Ivonne Trías, libertaria: El Estado (uruguayo) fue un chaleco protector que terminó como chaleco de fuerza
Hemisferio Izquierdo|
Ivonne Trias es una periodista y escritora uruguaya. Fue militante de la Federación Anarquista Uruguaya (FAU) y de la Organización Popular Revolucionaria (OPR-33). Presa política entre 1972 y 1985. Ejerció el periodismo en varios medios y fue directora del semanario Brecha. Es autora de los libros: “Gerardo Gatti. Revolucionario”, “Hugo Cores. Pasión y rebeldía en la izquierda uruguaya” y “La Tienta”.
– ¿Cuales son los principales aportes del pensamiento y el movimiento libertario a las luchas populares por el socialismo?
– Una precisión inicial: el movimiento libertario actual es una constelación de grupos diversos con prácticas antiautoritarias, antirrepresentativas, antipatriarcales y de acción directa sin que por ello pueda definirse como anarquista. Ni es necesario. Sin embargo, para reseñar aportes históricos sí me referiré al anarquismo.
Los aportes hay que buscarlos en su praxis. Tanto en sus prácticas organizativas y sus procedimientos para decidir como en su reflexión teórica continua. Esa es su garantía para responder adecuadamente a los grandes cambios del capital y de sus formas de dominación.
Se conoce bastante la revuelta de Haymarket en 1887 y los mártires de Chicago; el desempeño libertario en la revolución española de 1936-1939 y algo sobre la rebelión de los marineros de Cronstadt, en 1921, en Rusia. También se ha estudiado el aporte libertario en la formación de sindicatos clasistas en todo el mundo. Pero vale la pena citar algunas experiencias poco conocidas, como la de Baja California mexicana (1910-1920) con Ricardo Flores Magón, o la creación de la menos conocida aún Federación Anarquista Oriental con Japón, China, Corea, Vietnam e India (1928).
Y sobre todo la experiencia del movimiento coreano –durante su exilio en Manchuria– que organizó la defensa de una zona liberada creando una estructura administrativa regional socialista en Shinmin, desde 1929 hasta su derrota por la invasión japonesa en 1931. En plena lucha por la independencia, el anarquismo coreano tuvo que discutir el carácter anticolonialista de la lucha, si debía centrarse en los sectores rurales o en los nacientes sectores fabriles urbanos.
Tuvo que discutir –como en todas partes, siempre– el gran tema de la defensa y el acercamiento a sectores del ejército independentista. Discutió la amplitud de las alianzas y la marcha de la comuna autogestionada en el territorio liberado, un federalismo libertario con tres niveles de consejos: municipales o de Aldeas, distritales y de Área o Regionales. Así se promovió la creación de juntas que decidían por democracia directa. A pesar de la derrota, el Movimiento de Aldeas Autónomas fundado por la FAC (Federación Anarquista Coreana) y los sindicatos en 1945, se mantuvo hasta mediados de 1970. Esta experiencia resulta hoy un importante aporte para los nuevos movimientos antiestatistas, socialistas y federalistas en Rojava, por ejemplo, en el Kurdistan occidental. Afrin, Kobane y Cizire, tres cantones de Rojava, declararon en marzo de 2016 su voluntad de organizarse bajo un sistema federal. No quieren ser un Estado-nación, sino una zona autónoma donde las decisiones no las toma un Gobierno representativo sino la asamblea de una calle o de un pueblo. Allí se practica el cooperativismo agroindustrial, la autoorganización, autoadministración y autodefensa popular y las mujeres han roto viejas estructuras patriarcales.
Respecto a los aportes teóricos es interesante ver cómo los autores libertarios hoy ponen en discusión los textos de Proudhon y Bakunin con los de Spinoza y luego los de todos ellos con los de Nietzsche, Foucault, Deleuze. O Negri. ¿Sobre qué temas? En primer lugar por supuesto sobre la libertad. Ponen en discusión el esencialismo, el estructuralismo, la política prefigurativa, la ética. Toman nota de la caducidad de las ideas de la modernidad, su fe en el progreso constante, en la bondad de la ciencia; su confianza ciega en la Razón.
Discuten la idea, heredada de la modernidad, de “revolución política” (nuevo Estado, nuevos dirigentes, nueva constitución) y le oponen la idea de una revolución social y económica. Y siguen encontrando la manera de compartir la reflexión , y la imaginación política para descifrar esta época y habitarla.
– ¿Cómo ve la acción política del movimiento libertario en la actualidad? ¿Cuales son los principales ejes de acción y encuadres estratégicos?
– Ese amplio movimiento libertario que empezó a desperezarse de su siesta hace unos cincuenta años, tuvo un empuje en torno al cambio de siglo con los movimientos altermundialistas y vive desde hace unos diez años una extraordinaria revitalización: Exarchia, el barrio anarquista de Atenas (desde 2008); la ocupación y gestión de las plazas en Madrid, Barcelona, Nueva York y El Cairo (2011), Tashin (2012), Estambul (2013), París (la Nuit Debout) y la experiencia kurda en Rojava (2016). Algunos de estos encuentros continúan y adquieren consistencia, otros se agotan en un asambleísmo inoperante.
