Informe: Cambio de rumbo del Canal, el camino de Panamá hacia la soberanía

(Xinhua/Li Muzi)

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El presidente de Panamá, José Raúl Mulino, rechazó el domingo las recientes amenazas hechas por el presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, de retomar el control del Canal de Panamá, y reafirmó que “la soberanía e independencia” de Panamá no son “negociables”.

“Quiero expresar con precisión que cada metro cuadrado del Canal de Panamá y su área adyacente pertenecen a Panamá, y seguirán perteneciendo a Panamá”, publicó Mulino en la red social X.

“Cada panameño, aquí o en cualquier parte del mundo, lo lleva en su corazón y es parte de nuestra historia de lucha y conquista irreversible”, agregó.

El Canal de Panamá, una vía navegable artificial que conecta el océano Atlántico con el océano Pacífico, fue concluido por Estados Unidos en 1914 y devuelto a Panamá en 1999 en virtud de un tratado firmado por el entonces presidente estadounidense Jimmy Carter y el entonces líder panameño Omar Torrijos. A través del acuerdo, Estados Unidos renuncia al control sobre el canal para el año 2000 y garantiza su neutralidad.

Imagen tomada con un dron del 28 de agosto de 2024 de una embarcación navegando en el Canal de Panamá, cerca de la Ciudad de Panamá, Panamá. (Xinhua/Li Muzi)

 

Una nación “hecha”

En 2019 se estrenó el documental estadounidense “Canal de Panamá”. Si bien la película muestra la importancia mundial del canal, evita un capítulo clave: la intervención estadounidense en la secesión de Panamá de Colombia, que aseguró el control estadounidense del canal durante casi un siglo.

“Para construir el canal, Estados Unidos ayudó a Panamá a obtener su independencia de Colombia, desmembrando así una república hermana para asegurar un tratado del canal que protegiera los intereses estadounidenses”, escribió la historiadora panameña Marixa Lasso en su libro “Borrado: La historia no contada del Canal de Panamá”.

En 1821, Panamá declaró su independencia de España y se convirtió en parte de la República de la Gran Colombia. A mediados del siglo XIX, su ubicación estratégica atrajo el interés de Estados Unidos, en particular porque el país buscaba un canal transoceánico. En 1903, se firmó el Tratado Herrán-Hay, que otorgaba a Estados Unidos el derecho a construir un canal. Sin embargo, la legislatura colombiana lo rechazó por cuestiones de soberanía.

El entonces presidente estadounidense, Theodore Roosevelt, insinuó su apoyo a la independencia de Panamá en una carta a su amigo Alber Shaw: “En privado, le digo libremente que estaría encantado si Panamá fuera un estado independiente, o si se convirtiera en tal en este momento”.

El 3 de noviembre de 1903, buques de guerra estadounidenses apoyaron una revuelta que condujo a la secesión de Panamá. En cuestión de días, Estados Unidos reconoció a la nueva nación y rápidamente consiguió el Tratado Hay-Bunau Varilla, que le otorgaba “el uso, la ocupación y el control” de la zona del canal a perpetuidad a cambio de un pago modesto.

“Yo hice Panamá”, dijo Roosevelt.

La construcción del Canal de Panamá comenzó bajo control estadounidense en 1904 y se completó en 1914.

Los alrededores de la Zona del Canal de Panamá, una franja de 16,09 kilómetros de ancho que abarca 1.432 kilómetros cuadrados, funcionaba como un “Estado dentro de un Estado” bajo jurisdicción estadounidense. Tenía su gobernador, administración y mando militar propios, y la bandera estadounidense ondeaba sobre la zona.

Entre 1913 y 1916, Estados Unidos reubicó por la fuerza a residentes indígenas, desmantelando pueblos panameños y desplazando a unas 40 mil personas sin una indemnización adecuada.

Una carta conservada en los Archivos Nacionales de Estados Unidos, firmada por varias víctimas y enviada el 30 de septiembre de 1914, afirma que los habitantes de la zona fueron tratados incluso peor que “criminales feroces”. Se les había negado “un lugar para vivir y comer, nos habían quitado nuestras tierras y casas sin pagarnos lo que valen”.

