La caída y despedida de Justin Trudeau
Mirko C. Trudeau
El primer ministro canadiense, Justin Trudeau, con ojos llorosos, anunció que renunciará como líder del Partido Liberal tras nueve años en el cargo, pero destacó que se quedará hasta que el partido haya elegido a un sustituto, después de meses de encuestas en caída y división interna. Señaló que le resulta evidente que no puede ser el líder durante las próximas elecciones debido a las batallas internas.
No me rindo fácilmente ante una pelea, especialmente una muy importante para nuestro partido y el país. Pero hago este trabajo porque los intereses de los canadienses y el bienestar de la democracia es algo que tengo muy en cuenta, afirmó en un anuncio frente a su residencia oficial. Voy a renunciar como líder del partido y como primer ministro, después de que el partido elija a su próximo líder, indicó.
Donald Trump aprovechó el anuncio de la dimisión de Trudeau para insistir en su insólita propuesta de fusión de ambos países. Si Canadá se fusiona con Estados Unidos, no habría aranceles, los impuestos bajarían, y tendrían total seguridad frente a las amenazas de barcos rusos y chinos que constantemente los rodean, escribió Trump en las redes. ¡Qué gran nación seríamos juntos, tras referirse al premier como gobernador del gran estado de Canadá.
Casi una década después de llegar al poder, Trudeau, de 53 años, llevaba semanas bajo presión ante la proximidad de las elecciones generales y con su partido en el punto más bajo de las encuestas. Todavía no está claro cuánto tiempo permanecerá en el cargo como primer ministro interino. Indicó que la carrera por el liderazgo liberal será un proceso competitivo sólido y a nivel nacional. Eso significa que Trudeau continuará gobernando Canadá cuando el presidente entrante de Estados Unidos, el republicano Donald Trump, asuma el cargo el próximo 20 de enero.
Ante la perspectiva de encarar y perder una moción de censura en el Parlamento, Trudeau, renunció al liderazgo de su partido, el Liberal. Desde hace meses enfrentaba crecientes presiones dentro de su propio partido para que renunciara y permitiera la elección de un nuevo líder con mejores perspectivas en las inminentes elecciones, a las que los conservadores llegan como grandes favoritos.
La popularidad del primer ministro estaba lastimada de tiempo atrás, por lo que desde 2020 se había visto obligado a gobernar en alianza con otras fuerzas políticas mediante frágiles acuerdos que se volvieron insostenibles. Al debilitamiento de su figura se sumó el descontento con la inflación y la incapacidad para cumplir grandes promesas de campaña.
Desde el inicio de su administración de casi una década, el gobernante se vio golpeado por escándalos éticos como entregar la gestión de un programa gubernamental a una organización vinculada a su familia, violar las reglas federales sobre conflictos de intereses o la revelación de que en su juventud se disfrazó como un hombre negro para una fiesta, práctica conocida en el mundo anglosajón como blackface y considerada una grave afrenta entre los sectores progresistas que eran su base de apoyo.
Tampoco puede desestimarse el desfiguro protagonizado cuando voló para reunirse con Donald Trump en su mansión pese a que éste aún no es el presidente estadounidense en funciones; es decir, que dio a un particular la misma dignidad que posee su investidura y apuró un gesto de sumisión de Ottawa al próximo gobierno republicano.
Para los analistas, es poco probable que el sucesor de Trudeau revierta este alineamiento: desde que el magnate comenzó a amenazar a sus socios del T-MEC con imponerles aranceles desorbitados si no se pliegan a sus exigencias en materia migratoria y de combate al narcotráfico, la clase política canadiense adoptó (sea por oportunismo o por racismo) la estrategia de darle la razón en todo a Trump y culpar a México de los problemas que Washington se niega a resolver en su propio territorio.
El apoyo de Trudeau dentro del Partido Liberal había estado tambaleándose durante gran parte del año pasado, pero se hundió aún más después de la renuncia sorpresiva en diciembre de su ministra de Finanzas y viceprimera ministra Chrystia Freeland.En una mordaz carta, Freeland acusó a Trudeau de centrarse en trucos políticos para apaciguar a los votantes en lugar de estabilizar las finanzas de Canadá antes de la llegada de los aranceles prometidos por Trump.
Los medios canadienses han señalado a Freeland como una posible candidata para hacerse cargo del Partido Liberal junto con el ex gobernador del Banco de Inglaterra, Mark Carney, un canadiense que también dirigió anteriormente el Banco de Canadá.En sus inicios en el cargo, Trudeau –hijo del carismático ex premier Pierre Elliott Trudeau– era percibido como moderno, feminista, progresista y preocupado por los temas ambientales. Hizo de Canadá el segundo país del mundo en legalizar el uso de cannabis, introdujo la eutanasia, impuestos a la emisión de carbono, entre otros hitos.
Hoy, la plataforma electoral conservadora canadiense, precisamente, tiene de ejes centrales la xenofobia, con la familiar mentira de que hay un flujo humano sin precedente cuando en realidad se han cerrado las puertas a los peticionarios de asilo, y la reversión de medidas para paliar el cambio climático, a las que responsabiliza por el aumento en el costo de la vida. En suma, una coincidencia ideológica con el trumpismo y la ultraderecha mundial que llevaría a la claudicación de Ottawa frente a Washington
* Economista, politólogo y analista estadounidense, asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE).