La crisis se anunciaba antes del coronavirus/ Manipulación del miedo
Alejandro Nadal|
Los ciclos y crisis en el capitalismo pueden suceder de manera irregular. Esto es parte del movimiento anómalo de una economía que es intrínsecamente inestable. La gran crisis de 2008 fue resultado de ese tipo de procesos. Y para sacar a flote a una economía que ha caído en el desequilibrio se necesita inyectarle liquidez en buenas cantidades.
Por ejemplo, las medidas de política de flexibilidad monetaria aplicadas por la Reserva Federal se hicieron sentir antes de la crisis y sus efectos especulativos comenzaron a difundirse por toda la economía desde 2009-2010. Cantidades astronómicas pasaron a fondos de pensión y departamentos de tesorería de grandes corporaciones, en donde sirvieron para aceitar la especulación a escala mundial. Pero lo que sí no hicieron fue promover la inversión y el empleo.
El proceso de recuperación ha sido muy publicitado, pero la realidad es que si por recuperación se entiende un periodo más o menos prolongado de crecimiento, pues eso sí se ha manifestado. Pero, otro lado, si ese crecimiento ha sido muy lento y la creación de empleos ha sido débil, entonces la recuperación puede caracterizarse como una larga recesión.
Aun antes de que se desatara esta gran recesión, era evidente que los esquemas de flexibilidad cuantitativa en materia de política monetaria no estaban funcionando como fomento de la economía real. Lo único que habían logrado era promover la recompra de acciones, las operaciones de carry trade, en la que las grandes corporaciones llevaron la especulación a todos los confines de la tierra, en territorios en los que prevalecían menores rendimientos.
Frente a este panorama de fragilidad, con una economía estadounidense perezosa, creadora de empleos de mala calidad, una Europa reticente y unas economías china e india cayendo en recesión, el fantasma de una guerra comercial con todas sus implicaciones, unos desequilibrios muy marcados en toda la economía mundial y el espectro de una crisis mundial, se manifiesta con mayor claridad.
Y frente a la amenaza generalizada de una recesión que se cierne sobre la economía mundial, las cosas se confunden. Y lo primero que hay que observar con claridad es el prospecto de una crisis que se intensifica. El nuevo coronavirus promueve que la gente permanezca en sus hogares y evite viajar, recortando la demanda de transporte aéreo y servicios de hotelería de manera significativa.
Los recortes de producción en China y otros lugares han perturbado las cadenas de valor. Este proceso, a su vez, ha detonado un flujo constante de avisos de alarma sobre cómo afectará el ya tristemente célebre virus al resto de la economía.
Por el lado de la economía estadunidense, entre más dure la pandemia y más intensos sean los esfuerzos para contrarrestarla –aunque por el momento la situación sigue siendo muy incierta porque hay muchos sitios afectados y gran cantidad de gente ha sido perjudicada–, la gravedad de la situación no ha podido ser evaluada con precisión.
Para una economía que ya se encontraba en fase de semiestancamiento, la situación se ha complicado mucho. Para comenzar, con China todo depende de la velocidad con que se pueda controlar la epidemia mundial, las perspectivas para frenarla y el proceso de restricciones masivas y cuarentenas nunca vistas. Ese país está sufriendo su primera contracción económica desde 1971 y las consecuencias se dejarán sentir en toda la economía global. Si estos procedimientos no funcionan, la recesión será inevitable.
Varios analistas predicen caídas de 2 y hasta 3 por ciento en el PIB mundial si la recesión se declara y se extiende más tiempo. Pero que nadie se deje engañar en este contexto. Los temblores que se vienen pronosticando están presentes desde hace meses y los remedios que supuestamente estaban diseñados para aplacar el dolor los han intensificado.
Las contradicciones del capitalismo se ha dejado sentir desde la crisis de 2008 y los remedios no constituyen la superación de estos problemas. De todos modos, los más los vulnerables frente a la crisis de la pandemia siguen siendo los más pobres y explotados por el sistema capitalista. Bajo el capitalismo, ésta seguirá siendo la historia y el signo de los explotados de la tierra.
Coronavirus y manipulación del miedo
José Steinsleger|
No recuerdo en cuál historia hay un personaje que, súbitamente, se toma la panza en medio de la calle y muere de dolor al pie de un cartel que decía: Prohibido toser y estornudar en la ciudad. Alguna de Stephen King, seguramente. Pero ya no me distraigo con novelas y filmes de terror. Con los llamados medios hegemónicos, basta y sobra.
