ha dicho, no podemos adelantar. El chavismo militante tiene que estar preparado, hoy más que nunca, para el combate, y mantener su reconocida capacidad de rápida convocatoria y de movilización, su conciencia, su mística y su disposición para el combate.
La épica chavista revolucionaria solo es una fantasía en la mente de Oscar Schemel y de otros que, como él, están pensando que el chavismo revolucionario está tan debilitado que debe ir haciendo las maletas para darle paso a una especie de caricatura que se adapte, oportunistamente, a los vaivenes de la política percibida solo como circunstancia y no como proyecto histórico que pasará por distintos avatares, subidas y bajadas, marchas y contramarchas, derrotas y victorias. Fantasioso es pensar que la derecha y la Revolución se comportarán como “caballeros” y no como lo que realmente son: dos fuerzas enfrentadas sin cuartel en un vasto campo de batalla.