La condena a Lula es parte del golpe y la contrarreforma/ Reforma laboral: ¡Se fueron los derechos!

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En otro paso de la avanzada mediática y judicial contra las fuerzas antineoliberales de America latina, el juez brasileño Sergio Moro declaró culpable al ex mandatario Luiz Inácio Lula Da Silva, de 71 años, de los delitos de corrupción pasiva y lavado de dinero. La sentencia establece, además, la prohibición de ejercer cargos públicos durante 19 años, lo cual le impediría, si se confirma en segunda instancia, volver a presentarse a la presidencia en las elecciones de 2018 como candidato de su Partido de los Trabajadores (PT). Se completaría así el segundo paso del golpe de Estado que empezó con el desplazamiento ilegal de Dilma Rousseff de la presidencia.

Martin Granovsky|

El juez Sergio Moro no solo condenó a Lula. Dejó al político más popular de la historia brasileña cerca de la inhabilitación política cuando faltan solo 15 meses para las elecciones presidenciales. Ahora todas las miradas se posan en los camaristas.

Si mantienen la condena, Lula no podrá ser candidato en octubre de 2018 y Brasil podría seguir en manos de un gobierno que represente la constelación de poder formada por los bancos transnacionales, los grandes grupos nacionales de la industria y las finanzas, los oligopolios mediáticos, una parte decisiva del Poder Judicial y las aristocracias políticas estaduales con representación parlamentaria.

Con su sentencia, Moro contestó el dilema que se planteaban los dirigentes del Partido de los Trabajadores en los últimos meses. Unos decían: “Si Lula sigue creciendo en popularidad será cada vez más difícil que un juez lo condene, más aun cuando no hay pruebas suficientes contra él”. Otros reponían: “Incluso sin otras pruebas que simples palabras Moro lo condenará justamente porque Lula viene creciendo en las encuestas. Si el juez no falla contra él, ¿qué sentido habrá tenido el golpe contra Dilma Rousseff dado por el establishment brasileño?”. El segundo planteo demostró ser el más aproximado a la realidad.

Tras un año de oscuridad frente a los sectores populares la figura de Lula recuperó buena parte de su imagen positiva. La última encuesta fue difundida el 26 de junio por Datafolha, que pertenece a un grupo empresario antipetista con cabeza en el diario Folha de Sao Paulo. Si las elecciones fuesen ahora Lula ganaría la primera vuelta con el 30 por ciento frente al 16 por ciento del ultraderechista Jair Bolsonaro y el 15 por ciento de Marina Silva, la carta de Jaime Durán Barba para Brasil. Si Lula no fuera candidato, Marina vencería a Bolsonaro.
Según el mismo sondeo, Lula le ganaría en segunda vuelta a Geraldo Alckmin, del conservador Partido de la Socialdemocracia Brasileña, a Joao Doria del mismo partido (el millonario que hoy está al frente de la intendencia de San Pablo), y a Bolsonaro. En cambio empataría con Marina Silva en un 40 por ciento.

El sistema de ballottage en Brasil es el clásico. Hay segunda vuelta salvo que en el primer turno el candidato obtenga el 50 por ciento de los sufragios más un voto. Lula dos veces y Dilma otras dos ganaron en las dos vueltas en 2002, 2006, 2010 y 2014.

Obviamente esta medición no tomó en cuenta la condena de Lula a manos de Moro. Si Lula no ve menguadas las intenciones de voto, la expectativa del PT sobre los camaristas de Porto Alegre tiene en cuenta tres escenarios y se esperanzan con un antecedente. El peor escenario es que confirmen la sentencia de Moro antes de octubre de 2018 e invaliden de ese modo los derechos políticos de Lula. El segundo escenario es que no se pronuncien y dejen a Lula bajo sospecha pero con derechos políticos.

El mejor escenario es que den vuelta el fallo de primera instancia. La esperanza del PT tiene un antecedente con nombre y apellido: Joao Vaccari. Se trata del tesorero del partido que fue absuelto por este mismo tribunal federal con sede en Porto Alegre que debe resolver la suerte cívica de Lula. El defensor Luis Flavio Borges en la causa abierta contra Vaccari –fue acusado por supuesta participación en el esquema de coimas de Petrobrás– felicitó a los camaristas porque “la acusación y la sentencia se habían basado solo en la palabra de un delator”. Moro había condenado a Vaccari a 15 años de prisión.

