La cumbre sobre Cambio Climático se enfrenta al nuevo negacionismo
Isabella Arria
El secretario general de la Organización de Naciones Unidas (ONU), Antonio Guterres, inauguró en Madrid la 25 Conferencia de las Partes (COP25), máximo órgano de la Convención Marco de Cambio Climático de la Organización de Naciones Unidas (ONU), con un discurso en el cual alertó de una “catástrofe” si no se actúa ya, y con determinación, sobre las causas del cambio climático, con especial énfasis en la reducción de los gases de efecto invernadero.
“Las señales no se pueden ignorar”, advirtió, e insistió en que “las decisiones importantes se tienen que tomar ya”, ante delegaciones de los 196 países que acudieron a la cita, entre los que había jefes de Estado y primeros ministros, muchos de los cuales aspiran a que se suscriba un compromiso para que en 2050 haya cero emisiones netas de carbono.
El secretario general de la ONU señaló que “la única manera de reducir la temperatura global es limitar los combustibles fósiles”; informó que según “los datos más recientes de la meteorología mundial hemos llegado a límites impensables”, pues “los últimos cinco años han sido los más calientes que se hayan documentado”; “hay desastres climáticos más extremos” y “la Antártida se reduce tres veces más rápido de lo previsto”.
“Solo un puñado de fanáticos niega ya la evidencia del cambio climático”, dijo Pedro Sánchez, presixente español, al inaugurar la Cumbre. Pero la realidad es que un nuevo negacionismo climático ha encontrado vías para boicotear los acuerdos internacionales y aprovechar malas rachas económicas para poner palos en las ruedas de la acción conjunta contra el calentamiento global de la Tierra. El discurso climático está admitido, pero no recortar las emisiones de CO2.
El neonegacionismo
El negacionismo clásico.financiado por los principales productores de combustibles fósiles, pasó por varias fases: asegurar que no había tal fenómeno; no negarlo, pero afirmar que no implicaba problema alguno; admitir el problema, pero atribuirlo a causas naturales, nunca a la acción humana; y asegurar que la solución no estaba en manos de la humanidad. La apubullante evidencia científica dio paso a otras modalidades.
No es casual que Brasil, Australia, Rusia, Japón o China, cinco de las principales economías del G20 (los mayores causantes del calentamiento global), no han enviado a sus jefes de Estado o gobierno a Madrid, pese a ser partícipes del Acuerdo de París. No olvidar que EEUU anunció hace un año el inicio de la salida del acuerdo climático.
“Los negacionistas ruidosos tipo Donald Trump preocupan menos. El problema son los que hacen ver que han asumido la problemática del clima para aplicarle falsas soluciones”, señaló a eldiario.es el eurodiputado Florent Marcellesi, refiriéndose a movimientos como los de Marie Le Pen en Francia, “que han hecho suyo un discurso ecologista, pero para aplicarle un ideología ecofascista de rechazo a lo de fuera”.
Lo cierto es que ya muy pocos niegan la evidencia científica, que se ha impuesto en el imaginario colectivo, pero le dan vueltas ofreciendo supuestas soluciones tecnológicas. para no tener que recortar emisiones de gases como son la captura y el almacenamiento de carbono o ponen el foco en eliminar los automóviles de combustión y sustituirlos por eléctricos, aunque nadie sabe cómo se va a generar esa electricidad.
“Los datos más recientes de la meteorología mundial han revelado que hemos llegado a límites impensables. Nos hemos pasado, y muchísimo. Las señales no se pueden ignorar, los últimos cinco años han sido los más calientes que se hayan documentado. Hay desastres climáticos más extremos; huracanes, sequías, inundaciones, incendios, se derriten los casquetes polares, la Antártida se reduce tres veces más rápido de lo previsto”, señaló Guterres.
El funcionario reconoció que a pesar de los acuerdos históricos que se han firmado en las últimas décadas para luchar contra la destrucción del planeta, como el Protocolo de Kioto o el Acuerdo de París, la situación es peor de lo que se preveía en los estudios más pesimistas.
“Estamos muy lejos de un camino sostenible. Vemos algunos modelos, pero no se acercan a la escala que precisamos. Hay que cambiar la fiscalización de los ingresos al carbono, acabar con las plantas que queman carbón, acabar con los subsidios a los combustibles fósiles y emprender una transición hacia una economía verde. No hay otro camino”, añadió.