Desde una óptica proudhoniana el movimiento libertario actual parece estar en condiciones de hacer lo que debe, o sea: “rendir cuenta, de manera concreta, de todos los poderes que nos aplastan y nos dominan, en el terreno económico (teoría del valor), político (nacimiento y base del Estado), ideológico y simbólico (iglesia, dios)” y “dar sentido a las luchas y a las interacciones más inmediatas y minúsculas” (D. Colson, 2015).
-¿Y qué ve y propone este movimiento cuando “rinde cuentas de manera concreta de todos los poderes que nos aplastan”?
-A modo de exagerado resumen: ve que, lejos de la muy mentada crisis final del capitalismo, se opera ante nuestros ojos su gran mutación, en forma simultánea en todos sus campos: en el productivo (flujos), en el tecnológico (informática) y en el ideológico (fin de la modernidad, del discurso de la Ilustración).
Ante estos cambios se puede decir que las tácticas principales del movimiento libertario son: a) la deserción, secesión o éxodo, b) el bloqueo, c) la ocupación de espacios –calles, locales, plazas, etc.– y d) la articulación de zonas autónomas o comunas, sea esa autonomía temporal o permanente.
Dicho de otra manera:
- a) Porque ve que hoy todo es flujo, reestructura continua de los territorios, las
instituciones, los empleos, la seguridad social, el barrio y los vínculos. Que cada uno está solo, hiperconectado y paralizado por la impotencia ante las tragedias mundiales. Nómade, separado de sí mismo y de los demás.
Propone: El encuentro. Poner en común una visión de la realidad y recuperar, en ese ejercicio, algo de confianza en las propias fuerzas para operar sobre el mundo. En estos años el encuentro, con su potencia y sus límites, ha estado en la calle, en los barrios y en las plazas ocupadas. Allí se ensaya la organización del debate, del cuidado mutuo, de la comida, del sueño y la limpieza. Como unos años antes se organizaron en comunidad los oaxaqueños mexicanos y luego los aimaras en El Alto boliviano. Llegado el caso se organiza la defensa de los manifestantes, como en plaza Tahrir (El Cairo, 2011), se cura a los heridos. O se organiza todo para sostenerse en el tiempo, como en el barrio Exarchia de Atenas o (2008). Allí, a la inversa de la soledad impotente y triste, surgen indicios de que una vida en común puede ser vivible y feliz. No se puede prever hasta dónde llegará cada encuentro. Si es apenas una sumatoria de individuos “indignados“ reunidos en asamblea se podrá alcanzar un lenguaje común para expresar la insatisfacción pero no mucho más.
- b) Porque ve el caos climático, el envenenamiento del aire y el agua, la desaparición de especies; el estallido de centrales nucleares, las hambrunas… Pero sobre todo porque ve que el anuncio del inminente colapso perpetuo es un modo de gestionar la crisis y opera como chantaje –cuando hay caos, todo el mundo clama por preservar el orden al precio que sea–, mientras la visión general de las operaciones en curso está en muy pocas cabezas. Porque ve que la producción, hoy descentralizada y automatizada, ya no se realiza en las fábricas –donde hay concentración de obreros, de conocimiento, de materias primas– sino en sitios de producción que son nodos en un mapa de flujos productivos. Y en ese pasaje de la fábrica al sitio se expropia gran parte de la fuerza principal del obrero: su conocimiento, su dominio técnico.
Propone: Disputar esa inteligencia estratégica. Demostrar que el bloqueo físico de cualquiera de esos flujos afecta al sistema en su totalidad. Agenciarse el conocimiento técnico profundo capaz de controlar y descontrolar las estructuras dominantes a su debido tiempo, es decir, cuando se haya construido lo suficiente como para que el cambio no signifique apagón ni penurias. Esto, sólo una fuerza colectiva puede hacerlo.
- c) Porque ve que en estos últimos treinta años, la reestructuración del capital se enfoca en un reordenamiento espacial planetario pautado por la innovación –la vedette en generación de valor– que reordena el territorio en zonas “de punta” y en zonas abandonadas, aunque de pronto las abandonadas ayer se gentrifican hoy y se pacifican; y las que ayer fueron Silicon Valley de pronto son abandonadas y se tugurizan en puro conflicto.
Propone: romper, mediante la secesión y la comuna, ese reticulado del espacio. No se trata de organizar una vida de comunidades pseudo autónomas e inofensivas, ni de ensayos aislados de economía solidaria ni de volcarse “a lo local”. La propuesta libertaria es habitar un territorio en la forma deseada y desde allí, con sus propias reglas, entrar en conflicto o en alianza con las demás zonas de disidencia. Comunas levantadas en base al juramento suscrito por los habitantes de una ciudad o un barrio, de sostenerse juntos.