La reforma laboral

La condena de Moro contra Lula se produce justo al día siguiente de que el Senado dio la media sanción que faltaba a una ley de reforma laboral que liquida el poder de negociación de los sindicatos, destruye los convenios colectivos, inventa una figura de empleo intermitente y, a contramano del mundo, sube la cantidad de horas de trabajo. El presidente de facto Michel Temer impulsó la ley regresiva a pesar de que tiene solo el 7 por ciento de popularidad y está acusado por coimas. Nadie apostaría ni una caipirinha por su continuidad en el cargo. Si cayera, de todos modos, sería reemplazado por un político designado por los dos tercios del Congreso hasta completar el período, que se cumple el 31 de diciembre de 2018.

Con o sin Temer, el ataque contra la protección laboral y la sentencia contra Lula son parte del mismo golpe: impedir que el PT renazca, ya que hoy solo cuenta con el ex presidente como candidato viable, y consolidar en el tiempo lo que el ex asesor de Lula y Dilma llama “la Contrarreforma”. O sea la vuelta de Brasil a los tiempos de la esclavocracia.

*Publicado en Página12

Moro, en carrera presidencial
El periodista Darío Pignotti indicó que Moro “es el principal líder conservador brasileño y, en las especulaciones, un eventual candidato presidencial con alta intención de voto”.Recordó, asimismo, que la Cámara de Apelaciones de Porto Alegre, absolvió hace 15 días al extesorero del Partido de los Trabajadores, al considerar que la condena fijada también por Moro estaba basada exclusivamente en la delación premiada de quien buscaba atenuar su condena y esta denuncia contra Lula también tiene como principal vector acusatorio la delación premiada.

La decisión judicial no tiene precedentes: se trata de la primera vez en la historia del país que un ex presidente es condenado a prisión por corrupción. Además, el fallo salió en tiempo récord, ya que el mismo tribunal tardó un promedio de 16 meses para dictaminar en casos similares, y la decisión de Lula salió en menos de diez meses. El juzgado del juez Moro nunca pudo demostrar que el apartamento playero pertenezca al ex presidente o sus familiares, por lo cual sus defensores legales y políticos argumentan que el objetivo de la causa es inhabilitarlo para que sea inelegible.

“Según juristas, que empiezan a ser mayoría, no es posible sostener una condena sólo en una delación premiada. Más cuando los reos sabe que el premio con que Moro recompensa a los delatores es si incluyen en su delación a Lula. Es decir, Lula se ha convertido en el gran trofeo. Es una suma de factores parajudiciales en una escenario político convulsionado”, analizó.

Pignotti también indicó que a diferencia de la acusación que pesa contra el presidente en funciones Michel Temer, en el caso de Lula no hay pruebas materiales que prueben el soborno. Además, consideró que hay “incongruencias” en la denuncia del fiscal contra Lula, ya que lo señala como “el máximo comandante de la red de corrupción montada en Petrobras” por un supuesto soborno de 800 mil dólares, cuando “la semana pasada uno de los gerentes de Petrobras que aceptó delatar y devolver el dinero recibido, regresó 80 millones de reales”.

Dilma: es un escarnio

La condena de Lula da Silva, sin pruebas, a nueve años y seis meses de prisión, es un escarnio. Una flagrante injusticia y un absurdo jurídico que avergüenza a Brasil. Lula es inocente y esa condena hiere profundamente la democracia, señaló la expresidenta Dilma Rousseff. Sin pruebas, cumplen un camino pautado por sectores de las grandes empresas. Hace años, Lula, el presidente de la República más popular en la historia del país y uno de los más importantes estadistas del mundo en el siglo 21, viene sufriendo una persecución sin cuartel, añadió

Hoy, con indignación asistimos a la aprobación por el Senado del fin del Contrato de Trabajo. Una monumental pérdida para los trabajadores brasileños. Ahora, asistimos a esa ignominia que está siendo ejercida contra el expresidente Lula con el objetivo de coartar sus derechos políticos, escribió la depuesta presidenta constitucional.
“El país no puede aceptar más este paso en dirección de un estado de excepción. Las garras de los golpistas intentan rasgar la historia de un héroe del pueblo brasileño. No lo conseguirán. Lula es inocente. El pueblo brasileño sabrá democráticamente demostrarlo en 2018”, concluyó Dilma.

