Incierto horizonte económico: Crisis europeas y derechas a la pesca

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Sergio Ferrari

 


La locomotora germana avanza menos. Ya no arrasa como era habitual e irradia preocupación en el Viejo Mundo. Y a pesar de que las previsiones más optimistas proyectan un avance del 0,9 % del Producto Interno Bruto (PIB) alemán para los próximos meses, no se perciben señales significativas de un “crecimiento dinámico” tal como lo conceptualizan los expertos.

Los sindicatos alemanes se movilizan nuevamente en 2024 para negociaciones salariales.

Aunque todavía no se conocen las cifras definitivas del balance de 2023, está claro que la economía alemana se ubicará en el pelotón de cola en lo que se refiere a crecimiento entre las 38 naciones que integran la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). Algo no visto durante las últimas dos décadas y que se remonta a las turbulencias de fines de los años ‘90 luego de la reunificación de las dos Alemanias.

Ya a fines de noviembre de 2023, la OCDE preveía una reducción de las expectativas del crecimiento para Europa tanto para el año pasado (0,6 %) como para el actual (1,2 %). De confirmarse esas previsiones, Europa será la región entre las economías avanzadas que más tardará en recuperarse, en tanto Estados Unidos muestra una cierta capacidad de resistencia (con una previsión del 2,4 % para 2023 y 1,5 % para el año en curso). Lejos, por detrás de China e India, ambas a la cabeza del crecimiento en 2023 y con niveles similares o superiores en 2024: un 4 %, la primera, y más de 6 % la segunda.

Europa, vagón de cola

La situación es claramente menos favorable para el Viejo Continente. En la zona euro, el crecimiento en 2023, según la OCDE, alcanzaría apenas un magro 0,6 % (tres décimas menos aún que lo que se había estimado en junio del año pasado). Reflejo directo de la caída de la actividad en un país clave como Alemania (-0,1 %) y de cifras para nada sensacionales en Francia (0,9 %) e Italia (0,7 %). La sorpresa “positiva” en la eurozona en 2023 fue España, con un incremento del PIB del 2,4 %, el más alto entre sus pares.

Las proyecciones de fines de noviembre tuvieron que reducir las perspectivas de crecimiento de los países de la Unión Europea para 2024 debido al impacto de los elevados costos de financiación y el alto nivel de incertidumbre. Ahora se proyecta un escaso 0,9 % y, según los expertos, habrá que esperar a 2025 para ver una tasa un poco más alentadora, alrededor del 1,5 %.

Fuera de la Unión Europea pero todavía dentro del continente, las señales tampoco indican resultados óptimos para el Reino Unido, con una expansión económica de apenas 0,7 % en 2024 y una proyección del 1,2 % para 2025.

Diversos sectores de la actividad económica europea están seriamente golpeados por el bajo crecimiento y la crisis.

Según los análisis más optimistas, como el del Blog de economía y finanzas Bankinter, “tras un final de 2023 marcado por la debilidad, entramos en una fase de suave crecimiento”. Dicho sitio evalúa que Europa ya atravesó sus dos peores trimestres: el tercero y el cuarto de 2023.

Alemania, en modo de crisis

La preocupante realidad económica de “recesión técnica” que confronta Alemania está estrechamente ligada con factores geopolíticos, entre otros. Un análisis publicado por la Deutsche Welle, el principal medio de información alemán hacia el exterior, los últimos días de diciembre, afirma que “se acabaron los tiempos tranquilos para la política exterior alemana” y que en 2024 “Berlín debe encontrar respuestas a dos guerras, una China cada vez más agresiva y un orden mundial convulso”.

Dicho artículo enfatiza que, probablemente, “ningún acontecimiento de política exterior de las últimas décadas ha desafiado tanto a Alemania y a Europa como la invasión rusa a Ucrania en febrero de 2022”.

Desde el inicio de este conflicto, Berlín ha asegurado una amplia ayuda militar a Ucrania. Sin embargo, casi dos años después aún no se han producido avances significativos en los esfuerzos militares ucranianos por reconquistar sus territorios ocupados.

La cooperación militar de los países occidentales con Kiev se está desmoronando, fundamentalmente en Europa y los Estados Unidos, es decir, los miembros de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Debido, fundamentalmente, al elevado costo de dicha ayuda, la repercusión negativa en sus propias finanzas y la falta de éxitos militares concretos. La prolongación del conflicto parece jugar en contra de Ucrania, que se muestra exhausta, y también en contra de sus aliados de la OTAN, no menos cansados por ese conflicto y por el impacto en sus propias economías. Todo esto sin entrar en el tema espinoso de quién va a pagar la reconstrucción de Ucrania —que aspira a integrar la Unión Europea— una vez finalizado el conflicto. La factura de esta guerra será bien salada para Europa occidental.