Madrid será también durante estos días –dijo el presidente español Sánchez– la capital del diálogo con la sociedad, a través de la implicación de más de mil 500 colectivos y organizaciones, cientos de empresas comprometidas con los Objetivos de Desarrollo Sostenible y una “generación entera de jóvenes que se niega a callar ante la creciente degradación del planeta”.
La presidenta de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, la demócrata Nancy Pelosi, quien acudió al encuentro en compañía de 16 congresistas más y sin representación del gobierno del presidente republicano Donald Trump, negacionista del cambio climático, afirmó: “estamos aquí para decir, en nombre de la Cámara de Representantes, y del Congreso estadunidense, que seguimos involucrados en el combate al cambio climático”.
El presidente del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático, Hoesung Lee, mencionó que los expertos quieren trabajar “mano a mano” con los políticos y gobernantes para que no se produzca una “desconexión” sobre el “reto” del cambio climático.
“Estamos haciendo lo contrario” para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, y de no hacer nada, algunas de las consecuencias serán “la amenaza de la seguridad alimentaria por el aumento de competencia por las tierras o las pérdidas de biodiversidad y ecosistemas”.
Un futuro ¿posible?
La propia primera jornada de la COP25 ha mostrado cómo, tras la oleada de conciencia colectiva que surgió en el Acuerdo de París en 2015, el neonegacionismo toma nuevas formas a la hora retrasar la puesta en marcha de lo acordado hace solo cuatro años. Brasil, Australia, Rusia, Japón o China, cinco de las principales economías del G20 (los mayores causantes del calentamiento global), no han enviado a sus jefes de Estado o Gobierno a Madrid.
Más allá de los efectos ambientales producidos por las actividades industriales, comerciales, agrícolas y de servicios, el cambio climático tiene a corto plazo consecuencias desastrosas para millones de seres humanos que podrían padecer hambrunas a consecuencia de la pérdida de cosechas, sequías, inundaciones o la desaparición total de sus lugares de residencia.
Tal es el caso de los habitantes de los litorales y de islas –particularmente, las situadas en el Océano Pacífico–, debido al aumento del nivel del mar producida a su vez por el derretimiento de los hielos polares. Si no se actúa ya, esos escenarios darán lugar, como resultado inevitable, a oleadas migratorias sin precedente, con todo lo que implican para la estabilidad de los países.
Hasta ahora los esfuerzos políticos multilaterales para frenar las emisiones de GEI han resultado gravemente insuficientes. Ni el Protocolo de Kioto (1997) ni el Acuerdo de París (2015) han dado resultados satisfactorios; incluso se da el caso de que Estados Unidos y Brasil estén gobernados por personas que niegan la realidad del cambio climático y del calentamiento global.
Con emisiones de dióxido de carbono (el principal de los GEI) equivalentes a más de 13 millones de kilotoneladas, China encabeza la lista de los 15 mayores contaminantes del mundo, seguida por Estados Unidos, con 6 millones 444 mil.
Luego vienen la Unión Europea (4 millones 499 mil), India (3 millones 346 mil), Rusia (2 millones 233 mil), Japón (un millón 359 mil), Brasil (un millón 229 mil), Indonesia (897 mil), Irán (815 mil), Canadá (780 mil), México (770 mil), Arabia Saudita (709 mil), Corea del Sur (704 mil), Australia (658 mil) y Sudáfrica (581 mil). Obviamente hay que tener en cuenta el tamaño de cada uno de ellos.
Sin embargo, de acuerdo con el Informe sobre la brecha de emisiones 2018 de la oficina de Medio Ambiente de la ONU, sólo cinco países de esa lista –China, Rusia, Japón, India y Brasil (hasta antes de la llegada al poder de Jair Bolsonaro)– cumplían con los compromisos de reducción de emisiones derivados de Kioto y de París. En cuanto a nuestro país e Indonesia, la dependencia internacional calificó de “incierto” el cumplimiento de sus compromisos.
Hasta ahora se ha hablado de una correlación directa entre el crecimiento de la economía de un país y sus emisiones de GEI. El desafío para todo mundo consiste en romper ese vínculo y crecer con base en energías limpias y renovables. De otra manera, la humanidad se encaminará a una tragedia global sin precedente y acaso sin retorno posible.
** Periodista chilena residenciada en Europa, analista asociada al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, estrategia.la)