Declaración del PT

La condena del ex presidente Luiz Inacio Lula da Silva representa un ataque a la democracia ya la Constitución Federal. Si bien es una decisión de primera instancia, se trata de una medida equivocada, arbitraria y absolutamente ilegal, conducida por un juez parcial, que presta cuentas a los medios de comunicación y a aquellos que no aceptan la trayectoria de éxito de Lula en la presidencia.

La sentencia se basa exclusivamente en delaciones premiadas, negociadas a lo largo de meses con criminales confesos, y simplemente validan las convicciones contenidas en la acusación de fiscales del Ministerio Público Federal, sin que haya la presentación de pruebas que justifiquen la condena en los términos expresados por las leyes brasileñas.
Lula no está por encima de la ley, tampoco debajo de ella. Lo que ocurre es un proceso de persecución que se constituye en una aberración constitucional; Un caso típico de lawfare, en el que se utilizan recursos jurídicos indebidos como fin de persecución política. En su caso, se busca imputarle crímenes basados en teorías respaldadas sólo por la palabra de condenados, incapaces de comprobar sus afirmaciones por medio de documentos o de transferencias bancarias.

La condena de Lula es otro capítulo de la farsa capitaneada por el consorcio golpista que asumió el país para suprimir derechos sociales y laborales, ampliar el tiempo para que las personas se jubilar, cortar gastos esenciales en Salud y Educación y, principalmente, vender empresas estatales importantes como Petrobras, Infraero, la Caixa Económica y el Banco do Brasil.

Curiosamente, la sentencia salió un día después de la votación de medidas que retiraron derechos de los trabajadores, y ahora serán olvidadas.

El PT va a mantener su defensa intransigente a Lula, por creer en su absoluta inocencia. Lula es un liderazgo reconocido en el mundo por los avances promovidos al frente de la Presidencia. Hoy, más que nunca, nos solidarizamos con Lula, y con sus hijos y nietos. Además, reforzamos nuestro pesar por la muerte de su mujer Marisa Leticia Lula da Silva. Sabemos que habrá justicia en las otras instancias del juicio y que toda la verdad vendrá a la superficie. La historia será el principal testigo de su absolución y de su grandeza.


Reforma laboral: ¡Se fueron los derechos!

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Elaine Tavares|Como se esperaba, el Senado brasileño, esa casa inútil, votó favorablemente la reforma de las leyes del trabajo. Nadie, en sana consciencia, podría esperar otro resultado. La absoluta mayoría de los senadores y senadoras representa a la clase dominante, son siervos fieles del sistema que los paga regiamente para defender sus intereses. Sólo el pueblo organizado y una lucha radical podrían cambiar el rumbo de las cosas. No hubo nada de eso. Lo que vimos fue una secuencia de marchas promovidas por los luchadores de siempre, pero sin la radicalidad necesaria para imponer miedo a los sirvientes del capital.

Para los que tienen bastante claridad de lo que significa esa “reforma”, quedó la perplejidad. Pero esta no es una actitud que ayude mucho a comprender la realidad. Es necesario que la gente se incline sobre las causas de la apatía de los trabajadores ante ese ataque avasallador y busque caminos para superar la tremenda derrota sufrida ayer.

La primera cosa que tenemos que tener en cuenta es que en Brasil el porcentaje de la población económicamente activa es muy baja: el 46,7%, según datos de 2010. Poco más de 80 millones de personas (datos de 2016), en una población de 190 millones, están ocupadas. Es decir, mucho menos de la mitad está en el sector productivo. Y, de los que están activos, cerca de 30 millones tienen contratos firmados. Los demás están en el mercado informal, por lo tanto, a ellos, no les interesa el debate sobre las leyes. No saben lo que significa. Están en la lucha para mantenerse vivos, muchas veces en el límite.

Los datos muestran que al menos 50 millones de personas que trabajan hoy en Brasil están completamente fuera de cualquier amparo. A ellos no les conmueve, para nada, el discurso de la clase media en facebook, y mucho menos el de los sindicalistas. Este pueblo ni siquiera sabe lo que es un sindicato. No está en su foco de existencia. Su batalla es cargar cosas de aquí para allá, huir de la policía, o mantener algún tipo de trabajo temporal tipo albañil, electricista, etc… Todo lo que saben sobre la reforma es que “va a generar más empleo”, pues es lo que dicen los periodistas famosos de las cadenas de televisión.

