Historias paralelas de Colombia y España
JUAN CARLOS MONEDERO | Hay veces en que cobra un curioso desarrollo una conocida anécdota de la política soviética. Cuenta las dos cartas que habría escrito Nikita Jrushov a su sucesor, Leonidas Brezniev con motivo de su forzada dimisión. Cartas de amor entre Presidentes, escritas en aquel momento de enormes tribulaciones que condujeron a la sustitución del Presidente soviético que golpeó en la Tribuna de la ONU con un zapato muchas décadas antes de que Chávez dijera que allí mismo olía a azufre. Las cartas que legó Jrushov a su sucesor venían con instrucciones. “Cuando no veas ya ninguna salida, abre la primera carta. Cuando regrese otra situación insuperable, abre la segunda”.
Al parecer, así lo hizo pasado un año. Se encontró apenas una línea con resonancias de bolero: “Échame a mí la culpa. Toda.”. Las cosas volvieron a su cauce con aquel bálsamo. Meses después, arreciaron de nuevo los problema, y como quiera que la primera carta había funcionado, abrió Brezniev la segunda, igual de contundente e igual de escueta: “Escribe dos cartas y entrega el cargo”. Ha envejecido mal esta leyenda, porque ahora parece que los antiguos Presidentes no escriben cartas a sus sucesores, sino que van a un plató de televisión a que los entrevisten periodistas mercenarios, o escriben 140 caracteres en twiter para recordar a sus herederos que esto de la política tiene mucho de cártel -con reglas fijas y obligatorias, donde si cae uno, todos los demás van detrás-. A confidente –que decir arrepentido sería exagerado-, nadie supera a un Presidente de Gobierno.
En Colombia, el Presidente Santos, que llegó a ser el “mejor amigo” de Chávez y que parecía avanzar en la solución del conflicto con las FARC gracias a la ayuda de Venezuela, se ha dejado doblar el brazo por el narcopresidente Uribe y el guantanamovicepresidentenorteamericano Joe Biden. Patética renuncia que va a ensombrecer su mandato. Ya las FARC han publicado un comunicado expresando su enorme preocupación por la maniobra de Santos. Parece que hay políticos, acá y allá, a los que les gusta que haya siempre en activo grupos terroristas.
Santos pertenece a lo más rancio de la oligarquía colombiana y las presiones arrecian. La puesta en marcha de la Alianza del Pacífico, iniciativa respaldada por EEUU para rearticular a los países que no participan del nuevo impulso democratizador de América Latina, ha sido vista como un momento para volver a jugar a la desestabilización de Venezuela. Colombia parece querer volver a ese momento donde quería ser la Israel latinoamericana. Por los papeles de wikileeks supimos que todo era una oferta de Uribe a sus padrinos norteamericanos. Mucho hablar de Colombia, mucho hablar de España, cuando la patria la tienen en Suiza.
Recientemente, Uribe, apoyado por la golpista prensa colombiana sigue dándole alas a la insostenible queja de Capriles de que existió fraude en las elecciones. De ahí que no deje de insultar públicamente a Santos reprochándole haber ido a los funerales de Chávez, haber declarado luto nacional y, después, hacer acudido a la toma de posesión del Presidente Maduro. Uribe sigue peleando por su impunidad, pues sabe que, en cualquier momento, puede terminar en una cárcel gringa como le ocurriera a Noriega en su día.
Los Estados Unidos de Obama, que siguen pensando que América Latina es su patio trasero –expresión recuperada recientemente por el Secretario de Estado, John Kerry-, han visto ahora la oportunidad de insistir en los ataques a Venezuela, aprovechando que el Presidente Maduro tiene por delante la tarea de reconstruir el bloque de poder que logró Chávez en sus 14 años de gobierno y que ahora necesita remozarse con el nuevo equipo. ¿Conclusión? Que los enormes avances en la paz en Colombia, con unos acuerdos recién discutidos en La Habana entre el Gobierno y las FARC que incluían, por fin, elementos de reforma agraria, pueden irse al traste por el deshonesto gesto de Santos de lavarle la sucia cara a Capriles recibiéndole en Bogotá. Una bofetada en la cara de un Maduro que con enorme generosidad ha hecho lo posible y lo imposible para que se terminara la guerra civil en Colombia.