- d) Porque ve como el ingreso de lleno a la era informática habilita un inédito control total: videovigilancia, trazabilidad, análisis sistemático del ADN, acumulación y cruce de datos personales, anticipación de las conductas individuales y grupales mediante tratamiento algorítmico de los datos disponibles. Inclusión financiera y chips o muerte para los perros. Porque ve que cada uno, hiperconectado, ayuda a mejorar sin pausa el algoritmo pero sigue creyendo que “esas cosas de la internet” son incomprensibles y del todo ajenas. Y sobre todo porque ve que nunca estuvo tan cerca un totalitarismo de nuevo cuño, cuyo mayor peligro radica en la total transparencia ante los múltiples dispositivos tecnológicos de control.
Propone: Adueñarse del conocimiento para aumentar la propia potencia. Adoptar el punto de vista hacker sobre el mundo: la informática no es un mundo virtual aparte sino una extensión de la realidad física. Para eso hay que entenderla, apropiársela. Desarrollar una fuerza colectiva no centralizada, cuya dispersión le evite ser un blanco fácil para la represión. Organizar el encuentro, la circulación, la comprensión y los acuerdos para la acción y sobre todo, entender esa tarea como un desafío de traducción. Como se ve, la idea de revolución ha cambiado.
– Es posible advertir una paradoja respecto a la situación del movimiento libertario uruguayo. Después de la caída del muro de Berlín, muchos aportes del pensamiento libertario evidenciaron toda su vigencia, al punto de penetrar en buena parte del pensamiento marxista y socialista contemporáneo. Pero, esta suerte de “éxito teórico” coexiste con la crisis política del anarquismo como movimiento de masas, al menos si lo comparamos con lo que fue en buena parte del siglo XX. ¿A qué se debe?
– Coincido con la existencia de una paradoja que excede al movimiento libertario y es que, cuando lo invivible de la vida rompe los ojos (ver pregunta anterior), reina entre los uruguayos la conformidad. No sé si existe la idiosincracia pero sí la historia donde buscar algunas respuestas.
Los uruguayos confían en lo que confiaron. Muestran confianza –variable pero robusta– en las instituciones, en los partidos, en la ciencia y en el progreso. Y en contrapartida, si la evidencia contradice esta confianza, se resisten a examinarla, desconfían de la expresión pública de los conflictos, reclaman orden y seguridad y aceptan de buen grado los controles sobre su vida entera.
En segundo lugar (en orden arbitrario) están las subjetividades formadas bajo el ala de un Estado que no ha parado de crecer, al que se orientan todas las demandas y en el cual se delega la resolución de todo conflicto. Un Estado que, como decía Hugo Cores, empezó siendo un chaleco protector pero terminó siendo un chaleco de fuerza. Agréguense a esto los quince años de gobierno del FA, por el que tanto luchó la izquierda, durante los cuales el Estado amplió su cobertura. Se comprenderá que la protesta y el reclamo se suavicen ante una administración que, para muchos izquierdistas tendrá errores pero hace lo que puede. El movimiento libertario del siglo XX, de corte clasista, si pretende seguir haciendo lo que hacía, verá cada vez más reducido su radio de acción.
En tercer lugar está la niebla. Los partidos y movimientos de izquierda emergieron de la dictadura maltrechos pero sin análisis de lo sucedido. Y así siguieron. A gatas se reconoce la obsolescencia de algunas ideas faro, por ejemplo, pocos postulan hoy como meta tomar el poder e instaurar la dictadura del proletariado. Pero donde hubo esa idea quedó un gran hueco que no se llenó con análisis y definición de nuevas metas. ¿Qué hay donde hubo eso? A lo sumo, nuevos adjetivos en tópicos de aceptación general (democracia radical, profunda, hasta directa…). Y donde hubo teoría del foco (más contagiosa de lo que se supone), o la propuesta de crear muchos Vietnam, ¿qué hay ahora? O donde estuvo la certeza confiada, materialista y dialéctica, de transitar la última fase de la última etapa de la crisis final del capitalismo ¿qué hay ahora? Hay tiempo transcurrido pero no claridad.
De modo que esa nebulosa es también un elemento a tener en cuenta para explicar la paradoja. El discurso de la modernidad, se resiste a ceder el lugar. Sin embargo hay un lado optimista del asunto. Porque también existen en Uruguay, una serie de prácticas que escapan a esta nebulosa. Son jóvenes, son mujeres, son gente preocupada por el agua, las semillas, el fracking o la impunidad. Sienten recelo ante los dispositivos del poder, discuten y deciden sin autoridades ni jerarquías. Eluden el intento de los viejos militantes por ponerles cabeza. Si cada uno de estos colectivos se toma por el todo, la paradoja seguirá existiendo. Pero si se logra un encuentro verdadero y se intenta traducir los saberes de cada uno, la paradoja puede desaparecer. Como concluye el Comité Invisible: “No son los rebeldes los que deben aprender a hablar el anarquista, sino los anarquistas los que deben volverse políglotas”.