El apoyo de Olaf Scholz a Ucrania en su guerra contra Rusia repercute negativamente en la economía alemana y la caída de su crecimiento. Foto: Gobierno de Alemania.

Alemania, que desde hace varios lustros ha dependido del gas barato proveniente de Rusia, a partir de este último conflicto bélico, se ve obligada a pagar precios muy altos. En particular, si se comparan con los de Francia, que cuenta con abundante energía nuclear, y con los de Estados Unidos, que dispone de sus propias reservas de gas natural. El gas consumido en Alemania a inicios de 2023 costaba entre tres y cinco veces más que en Estados Unidos, mientras que su electricidad fue cuatro veces más cara que la de Francia. La industria germana paga parte significativa de los platos rotos como resultado de esta situación energética anormal: una factura casi 40 % más onerosa que antes de la guerra y con una obvia caída de competitividad en el plano internacional. Analistas económicos calcularon que a fines de 2023 este conflicto le representaría a Alemania unos 160.000 millones de euros, es decir, un 4 % de su PIB.

Según Agenda de El País, de España, la economía alemana se caracteriza por la importancia de su sector industrial, que en 2021 representó casi el 27 % de su PIB, frente a poco más del 22 % para la zona euro. Esta cuota se ha mantenido bastante estable a lo largo de los últimos 20 años, con excepción de una caída vinculada con la crisis de 2008 y ahora afectada por la guerra sin cese entre Rusia y Ucrania.

El apoyo alemán a Ucrania es una de las causas de la actual crisis de Alemania.

Sobre llovido, mojado: el nuevo y explosivo conflicto abierto a partir de inicios de octubre en Palestina le agrega problemas inesperados a Alemania y los aliados europeos, que casi sin excepción han tomado partido a favor de Israel. Y en algunos casos, aún le brindan apoyo militar. Como lo señala el análisis de Deutsche Welle, Alemania intenta hacer equilibrios. Así, por ejemplo, su canciller Olaf Scholz sostiene que la seguridad de Israel constituye una “razón de Estado” para Alemania. Mediante su solidaridad activa con Israel, Alemania busca distanciarse del pesado trauma de su pasado nacionalsocialista.

En cuanto a la relación Alemania-China, esta es hoy mucho más tensa que la que promovió la canciller Angela Merkel entre 2005 y 2021. Mientras Merkel trataba al Gobierno chino “con guantes de seda” (según el análisis de la Deutsche Welle), el actual gobierno de Scholz considera que China es un “socio competidor y rival sistémico” de la Unión Europea. Postura retórica que no impidió que en 2022 China fuera, por séptimo año consecutivo, el principal socio comercial de Alemania. Por ejemplo, la corporación alemana Volkswagen, la mayor productora de automóviles europeos, coloca el 40 % de su producción en China.

Fractura política interna en Alemania

Los sindicatos se movilizaron permanentemente en 2023 en Alemania para evitar pérdidas en las conquistas sociales. Foto: Sindicato Verdi.

Si las finanzas germanas no van bien, tampoco parece andar mejor el clima político interno. El último capítulo de la crisis de los partidos socialdemócratas, verdes y liberales de la coalición gubernamental liderada por Olaf Scholz se desencadenó en noviembre cuando el Tribunal Constitucional alemán desautorizó el redireccionamiento de 60.000 millones de euros (más de 65.000 millones de dólares) de créditos no utilizados durante la pandemia que el gobierno pretendía destinar a inversiones ecológicas y apoyo a la industria. Según el Tribunal, semejante reasignación de gastos violaba las estrictas reglas presupuestarias del país. La marcha atrás impuesta por la justicia alemana inevitablemente se tradujo en una profunda tensión política, así como un agujero presupuestario de 17.000 millones de euros (18.600 millones de dólares) para 2024. El gobierno no tuvo otra alternativa que revisar drásticamente sus presupuestos para 2023 y 2024.

En paralelo a esta compleja situación político-financiera alemana, y como lo muestran encuestas recientes, se está produciendo una consolidación rápida y consistente de las fuerzas políticas de extrema derecha, las cuales podrían ganar el próximo septiembre las elecciones en tres Estados del este: Brandeburgo, Sajonia y Turingia. Por otra parte, no hay que olvidar que tres meses antes, en junio, el electorado alemán elegirá en las urnas —como de hecho ocurrirá en los demás países de la Unión Europea— sus diputados al nuevo Parlamento Europeo.

Perspectivas oscuras para la decaída locomotora europea en el marco de una nueva realidad política mundial donde en todas partes las crisis económico-financieras les abren de par en par las puertas del poder a proyectos derechistas, aventureros y oportunistas.