Intervención extranjera y sociedad civil

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Leopoldo Puchi|

El cuadro económico y social del país se agrava con el paso de los días. La inflación se eleva a zancadas exponenciales, la producción petrolera ha descendido a 1.395.000 barriles diarios y el bloqueo externo obstruye las vías de financiamiento y limita la adquisición de bienes necesarios para la actividad productiva. Unas circunstancias verdaderamente difíciles y extraordinarias, que requerirían de un concurso dirigente a la altura de las circunstancias.

Sin embargo, cada día que pasa se hace más notoria la usencia de una dirigencia de la sociedad en condiciones de asumir los desafíos que tiene frente a sí Venezuela y en capacidad de incidir sobre la realidad e interactuar con el Estado en la búsqueda de soluciones: ni el liderazgo empresarial, ni el eclesiástico ni las organizaciones políticas, bien sean ONG o partidos.

Una realidad que no tiene que ver solamente con la actitud refractaria del Gobierno, su dogmatismo o sectarismo sino que apunta a serias debilidades de la élite nacional de oposición, que durante un largo período ha apostado a una fractura militar interna o a una intervención extranjera, en lugar de plantearse de manera consistente otras formas de hacer política.

Se desconoce por qué es ahora, casi un año después, cuando se ha autorizado la difusión de la información sobre la disposición cierta de Donald Trump de invadir a Venezuela y se han dado a conocer, por medio de la agencia Associated Press, los detalles de las conversaciones sostenidas por Trump con los funcionarios de su entorno y con varios presidentes latinoamericanos.

Lo que sí es cierto es que la existencia de esos planes ya había trascendido desde agosto de 2017, momento en que importantes dirigentes venezolanos afirmaron que el relevo de las acciones de calle sería tomado por la llamada comunidad internacional. Del mismo modo, habría que señalar que hace poco la agencia Bloomerg dio a conocer los planes del golpe militar programados para mayo de este año.

Estas expectativas condujeron al respaldo de importantes sectores de la sociedad civil a la política de no participación en las elecciones. Ahora bien, el fracaso de esta estrategia, al no alcanzar el objetivo buscado, ha conducido a su revisión. De manera que es muy posible que varios partidos retomen la iniciativa desde el campo de sus fortalezas, el electoral, y reconstruyan el piso sociopolítico que se les ha diluido. En esta dirección, la decisión crucial es si los partidos participarán o no en la elección de concejales prevista para diciembre y en el referendo sobre la Constitución. Al parecer, Acción Democrática ya ha dado pasos en esta dirección, como antes lo habían hecho Avanzada Progresista, Copei y el MAS.

Pero la reconstrucción de un liderazgo social y no solo partidista es indispensable. En este sentido, le corresponde a la Iglesia, a su directiva y a sus distintas órdenes, a los gremios empresariales y profesionales darle paso a una nueva visión, a un nuevo liderazgo en capacidad de elaborar políticas más allá de las expectativas de una sublevación militar o una intervención extranjera.

*Exsecretario general del Movimiento Al Socialismo (MAS), exministro de Trabajo