La elección de Trump: una mirada desde el Sur
Fernando Ayala
La elección de Donald Trump como el 47º presidente de los Estados Unidos ha tenido un impacto global y en especial en América Latina, un continente profundamente dividido en sus opciones políticas y con un pasado traumático respecto a sus relaciones con el país del norte.Un buen reflejo de ello fueron las reacciones de los presidentes sudamericanos ante el anuncio de madrugada de Trump de que había vencido en las elecciones.
El primero en felicitarlo, solo dos horas después, fue el mandatario argentino, Javier Milei, seguido del paraguayo y luego el uruguayo.Es decir, los representantes de derechas. El presidente de Brasil, identificado con posturas de centro izquierda, Luis Inácio Lula da Silva, fue el cuarto, cuatro horas más tarde.El quinto, el derechista ecuatoriano Daniel Noboa, quien tiene sumido su país en una profunda crisis; el sexto el izquierdista Gustavo Petro y luego la cuestionada presidenta del Perú, Dina Boluarte.
Los últimos tres mandatarios en saludar la victoria de Trump, ocho, nueve y diez horas después, fueron el venezolano Nicolás Maduro, el chileno Gabriel Boric y finalmente el jefe de estado de Bolivia, Luis Arce.Mayoritariamente lo hicieron por X, Instagram y Facebook.Curiosamente no se usaron las vías diplomáticas ni las llamadas telefónicas.
¿Tienen importancia estos pequeños gestos?Por lo menos muestran lo que probablemente será una relación que encontrará dificultades diversas. Argentina necesita urgentemente un salvavidas financiero debido a su deuda pública que se acerca a casi el 90% de su PIB, es decir cerca de 450 mil millones de dólares.
Sus vencimientos son la preocupación mayor de un gobierno que recibió una economía en el suelo, compromisos de pagos con el FMI y con el gobierno chino que difícilmente podrá cumplir, por lo que Milei peregrinará a Washington (o Miami) -sombrero en mano, como se dice en Italia- apenas le den hora, esperando ser el primer presidente de la región en visitarlo y expresarle su fidelidad.
Por su parte México, principal socio comercial de Estados Unidos, con un intercambio de bienes que bordean los 800 mil millones de dólares ha sido ya advertido por Trump de que no es solo la inmigración el problema que enfrenta si no la posibilidad de que aumenten los aranceles, lo que parece inimaginable, dado que un alto número de empresas que exportan a Estados Unidos son originarias de ese país.
A su vez una medida así llevaría al cierre de empresas con el consiguiente aumento del desempleo y una mayor presión por emigrar.Sin embargo, en el “mundo Trump” pareciera ser una opción que no se debe descartar.Lo mismo podría ocurrir con China, país que es visto como el principal adversario que amenaza la hegemonía estadounidense, lo que podría generar una respuesta similar desde Beijín y con ello el inicio de una guerra comercial.
La Unión Europea enfrenta una situación parecida debido al alza reciente de aranceles a los automóviles eléctricos chinos, acordada en votación dividida, y que puede hacerle perder cuotas de mercado en ese país y debilitar la posición de los europeos. Con Venezuela, pese al fraude electoral ocurrido en las últimas elecciones en que el presidente Nicolás Maduro se proclamó vencedor,
Estados Unidos que no ha reconocido su triunfo, ha renovado automáticamente la licencia a la petrolera Chevron para seguir operando en conjunto a la empresa estatal venezolana (PDVSA), pese a que el presidente Biden señaló que se revisaría esta medida.Ello asegura la entrada de divisas al gobierno de Maduro y de crudo a Estados Unidos. Difícilmente Trump cancelará las licencias vigentes al gobierno de Caracas que permite a Chevron extraer más de 120 mil barriles de petróleo por día.
Cada país de América Latina tiene cuentas pendientes con Estados Unidos, pero nunca parece ser el momento para revisar seriamente lo que ha sido esta asimétrica relación con el gigante del norte. En la reciente votación para levantar el embargo a Cuba, del 30 de octubre pasado,en la Asamblea General de Naciones Unidas, 187 países lo hicieron a favor, dos votaron en contra: Estados Unidos e Israel y uno se abstuvo, Moldavia. Toda América Latina apoya esta medida al igual que lo hace a favor de Argentina en su reclamación al Reino Unidos por las islas Malvinas.