- gr.: Donald Trump, encarnación de la peste blanca, recibe a Jair Bolsonaro en su mansión de Miami, y declara que el huésped “…ha hecho un trabajo fantástico”. Pero recordemos también a la encarnación de la peste negra, Barack Obama, cuando recibió el Nobel de la Paz 2010 después de enviar 30 mil soldados más a Afganistán. Y al paladín de la estupidez pestilente, Mauricio Macri: El populismo es más peligroso que el coronavirus.
Tampoco hay que pecar de optimistas, pues tal como van las cosas estamos mejor que mañana. Mire usted: en el siglo XIV, mientras la ciencia moderna empezaba a debatir con Dios los usos de la fe y la razón, una pandemia se llevaba puesta a la mitad de los europeos. Pero algo de consuelo había. La Iglesia, máximo poder mediático y espiritual de la época, decía que nos íbamos al cielo, donde todo era justicia, igualdad y felicidad.
El tiempo de la muerte, cuadro de Brueghel el viejo (1562), y El séptimo sello, filme de Ingmar Bergman (1957), continúan estremeciendo, pues más allá de la fe y la razón, sugieren que la vida es única. ¿O algún espectador compartió una fe distinta a la del caballero cruzado que en la película reta a la muerte en una partida de ajedrez, para evitar que se lleve al infierno el alma de un campesino devorado por la peste?
Siete siglos después, con la aparición del coronavirus, los medios hegemónicos y redes antisociales presumen de haber reducido la fe, la ciencia y la razón a meros algoritmos de quita y pon. Sólo que ahora, los miedos son manipulados por la CNN, sin posibilidad alguna de consuelo espiritual.
Neodeidades de nuestra época, los buenos de la CNN acaban de enmendar la plana a la Organización Mundial de la Salud (OMS), calificando de pandemia la expansión del coronavirus. Y es lo correcto, añade de su cuenta el tóxico portal Infobae.
No es una decisión que hayamos tomado ligeramente, manifestó el jefe de la corresponsalía médica de CNN. “…Y si bien sabemos que suena alarmante, no debería causar pánico”, agregó. Pero un día después, en un vuelo de United Airlines que despegó de Fráncfort con rumbo a Nueva Jersey, tres pasajeros enloquecieron porque otro estornudó, y el avión tuvo que hacer una escala no programada en el aeropuerto internacional de Denver.
El sicoanalista Fernando D’Addario escribe: “La globalización, con su flujo anárquico de bienes y personas que responden a un mismo patrón económico, diluyó la perspectiva punitivista religiosa, que justificaba las pestes de antaño […] Cada vez que el miedo se contagia, todas las palabras que derivan del pánico (xenofobia, racismo, vigilancia extrema, aislamiento, persecución, fobia, segregación, etcétera), llevan al repliegue del ‘mundo sano’ sobre sí mismo” ( Página/12, Buenos Aires, 9/3).
De su lado, con el hipócrita estilo progre que el New York Times (NYT) maneja con maestría, leemos en un largo artículo de su corresponsal en Pekín, Amy Quin: “Es posible que China esté venciendo el coronavirus, pero a un costo muy alto…”. Amy reconoce que el país asiático ha disminuido de manera drástica el número de casos nuevos.
Agrega: “[…] Existen inquietudes acerca de que las cifras sean erróneas o estén incompletas”. Y soltándose el moño, se trepa a la lámpara: “[…] El Partido Comunista en el poder celebra el descenso del brote como una señal de superioridad de su sistema político autoritario y jerárquico, que otorga a los funcionarios un poder casi ilimitado”. ¡Bingo!
¡Qué confusión de mierda! ¿Quién manda? Y encima, almas comprometidas, como el padre Merrin, nos sueltan la mano. El padre Merrin pudo salvar a la niña poseída por el demonio en El exorcista (1973). Pero en la realidad, el gran actor sueco Max von Sydow nada pudo hacer para rescatar a Linda Blair de los defensores de Satanás, que la denunciaron y persiguieron durante muchos años.
Aquel caballero cruzado en la película de Bergman, Max von Sydow, ha muerto. Y en adelante, tampoco podremos contar con él en su rol de supervillano para combatir al agente británico James Bond, en Never say never again (1983).
Brote (¿casual?) del virus chino, desplome (¿casual?) del precio del petróleo, (¿casual?) hiperespeculación y caída en las bolsas de valores del mundo entero. Flagelos que, casualmente, aparecen a 10 años de la pandemia de gripe A (18 mil muertos, 150-575 mil contagiados), junto con el efecto dominó de la quiebra de la consultora Lehman Brothers de Wall Street (2008-10).
Y en el año del fallido impeachment de los buenos contra Donald Trump, que en los próximos meses volverán a la carga.
*Periodista y escritor argentino-mexicano, columnista de La Jornada