La derecha golpista intenta unirse en Bolivia para frenar al MAS
Boris Acosta Reyes|
Preocupados por la preeminencia del Movimiento al Socialismo (MAS) en todas las encuestas serias, la derecha boliviana se prepara a unir fuerzas contra el partido de Evo Morales. Así, la presidenta de facto de Bolivia Jeanine Áñez está intentando conformar un frente unido con Carlos Mesa para las elecciones presidenciales del 6 de septiembre.
El ministro de Gobierno Arturo Murillo precisó que Áñez le hará “muy buenas propuestas” al actual candidato de Comunidad Ciudadana (CC). Yo creo que no es difícil. Habrá sorpresas en los próximos días… veremos cuál es la apertura del señor Mesa”, indicó Murillo.
Con la poco disimulada presión de la embajada de Estados Unidos en La Paz, empezaron los contactos entre las diferentes fuerzas de la derecha para llegar a candidaturas unificadas. El objetivo es lograrlo de cara a la primera vuelta.
El principal objetivo por el cual EEUU se ha esforzado en controlar a Bolivia es para obtener acceso directo e ilimitado a sus amplísimas riquezas naturales, que bajo el mandato del expresidente Morales fue declarado tesoro nacional de todo el pueblo. Durante los 14 años de mandato presidencial, el líder indígena disfrutói del más alto de nivel de confianza en la ciudadanía boliviana.
Ello, facilitado también por soluciones efectivas de su gobierno en el ámbito de problemas socioeconómicos, dirigido a dar satisfacción a las necesidades de los sectores más desposeídos, especialmente la población indígena, que representa el 55% de los ciudadanos.
Como parte del gobierno de Morales , el actual candidato a la presidencia de Bolivia por el MAS, el economista y catedrático Luís Arce Catacora fue Ministro de Economía entre los años 2006 al 2017 y algunos meses del año 2019.
Bajo su gestión pudo garantizar que en los últimos ocho años la economía boliviana creciera anualmente con un promedio de un 5%, las reservas de oro y divisas aumentaron significativamente y se mantuvo la inflación en cero. Es esa constatación –junto a la confianza de Evo- lo que genera confianza en la dupla presidencial boliviana conformada por el mismo Luis Arce y David Choquehuanca.
Por su parte, el depuesto presidente Evo Morales recalcó que se trata de un frente conformado por la vieja derecha boliviana. “Se juntan en conveniencia para reeditar la megacoalición del neoliberalismo”, sostuvo. Siempre hay una posibilidad, negarlo sería cerrar las puertas al desafío que debemos enfrentar. El Movimiento Al Socialismo tiene una opción de voto muy importante y uno no puede descuidarla”, añadió.
Morales criticó a los miembros de la posible coalición:“Se viene la alianza entre quien, antes que enfrentar a las transnacionales pedía limosnas, y quien, en medio de la pandemia y antes de salvar vidas hace negociados hasta con los respiradores”, indicó.
“Cumpliendo las instrucciones del gobierno de Trump, Mesa y Áñez acordaron un pacto para ir ‘Juntos’ en las elecciones del 6 de septiembre en Bolivia con asesores que apoyaron la campaña de Sánchez de Lozada. ¡El pueblo digno y soberano será primero!”, enfatizó el líder cocalero.
Los partidos de derecha ya habían coincidido en su apoyo al golpe de Estado apañado por la OEA en noviembre pasado, cuando Morales superó ajustadamente la diferencia de 10 puntos necesaria para ganar en primera vuelta.
Luego volvieron a dividirse de cara a las próximas elecciones, cada uno con la aspiración de colocar al nuevo presidente. Pero ahora las encuentras indican que Luis Arce, el candidato del MAS y exministro de economía de Morales, les saca una amplia ventaja a Mesa y Áñez. De esa manera corre riesgo el objetivo central del golpe: que las fuerzas populares queden definitivamente fuera de cualquier instancia de poder.
Murillo advirtió que esta vez no solo está en juego quién será presidente y quién no, sino los próximos 30 años de democracia. “Eso deben saberlo todos los candidatos que dicen ser de la línea democrática”, insistió el ministro.
Mesa es el principal oponente de la presidenta interina dentro las fuerzas “antipopulistas”. Había quedado segundo en las elecciones de octubre pasado, en las que la dupla Morales-García Linera le sacó más de diez puntos de ventaja en la segunda vuelta.
Desde que la pandemia se instaló en Bolivia, Mesa se había convertido en uno de los principales críticos a las medidas tomadas por el gobierno de facto. Por su parte Añez había manifestado presiones del MAS, pero también de Mesa, al momento de promulgar la ley con la que convocó a elecciones para el 6 de septiembre.
La presión de Washington y la OEA, encabezada por su secretario general Luís Almagro, el más proestadounidense que haya tenido esta organización regional; lograron generar un escenario político comunicacional, donde se impuso la acusación de fraude contra las elecciones, además de un marco de presión que incluyo amenazas y acciones de violencia que hicieron temer incluso por la vida de Evo Morales, familiares y cercanos.
La instalación de un gobierno de facto en Bolivia, con pfetensiones de mantenerse en el poder aprovechando los efectos del Covid-19 y el apoyo de Washington, pronostican protestas sociales masivas, ante un gobierno que descuida la resolución de los problemas apremiantes de la ciudadanía, en pos de mantener un poder cada día más frágil, pero que les permite hacer sus corruptos negociados.
*Sociólogo y periodista bolivano, colaborador del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)