Sin embargo, el presidente Milei destituyó a su ministra de relaciones exteriores por el voto a favor del levantamiento del embargo.El vasallaje en política exterior, tarde o temprano termina perjudicando el propio interés nacional que se busca defender.
La responsabilidad final del triunfo de Donald Trump se debe buscar más en las políticas llevadas adelante por la administración Biden, en el plano nacional e internacional, así como en las debilidades de la candidata que lo enfrentó. Estados Unidos hoy es muy diferente al país de los inicios del presente siglo.Hay ya un par de generaciones de latinos o hispanos nacidos en Estados Unidos y que aparte del color de la piel, son culturalmente estadounidenses.
En el “mundo Trump” que viene y que afectará visiones tradicionales de la política exterior, especialmente en Europa, volveremos a sorprendernos como cuando el mandatario viajó en 2019, a entrevistarse con el dictador norcoreano, Kim Jong-um y además del apretón de manos, cruzó el paralelo 38 que divide a las dos Coreas, ante el estupor de su aliado histórico, Seúl, y de sus socios de la OTAN.
En el plano económico, Trump ha dado muestras de no estar contento con la globalización y el libre flujo de bienes y servicios. Muchos países de América Latina, partiendo por México, tienen tratados de libre comercio vigentes con Estados Unidos. En un mundo donde el sistema internacional está cada vez más debilitado, incluyendo a Naciones Unidas y a la Organización Mundial de Comercio (OMC), Trump podría denunciar algunos acuerdos bajo la premisa de MAGA (Make America Great Again).
Detrás de este acrónimo subyace una visión de los Estados Unidos profundo, ese donde una mayoría de los estadounidenses están orgullosos de su país, de su producción científica, industrial, militar y agrícola, de sus hamburguesas, coches y de sus aviones, donde poco lesimporta lo que suceda fuera de sus fronteras, como lo que ocurre hoy en Gaza, Líbano, Ucrania o Sudán.
Dos veces los estadounidenses han sido presionados a entrar en las dos guerras mundiales provocadas por los europeos.Se convirtieron en poder global, pero hoy resienten sus errores en Vietnam, Afganistán o el Medio Oriente.Pareciera ser que no quieren más guerras y muchos menos sacrificar a sus muchachos. América Latina no es una preocupación hoy para Estados Unidos.
El peligro de revoluciones socialistas quedó en el pasado y es cosa de tiempo para el derrumbe definitivo de los regímenes que aún subsisten en la región en medio de la pobreza y la frustración de sus habitantes.Latinoamérica se ubica en una suerte de sombra geoestratégica, sin poder militar, ni económico y con una gran dependencia tecnológica, donde solo países como México o Brasil pueden intentar una política de real independencia.
El resto del continente es fácil de alinear. Las riquezas naturales siguen siendo la gran reserva estratégica de América Latina y por las cuales Estados Unidos mantiene el interés en alejar la presencia de China, Rusia o Irán. Los primeros trascendidos de las designaciones de Trump respecto a política exterior, defensa, inmigración, medio ambiente y economía dan una clara señal de cómo vendrá la mano y serán los responsables de privilegiar la visión de Trump respecto al orden internacional.
Difícilmente habrá mucho espacio para el diálogo.El resultado electoral mostró un rostro diferente de Estados Unidos donde un voto importante de Trump lo obtuvo de las mujeres blancas, afroamericanos, latinos y jóvenes.Las elites políticas de América Latinadeberán tomar nota de que, junto a la economía, también importa la inmigración ilegal, la violencia y los temas valóricos en sociedades donde los principios ideológicos parecieran perder presencia.
* Embajador, economista de la Universidad de Zagreb, Croacia, y Máster en Ciencia Política de la Universidad Católica de Chile. Ex Subdirector de asuntos estratégicos de la Universidad de Chile y ex Subsecretario de Defensa. Colaborador del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE)