La Cuba que Dilma visita
EMIR SADER| Una vez que Fidel y sus compañeros tomaron el poder y el gobierno de EE.UU. hizo hincapié sus coyunturas para tratar de derrocar el nuevo poder, la gran burguesía cubana y una parte de la clase media alta se refugiaron en Miami. Bastaba esperar que el gobierno rebelde capitulase ante la presión de EE.UU. y fuese irremediablemente derrocado. Después de todo, ningún gobierno latinoamericano rebelde había logrado sobrevivir.
Unos años antes de Getulio Vargas se había suicidado y Perón había abandonado el gobierno. Los dos gobiernos de Guatemala que se había atrevido a poner en práctica una reforma agraria contra la United Fruis- hoy reciclada su nombre al de Chiquita – sufrieron un violento golpe militar.
¿Cómo un gobierno cubano rebelde, en plena guerra fría, a 110 kilómetros del imperio, iba a conseguir sobrevivir? Cuba era el modelo de “patio trasero” de los EUA. Era allí que la burguesía cubana pasaba sus vacaciones, como si estuvieran en una colonia suya. Era allí que los films de Hollywood encontraban los escenarios para sus melosos films sentimentales. Era allí que un aristócrata cubano había importado a Esther Williams para inaugurar su casa en el centro de La Habana, buceando en una piscina llena de champan.
Era en Cuba que los millonarios norteamericanos desembarcaban de sus yates directamente a los hoteles con casinos, o a sus casas, sin siquiera pasar por las aduanas. Era allí que los marineros norteamericanos se emborrachaban y ofendían a los cubanos de todas las formas posibles. Era para Cuba que la Pan American [Air Lines ] inauguró sus vuelos internacionales. Era allí que las fábricas de autos norteamericanos probaban sus nuevos modelos, un año antes de producirlos en los EUA. Fue en Cuba que la mafia internacional hizo su congreso mundial, al final de la segunda guerra mundial, parar repartirse sus mercados internacionales, evento para el cual contrataron al joven cantante Frank Sinatra para animar sus fiestas. En suma, Cuba era un protectorado norteamericano.
Los que abandonaron el país dejaron sus casas intactas, cerraron las puertas. Tomaron el dinero que aún tenían guardado y fueron a esperar en Miami que el nuevo gobierno fuese derrocado y pudiesen retomar normalmente sus vidas en un país del que se consideraban dueños, asociados a los yanquis.
Hay un barrio en Miami llamado Pequeña Habana, donde los nostálgicos se quedan mirando para el sur, cada vez menos esperanzados de poder regresar a una isla que ya no pueden reconocer, por las radicales transformaciones que sufrió. Participaron de las tentativas de derrocamiento, la más conocida, la invasión de Bahía de Cochinos [Girón] que duró 72 horas, a pesar de ser dirigida y protagonizada por los EUA, presididos en aquel momento por John F. Kennedy. Los EUA tuvieron que enviar compotas para conseguir recuperar a los prisioneros resultantes de la invasión, en un trueque humanitario.
Cuba cambió su destino con la Revolución, consiguió tener los mejores índices sociales del continente, aún siendo un país pequeño, pobre, al lado de los EUA, que mantiene el más largo bloqueo de la historia -hace más de 50 años- intentando aplastar a la Isla.
Durante un tiempo, Cuba pudo apoyarse en la integración a los planes de desarrollo de los países socialistas, dirigidos por la URSS, que proporcionaba petróleo y armamento, además de mercados para sus productos de exportación. El fin de la URSS y del campo socialista aparecía, para algunos, como el fin de Cuba.
Después de la caída sucesiva de los países del este europeo, la prensa occidental se desvió para Cuba, se estableció en el [Hotel] Habana Libre, quedaron bebiendo mojitos y daiquiris, a la espera de testimoniar la anhelada caída del régimen cubano. (Entre ellos se encontraba Pedro Bial y el personal del Globo).
Pasaron 23 [sic., 53] años y el gobierno cubano está de pié. Desde 1959, 10 presidentes ya pasaron por la Casa Blanca y tuvieron que convivir con la Revolución Cubana, a las que todos le previeron el fin.
Cuba tuvo que rehacerse para sobrevivir sin contar con los planes colectivos de los países socialistas. Cuba tuvo que hacer un inmenso esfuerzo, sin cortar los derechos sociales de su pueblo, sin eliminar camas en los hospitales, ni aulas en las escuelas, al revés de la URSS de Gorbachov, que introdujo paquetes de ajuste y terminó acelerando el fin del estado soviético.
Es esa Cuba la que Dilma va a encontrar. En pleno proceso de revitalización de una economía que necesita adaptar sus necesidades a las condiciones del mundo contemporáneo. En medio de la intensificación de su comercio con Venezuela, Bolivia, Ecuador –a través del ALBA- así como con China y Brasil, entre otros. Pero necesita dar un nuevo salto económico, para lo cual necesita más inversiones.
Necesita también aumentar su productividad, para lo que requiere incentivar el trabajo, de acuerdo con las formulaciones de Marx en la Crítica del Programa de Gotha, que los postulados del Socialismo son “a cada cual según su trabajo”, a fin de generar las condiciones del comunismo, en el que la generosidad permitirá atender “a cada uno según su necesidad”.
Cuba busca sus nuevos caminos, sin renunciar a su profundo compromiso con los derechos sociales para toda su población, la soberanía nacional y la solidaridad internacional. Cuba sigue desarrollando sus políticas solidarias, que permitirán el fin del analfabetismo en Venezuela, en Bolivia y en el avance decisivo en esa dirección de países como Ecuador o Nicaragua.
Cuba mantiene, desde hace más de diez años, la Escuela Latinoamericana de Medicina, que ya formó en la mejor medicina social del mundo, de forma gratuita, a millares de jóvenes oriundos de comunidades carentes de todo el continente –incluidos los EUA. Cuba promueve la Operación Milagro, que ya consiguió que más de 3 mil latinoamericanos pudiesen recuperar plenamente su visión.
Cuba es una sociedad humanista, que privilegia la atención a las necesidades de sus ciudadanos de los de todos los países necesitados del mundo. Que busca combinar los mecanismos de sus planes centralizados con los incentivos de las iniciativas individuales y la atracción de las inversiones, en busca de un nuevo modelo de crecimiento, que preserve los derechos adquiridos por la Revolución, y permita un nuevo ciclo de expansión económica.
Aquellos que se preocupan con el sistema político interno de Cuba, no tienen que mirar para la Habana, si no para Washington. Nadie puede pedir a Cuba relajar sus mecanismos de seguridad interna, siendo víctimas del bloqueo y de las agresiones de la más violenta potencia imperial de la historia de la Humanidad. La presión tiene que volverse y concentrarse sobre el gobierno de los EUA, para terminar el bloqueo, conseguir la retirada de la Base Naval de Guantánamo de territorio cubano, y la normalización de las relaciones entre los dos países.
Es esa Cuba la que Dilma va a encontrarse, intensificando y ampliando los lazos de amistad y los intercambios económicos con Cuba. No por casualidad, Brasil sólo restableció relaciones con Cuba después que la dictadura terminó, intensificando esas relaciones en el gobierno de Lula y dando continuidad a esa política con el Gobierno de Dilma.