En la década de 1920, Estados Unidos intentó establecer el fallido tratado Kellogg-Alfaro, que fue rechazado porque pretendía legalizar la presencia de tropas estadounidenses en territorio panameño.

“Ese tratado convirtió completamente a Panamá en una base militar estadounidense, es decir, en un trampolín militar para el resto de América Latina”, dijo Julio Yao, ex asesor de política exterior y presidente honorario del Centro de Estudios Estratégicos de Asia de Panamá.

Imagen tomada con un dron del 28 de agosto de 2024 de embarcaciones navegando en el Canal de Panamá, cerca de la Ciudad de Panamá, Panamá. (Xinhua/Li Muzi)

 

“El mundo ha vetado a Estados Unidos”

La lucha que Panamá sostuvo durante décadas para recuperar la soberanía sobre el Canal de Panamá llegó a un punto álgido en la década de 1960. La escalada de protestas y la diplomacia internacional acabaron transformando la relación del país con Estados Unidos.

Inspirados por la nacionalización del Canal de Suez por parte de Egipto en 1956, los panameños intensificaron los pedidos de revisar el Tratado del Canal de Panamá.

El 9 de enero de 1964, las “Protestas por la Bandera” se intensificaron hasta convertirse en enfrentamientos violentos después de que residentes estadounidenses en la Zona del Canal de Panamá rasgaron una bandera panameña, recordó Federico Alvarado, que ahora tiene 78 años y se encontraba entre los manifestantes. Durante cuatro días, las fuerzas estadounidenses abrieron fuego contra los manifestantes, lo que dejó más de 20 muertos y varios cientos de heridos de gravedad.

La violencia llevó a Panamá a recurrir a organismos internacionales. En 1973, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas celebró una sesión poco común en la Ciudad de Panamá, en la que el difunto líder panameño, el general Omar Torrijos, pronunció un discurso enérgico en el que condenó el colonialismo estadounidense.

“Nunca hemos sido, no somos ni seremos jamás un estado asociado, colonia o protectorado, ni añadiremos otra estrella a la bandera de Estados Unidos”, declaró Torrijos.

Un proyecto de resolución en apoyo de la soberanía panameña obtuvo el respaldo de 13 de los 15 miembros del Consejo de Seguridad, con la abstención de Reino Unido. Sin embargo, Estados Unidos ejerció su poder de veto y bloqueó la resolución a pesar de su amplio apoyo.

“Estados Unidos ha vetado la resolución de Panamá, pero el mundo ha vetado a Estados Unidos”, dijo el entonces canciller panameño, Juan Antonio Tack.

El veto despertó la simpatía internacional hacia la causa de Panamá. El mundo finalmente entendió la lucha de Panamá, dijo Yao.

En septiembre de 1977, Torrijos y el entonces presidente estadounidense Jimmy Carter firmaron los Tratados Torrijos-Carter, estableciendo que el Canal de Panamá sería entregado al control panameño el 31 de diciembre de 1999.

Imagen del 28 de agosto de 2024 de un buque de carga navegando a través de las Esclusas de Miraflores en el Canal de Panamá, cerca de la Ciudad de Panamá, Panamá. (Xinhua/Li Muzi)

 

La independencia aún es difícil de alcanzar

“Los estadounidenses siempre engañaron a Panamá con una fecha posterior y nunca abandonaron Panamá”, indicó Yao.

Incluso después de la firma de los Tratados Torrijos-Carter de 1977, Estados Unidos continuó afirmando su dominio estratégico sobre el Canal de Panamá.

La invasión estadounidense a Panamá, denominada por Washington “Operación Causa Justa”, comenzó el 20 de diciembre de 1989 y continuó hasta enero de 1990, con el objetivo declarado de capturar al dictador panameño Manuel Noriega, acusado de tráfico de drogas y crimen organizado.

Trinidad Ayola, ahora de 68 años, cuyo esposo fue asesinado por las fuerzas de invasión estadounidenses, dijo que el dolor y las injusticias de la incursión militar de 1989 siempre la perseguirán.

Antes de que Ayola regresara a casa y se enterara de la pérdida de muchas vidas panameñas, había estado buscando a su esposo en el aeropuerto, donde se encontró con soldados estadounidenses que “cargaron sus armas”.