¿Cómo se defiende la democracia con estos enemigos? Es muy difícil salvaguardarla cuando optas por la vía electoral –y de momento no hay otra- y los viejos poderes, apoyados por los Estados Unidos –los del golpe en Honduras y en Paraguay- están con todo su poder real intacto poniendo constantemente palos en las ruedas. En Cuba, los actores del viejo régimen se fueron a Miami. En Venezuela siguen con sus bancos, sus empresas, sus medios de comunicación, sus contactos internacionales, sus universidades, sus jueces, esperando la ocasión para desmontar todo lo construido. Recuerda mucho a lo que pasó con la victoria de la CEDA en la II República. Primero, se dedicaron a dificultar constantemente la tarea de los gobiernos republicanos progresistas. Y cuando ganaron las elecciones de 1933 –por la desunión de la izquierda-, decidieron desmontar todo lo logrado en esos primeros años. Desembocó en la revolución de Asturias.
Cuando hablamos de contrarrevolución en el Reino de España o en América Latina, aparece, casi siempre, Aznar (y su Fundación FAES). Que al igual que a Uribe, le preocupa terminar en la cárcel. Toda la red Gürtel, todo el entramado de Bárcenas, todos los sobresueldos, los imputados Fabra, Camps, Barberá, la bajo sospecha Esperanza Aguirre, el alegre Miguel Ángel Rodrígez y sus cocktails subiditos de grado, el jaguar en el garaje de Ana Mato, los fraudes de Urdangarín y su presunta socia o el ático de Ignacio González, es decir, el corazón de toda la trama corrupta que asola al Reino de España son de su época. Esa que -Rajoy y Soraya Saenz de Santamaría dixit- ya no es la de ellos. Rajoy seguramente no olvida la humillación que le infligió Aznar cuando dijo públicamente que el notario fue la segunda opción después de que Rato declinara.
Los Presidentes como Aznar, que están en política con una mirada lucrativa, no escriben la primera de las cartas echando una mano. De la misma manera que las presiones de Uribe buscan un salvoconducto, la entrevista –ya a cualquier cosa llamamos entrevista– a Aznar que tanto revuelo ha causado, no era una amenaza de regresar, sino un aviso de las consecuencias de tirar de la manta. Asuntos propios. Pero golpean a nuestras débiles democracias. A Aznar, el que nos metió en la guerra de Irak aun sabiendo que no había armas de destrucción masiva, sólo le interesa su bienestar. Como a su señora, Ana Botella, la que dejaba un rato el spa en Portugal para venir en avión para informar unos minutos sobre las adolescentes muertas en el Madrid Arena. Sabemos que en la actual política cartelizada, las únicas cartas que se mandan algunos Presidentes son parecidas a las que manda la Cosa Nostra a los que no pagan. Al Presidente Santos parece que le da lo mismo también la esperanza, sobre todo para las zonas rurales, que supone la aprobación hace unos días del primer punto de las negociaciones entre la guerrilla y el gobierno.
La práctica totalidad de los casos de corrupción que conocemos no tienen nada que ver con el periodismo de investigación. Salen a la luz porque alguien que estaba en el asunto ha tirado un poco de la manta –lo justo- al no recibir su parte del pastel. De lo contrario, seguiríamos comiéndonos el empalagoso relato de la feliz pareja ejemplar, Urdangarín y la Infanta, y la enorme prole a alimentar que hay detrás. Y, por supuesto, el Hola seguiría haciendo fotorreportajes de esas mansiones de Sissi que contentan a los humildes cuando las ven en el papel couché en las revistas y las viven como si fueran cartas de amor dirigidas al honrado pueblo.
El comportamiento del narcopresidente Uribe -una parte importante de su partido está siendo juzgada por sus conexiones con los paramilitares- y del mentiroso Aznar ponen en zozobra sus países. Esto es así porque forman parte de esa cartelización de la política que ha hurtado tanto en Colombia como en España la democracia. Cúpulas cooptadas, rehenes del dinero y de la geopolítica norteamericana y sostenidas por ese entramado global que reclama una mayor dosis de modelo neoliberal que jalean medios de comunicación venales. Y una parte de la población, envenenada por esos medios y la parte que le corresponde a la iglesia, los ve como soluciones. Bonito panorama.
Todavía es una tarea pendiente que los pueblos cambien las revistas del corazón por los cuadernos de quejas. Antes de la Revolución Francesa también había más interés por los vestidos de María Antonieta que por su cuello.