J.V. Rangel: Toda las opciones están sobre la mesa
En el arrogante lenguaje del imperio no hay vacíos. Todo está blindado. Desde Trump hasta Bolton, pasando por Pence, Pompeo y Abrams, todos dicen lo mismo. Repiten palabras y conceptos sistemáticamente. Un ejemplo es la frase acuñada, en un prodigio de creatividad y de agudeza, que se ha convertido prácticamente en el eslogan del gobierno republicano. Me refiero a lo que plantean, al unísono, los integrantes del equipo que opera desde la Casa Blanca: “Todas las opciones sobre la mesa”.
Claro está que se trata de un recurso hábil mediante el cual los altos funcionarios del gobierno norteamericano eluden preguntas inquietantes y despachan los emplazamientos incómodos para los cuales no tienen nada concreto que responder. En vez de entrar en detalles que pudieran provocar malos entendidos, o tener que ir a fondo con explicaciones complicadas, recurren a la frase en cuestión.
¿Pero qué esta detrás de las opciones que no son explicadas y quedan prácticamente en el aire, o abren la puerta a fáciles conjeturas? Las opciones, desde luego, son más que conocidas, pero resulta rentable a los fines de generar expectativas, hablar solamente de opciones sin entrar en definiciones y explicar contenidos. En realidad, son cuatro: la política, la diplomática, las sanciones económicas y la militar.
Pero resulta que las opciones –por ahora cuatro–, concebidas para el tratamiento del caso Venezuela, ya fueron aplicadas contra nuestro pueblo. Con encono, con desprecio absoluto por la ley, mediante un brutal chantaje para lograr cómplices contra un país democrático, respetuoso del Estado de derecho, como es Venezuela.
A Venezuela el gobierno de los EEUU le ha aplicado sanciones políticas ingerencistas de un rigor nunca visto. Igualmente, el gobierno de Trump y del gang que lo acompaña, ha empleado, a fondo, la diplomacia para aislar al país, para construir un bloque segregacionista a base de sobornos, y en cuanto a las sanciones económicas el poder imperial ha desbordado todos los límites a través de una guerra implacable, sin precedentes en la historia contemporánea.
Solo queda pendiente una de las cuatro opciones. Me refiero a la invasión del territorio nacional por una fuerza conformada por efectivos militares norteamericanos y de otras naciones de la región. Hasta ahora esta opción es mencionada a medias por los voceros más calificados del gobierno de los EE.UU. Solo se juega, verbalmente, con la posibilidad de aplicarla. Sibilinamente se la menciona, a manera de advertencia. Como un recurso extremo con el que se pretende sembrar el temor.
¿En definitiva qué ocurrirá? Considero que por más que Trump disimule con ciertos escrúpulos sobre la aplicación de la opción bélica, es decir, la cuarta en el listado que él maneja junto con sus íntimos, y que el rechazo manifestado en el mundo contra del empleo de este recurso, hay que pasearse por la terrible probabilidad de que sea ésta la carta a jugar.
Si las otras, como ha quedado demostrado hasta ahora, no surten el efecto que persigue la Casa Blanca en su demencial actitud de barrer adversarios, de arremeter con ánimo de cruzados, de imponer la unipolaridad y el pensamiento único, en la mira de Donald Trump y su equipo de fanáticos está no solo el petróleo y otros importantes recursos naturales de Venezuela, sino el ejemplo que emana del proyecto bolivariano y del coraje del presidente Nicolás Maduro como fiel ejecutor del legado del Comandante Hugo Chávez.
Claves secretas
*El desenlace del regreso al país de Juan Guaidó –el autoproclamado candidato de un sector de la oposición– constituyó una sorpresa para todos, tanto para los que apostaban a que sería detenido al pisar tierra venezolana como los que descartaban esa posibilidad. La polarización tiene la característica de asumir los hechos en blanco y negro. Sin medias tintas. Porque si privase la racionalidad, lo que en verdad sucedió el pasado lunes 4 del mes en curso, era previsible…
*Nadie en su sano juicio, sin las trabas del sectarismo de por medio, podía pensar que un dirigente político de la talla de Nicolás Maduro –y del equipo que lo acompaña–, incurriría en el error de ordenar la detención de Guaidó, que era lo que justamente éste deseaba a los fines de desatar mundialmente una oleada de protesta y de darle la razón a quienes tildan de “tiranía” al gobierno bolivariano. Maduro ha demostrado hasta la saciedad que no es un pendejo y que sabe moverse con habilidad en el terreno político, pese al desprecio que despierta en sus adversarios…
*Por otra parte, Guaidó tiró la parada de regresar porque estaba consciente que tenía que hacerlo, ya que de lo contrario se desmoronaría. Y si era detenido su vida no corría peligro y consolidaba su liderazgo en el sector opositor que lo sigue…
*En fin, se cayeron los pronósticos agoreros, lo que en el fondo demuestra la calidad democrática del pueblo venezolano. El día que regresó el dirigente opositor, Venezuela vivió un clima de paz y de armonía que ya desearían muchos países que nos cuestionan –según ellos– por no cumplir con la cartilla democrática. Ese día los partidarios de Guaidó salieron a la calle a manifestar su júbilo y el pueblo chavista hizo otro tanto, volcándose, cívicamente, en las actividades carnavalescas. Todo ocurrió sin incidentes, sin heridos ni muertos…
*¿Pero qué desarrollos futuros puede tener lo que sucedió? Un desarrollo acorde con lo que Venezuela vivió el 4 de marzo. Es decir, un cambio positivo en el clima político. Si se mantiene la posición dialogante de Maduro y su gobierno, que no tiene por qué variar dado que ésta es la tónica del presidente, y si Guaidó le da una lectura apropiada a lo sucedido, es decir, deja de lado la estridencia retórica y los llamados subliminales a la violencia, el país puede comenzar una etapa diferente a la que hasta ahora ha vivido. Las partes deben tener claro que algo diferente a la diatriba, a la agresividad, al odio que todo lo pudre, ocurrió y que hay que aprovechar las circunstancias para dar nuevas señales que conduzcan al reforzamiento de la democracia y del Estado de derecho…
*La revista colombiana Semana trae en portada un comentario editorial interesante, en torno al cual cabe reflexionar. Dice lo siguiente: “¿Esto es lo que le conviene a Colombia? El presidente Duque se ha jugado la carta de líder regional y de socio de Trump en la cruzada contra Maduro. Esa apuesta le ha funcionado en el corto plazo, pero encierra riesgos a futuro”. Sin duda que es pertinente la advertencia de la publicación colombiana. Duque corre riesgos evidentes. Los gobernantes gringos son expertos en utilizar tontos útiles.
Más de un inexperto ha caído en sus garras, y, sin duda, que Duque ha ido demasiado lejos en su comportamiento contra Venezuela y en las concesiones a la Casa Blanca. Ha caído en la infamia de apuñalear al hermano venezolano y de servir de instrumento a los designios de un personaje inescrupuloso como el mandatario norteamericano. Esa actitud tiene un costo muy elevado, y ya, entre los propios colombianos hay rechazo, condena y disposición a enfrentar la acción de Duque…
*Los acontecimientos en Brasil tienden a evolucionar hacia una nueva situación política en esa nación. El presidente Bolsonaro carga con el lastre de unos hijos corruptos, metidos en graves operaciones financieras y también relacionadas con el narcotráfico. Se comenta un claro rechazo del Ejército.