“Siempre parecerá que fue ayer. Tengo que vivir con ese dolor toda mi vida”, expresó Ayola, presidenta de la Asociación de Familiares y Amigos de los Caídos el 20 de diciembre.

Más de 26.000 efectivos estadounidenses participaron en la operación, que resultó en la detención de Noriega y la disolución de las Fuerzas Armadas panameñas. La invasión impactó significativamente la historia del país centroamericano, causando un número indeterminado de víctimas y secuelas políticas.

“De acuerdo con Estados Unidos, el propósito era sacar a Noriega… pero en realidad lo que querían era destruir las fuerzas de defensa”, dijo Sebastián Vergara, quien presidió la asociación entre 1996 y 2001. Su padre, un civil, fue una de las muchas víctimas inocentes de la invasión.

Rolando Murgas, presidente de la Comisión 20 de Diciembre, un grupo que investiga la verdad detrás de la invasión, cree que “la invasión… tuvo como objetivo aplastar todas nuestras demandas pasadas y la dignidad nacional”.

La comisión documentó más de 400 víctimas, desde un bebé de un mes hasta una persona de 84 años.

En 2022, el Gobierno panameño declaró el 20 de diciembre como Día de Luto Nacional.

Vergara también busca concienciar a las generaciones futuras sobre la invasión. “Si se enseña como materia en las escuelas, los jóvenes serán conscientes de que estas situaciones no deben repetirse”, afirmó.

“Está prohibido olvidar”, señaló Ayola.

Imagen del 28 de agosto de 2024 de visitantes observando un buque de carga navegando en el Canal de Panamá, cerca de la Ciudad de Panamá, Panamá. (Xinhua/Li Muzi)

 

Panamá para los panameños

Era un día lluvioso. El 30 de diciembre de 1999, la bandera de Estados Unidos fue arriada por última vez y reemplazada por la bandera de Panamá. El traslado, oficializado el 31 de diciembre en virtud de los Tratados Torrijos-Carter, marcó el inicio de una nueva era para Panamá.

“Y luego, después de la transición, sólo se izó la bandera panameña, y una bandera enorme”, dijo Jorge Luis Quijano, exadministrador del Canal de Panamá de 2012 a 2019.

“Para el mundo fue un día más, pero para los panameños fue monumental”, agregó.

Con el control total del canal, Panamá introdujo comisarías de policía, tribunales y leyes civiles en la zona del canal, y los panameños reemplazaron al personal estadounidense en la gestión de las operaciones.

Bajo la administración de Panamá, se hicieron esfuerzos significativos para ampliar el canal a fin de dar cabida a las necesidades de navegación modernas, en especial porque las esclusas más antiguas tenían dificultades para manejar buques más grandes. La ampliación del canal, completada en 2016, fue fundamental para posicionar a Panamá como un actor clave en el comercio mundial.

En la actualidad, el canal maneja aproximadamente el 5 por ciento del comercio marítimo global, consolidando el papel de Panamá como centro de logística, comercio y finanzas.

La Zona Libre de Colón de Panamá es una de las más grandes del hemisferio occidental. El Aeropuerto Internacional de Tocumen es un centro de tránsito vital que conecta al continente americano. La Ciudad de Panamá también se ha convertido en un centro financiero para América Latina, y alberga a importantes bancos del continente americano, de Europa y Asia.

La importancia del canal trasciende el comercio. En el Museo del Canal de Panamá, una bandera restaurada que fue rasgada durante las “Protestas por las Banderas” de 1964 recuerda a los visitantes los sacrificios que se hicieron por la soberanía. La inscripción “Quien siembra banderas, cosecha soberanía” subraya su exhibición.

“Pertenecemos a esos patriotas que no queremos ser olvidados”, dijo Joaquín Vásquez, representante de la Asociación Centinela del Canal.

Para Yao, el camino recorrido por su país refleja luchas más amplias en el Sur Global. Yao establece paralelismos con regiones como África y Medio Oriente, y señala que las historias compartidas de dominación y resiliencia determinan sus caminos hacia el futuro.

“Ese es un gran despertar para una región que ha sido muy empobrecida, muy dominada, muy interferida y muy manipulada. Creo que hay una razón para sentirse optimista”, indicó Yao.

“Creo firmemente en el Sur Global”, añadió Yao. “Es el camino correcto”.