Información, la OEA y México
Eleazar Díaz Rangel |
Cada día parece mayor la influencia de los medios, agencias incluidas, en la formación de la opinión pública en cada país e internacionalmente, y en la decisiones de gobiernos e instituciones multinacionales. Si, por ejemplo, en España se preguntara a sus ciudadanos que opinan sobre Venezuela, responderían según casi todos los medios que les han estado “informando” y repitiendo desde hace años. Y así en cualquier país. Seguramente, si preguntaran a daneses o finlandeses, cuya prensa, creo, poco se ocupará de Venezuela, las respuestas reflejarían ignorancia.
El crecimiento de esa influencia se explica por la enorme concentración mediática, que hace que solo grandes corporaciones dominen la producción y la circulación de información, y en sus poderosas redes de medios se difunde solo cuanto esté en armonía con sus intereses y, por el contrario, se oculta o deforma, cuanto pueda hacerles daño o ser “mal ejemplo” para otros conglomerados. Ya en 1974, el estadounidense Wilbur Schramm escribió: “La habilidad de seleccionar, enviar y difundir información puede llegar a ser una fuente de poder comparable con los grandes medios naturales, tecnológicos y económicos”. Posteriormente, a fines de 1995, el estudio de una serie de investigadores y teóricos europeos Les Nouveaux Maîtres du monde lo demuestra explícitamente al responder a la pregunta “¿Quiénes son, en este fin de siglo, los verdaderos dueños del mundo?”. Allí concluyen que la información es el segundo poder, después del financiero.
Así, los medios reflejan las realidades de cada país de acuerdo a los intereses del país sede del medio o de los propietarios de esos medios. Entre los países latinoamericanos que mejor imagen deben tener en medios de EEUU, están los de la llamada Alianza del Pacífico, que son los que tienen las mejores relaciones con Washington; por el contrario, Venezuela, Ecuador, Bolivia y Nicaragua son tratados como adversarios, negadores de los derechos humanos, sin libertad de prensa, “amenazas a la seguridad”, etc. Cuba es un caso especial en el tratamiento de los medios, después del vuelco de la fracasada política de EEUU contra ese país; ese cambio también lo dieron los medios.
A partir de esa realidad mediática y política, uno debe preguntarse: si Venezuela es mostrada prácticamente como una dictadura, ¿cómo nos presentarían si aquí hubieran sido muertos o desaparecidos 43 estudiantes, que ese horroroso crimen permanezca impune y sin que el gobierno hubiera dado un solo paso para descubrir e identificar a los culpables y, por supuesto, sancionarlos? Y si además de tan monstruoso hecho, en ese mismo país, meses después fueran muertos 11 profesores manifestantes sin que aparezcan responsabilidades.
Como lo saben ustedes, todo eso ocurrió en México bajo la presidencia de Peña Nieto. ¿Y ustedes creen que la inefable OEA se ha preocupado en absoluto por tan atroces crímenes? ¿Han leído alguna palabra de Washington expresando al menos alguna preocupación? ¿Acaso la Comisión Interamericana de Derechos Humanos está investigando algo? ¿Alguien ha pensado en aplicarle la Carta Democrática Interamericana a México? ¿Han leído en los medios calificativos contra ese Presidente como lo hacen agencias, medios y servicios televisivos contra Venezuela y su gobierno?
Si no pueden negar la guerra económica, muchos menos pueden hacerlo con la guerra mediática.