De los 30 millones que tienen contratos firmados y son, por lo tanto, potenciales perdedores de los derechos, al menos la mitad ni siquiera sabe que tienen derechos. Los que trabajan a lo mucho, cumplen las reglas, creen que el patrón es una especie de padre y agradecen a Dios por tener un empleo. No se meten en el sindicato, no les gusta la confusión y buscan alejarse de los sindicalistas y de los desórdenes en las calles. También se sientan ante la TV y creen en el discurso que oyen, que es la reproducción de las ideas dominantes.

También tenemos que contabilizar una masa de 14 millones de personas que están desempleadas. Todo lo que quieren es encontrar un trabajo que les garantice sostenerse a sí mismos y a sus familias. En la actualidad, posiblemente la mayoría de estas personas no están interesadas en las luchas para defender los derechos de quienes tienen empleo. Están más enfocadas en la búsqueda del suyo.

Sobran entonces unos 15 millones de trabajadores que saben lo que va pasar con el fin de las leyes laborales. La mayoría de ellos está en las luchas. Son los que van a las protestas, a las marchas, junto a los jóvenes y estudiantes, potenciales trabajadores. Pero, como la mayoría de los sindicatos estuvieron dormidos durante la era petista, en general, no hay propuestas radicales de lucha. Cualquier grupo que asome rompiendo vidrios de bancos o de tiendas ya es luego colocado de lado como “inoportuno”. La consigna es orden. “Vamos a mantener el orden”. Así, sin provocar miedo en la clase dominante, las protestas son meros rituales, sin correspondencia en el mundo donde se deciden las cosas. Ni cuando más de dos millones de personas acudieron a las calles contra las reformas, el eco llegó a los diputados y senadores. Todo siguió su rumbo.

Y por si eso fuera poco, los liderazgos políticos que aún tienen alguna ascendencia sobre las gentes tampoco incentivaron las luchas más reñidas.  Exceptuando algunos sectores importantes, pero aislados, nadie más convocó a las masas. Los combativos diputados y senadores en el Congreso Nacional hicieron discursos, armaron algunas inconveniencias, pero también sin mayores consecuencias. Y no convocaron a las masas. Las mujeres senadoras, tuvieran ayer, un acto de desesperación, cuando intentaron impedir la votación, ocupando la mesa de trabajo. Fue hermoso, tuvo su impacto emocional, pero lo que se oyó fue el intento de poner remiendos en la ley, como si las cosas pudieran arreglarse allí mismo en la casa legislativa. No hubo una convocatoria revolucionaria para que el pueblo ocupara el Congreso y, entonces, impidiera la votación. Se acabó como otro espectáculo, sólo en el plano de la sensación.

También no se vieron los probables candidatos presidenciales de la elección de 2018 levantar la voz para convocar al pueblo. Nada. Silencio de Ciro Gomes, silencio de Lula, silencio en todas partes.

Así, en las calles del país, que debían estar en rebelión, lo que se vio fueron algunas vigilias de trabajadores, que hasta podrían provocar ternura, si no fuera tan trágica la situación.

Ahora, está hecho. Y viene ahí la reforma de la Providencia. Un golpe en la cabeza, para romper de una vez.

Para los trabajadores se presenta una dura tarea. Empezar de nuevo, todo otra vez. Fueron más de 60 años de lucha para garantizar algunos parcos derechos que ahora se desvanecen. Hay que recomenzar las batallas, una a una. Hay que reconstruir todo un escenario de lucha y de rebeldía, con una generación anestesiada por décadas de domesticación socialdemócrata y por las hipnóticas redes sociales.

 

En el futuro, pronto, se presentarán algunas figuras, queriendo tomar la rienda del país. Y los que asoman como más progresistas, o al menos los que aparecen en los medios, son un patrón a la moda antigua (Ciro) y un liberal, casi neo (Lula). Trágico escenario.

Sin embargo, hay esperanzas. Y ellas viven en medio de las gentes, en los grupos radicales, en los sindicalistas que nunca se rindieron, en la juventud rebelde, en los sin nada que nada tienen que perder. La vida pulsa. Pero hay que trabajar. Organizar, estudiar, enredarse en la vida real. El camino es largo, pero ahí está. Y allá vamos. Porque no puede paralizarse en la tristeza, ni en la desesperanza.

La lucha de clases es el motor de la historia y la clase trabajadora brasileña habrá de levantarse. iCuando no, ahora!