Héctor Béjar: la avalancha mediática y el estado profundo
Nicolás Lynch – Otra Mirada |
Conozco el método, lo aplicaron contra mí a principios de noviembre del 2012 cuando me renunciaron de la embajada del Perú en la Argentina, la misma secuencia para botar a un funcionario incómodo y estigmatizarlo.
El primer paso son los comentarios periodísticos insidiosos que van preparando el terreno para el zarpazo. Para esto no se toman la molestia de consultar declaraciones oficiales, como el excelente discurso de toma de posesión del cargo de Ministro de Relaciones Exteriores del propio Héctor Béjar, que sería elogiado en el Perú y América Latina. Esta es la etapa de ocultamiento, se tiene que ocultar la voluntad de Béjar y el gobierno en funciones de cambiar la política exterior de sometimiento a la derecha internacional por una que cautele nuestra soberanía.
Luego viene la denuncia con visos de veracidad y referida a un tema que despierta gran temor social, en este caso el terrorismo. No importa que estos “visos” no resistan el menor análisis, de eso se encarga la avalancha mediática. Repiten y repiten el brulote hasta que lo convierten en verdad y al periodista que no se alinea, a la corta o a la largo, lo sancionan, por lo menos con la separación del grupo de “los que saben” y obtienen las primicias porque son obsecuentes con el régimen. Luego viene el coro de los políticos y comentaristas de siempre que se asombran de que la persona no haya sido sancionada antes y separado para siempre de cualquier figuración pública.
No importa que uno aclare, antes o después, lo único que esperan es, como Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición, que la persona denunciada pida disculpas, aunque eso no lo exima tampoco de castigos mayores. En otras palabras, conserva la vida a cambio del ostracismo, de los espacios que este sistema controla, pero pasando por la admisión de la culpa. Es bueno recordar, sin embargo, que no caímos en las disculpas, por más que la derecha se rasgue luego las vestiduras por ello.
Después, viene la renuncia que le piden los superiores encargados con la amenaza de despedirlo y aumentar el escarnio público ya en curso. Héctor Béjar ha dejado en claro en intervenciones posteriores que él estaba listo, cual antiguo militante que tiene la fortaleza correspondiente, para ir al Congreso a defenderse. Sin embargo, parece ser que el Premier y el Presidente de la República, prefirieron ingenuamente, que renunciara para calmar las aguas. Una opción es resistirse a la renuncia y ser echado tal cual. Supongo que ése pensamiento habrá pasado por la cabeza de Béjar, pero al final gana el decoro, me pasó lo mismo, y se presenta la carta de renuncia. Los que quedan mal al fin y al cabo son los que uno creía amigos y lo sueltan con la expectativa de la ganancia de corto plazo. Ha hecho mal, por ello, el gobierno de Castillo en no dejar a Béjar defenderse en el hemiciclo. No sólo porque tenía derecho sino porque no le van a dar ningún crédito por dejar de hacerlo.
¿Por qué no se defendió antes? Es una pregunta que le han hecho repetidamente a Béjar en entrevistas posteriores, sin embargo, él ha contestado que esto es muy difícil dado el oligopolio mediático existente. Quizás, por allí, aparece algún periodista o programa disidente; pero, efectivamente, el oligopolio está muy activo, especialmente cuando se trata de hacer “cadena nacional” contra alguien. Esta situación que afecta directamente la liberad de expresión y que incluso es rechazada por un buen sector de periodistas liberales, es hasta ahora inamovible. Parece que fuera consustancial al modelo neoliberal y no da señales de cambio. Mientras tanto se vuelve clave para operaciones de demolición como estas.
Empero, ¿quién es el operador? Esta quizás sea la pregunta más interesante y hasta ahora no plenamente contestada. Los especialistas en estas lides hablan del “estado profundo”. Como tal se refieren a una alianza o quizás tan sólo una convergencia de personas con entrenamiento en inteligencia e interés en la política interna, grandes empresarios ávidos de terminar con el “ruido político” y dueños de medios que quieren seguir dictando la agenda de la política nacional. Ah, y alguna encuestadora que otorga el número correspondiente. Nótese que dejo de lado a políticos y periodistas, no porque sean los buenos de la película sino porque cuando intervienen lo suelen hacer como “coro” de los primeros y no como protagonistas. Hasta ahora, por supuesto, todo esto no pasa de la categoría de rumor, sin evidencia que lo sustente.
A mí me pasó con Ollanta Humala que se puso con rapidez en el camino de la traición, a Héctor Béjar le ha pasado con Pedro Castillo que ojalá no siga el camino anterior, pero si este no suma un poco más de coraje y determinación para enfrentar la embestida de la derecha se van a empezar a sentir pasos.
El caso es que las actividades señaladas son inaceptables en una democracia, no tienen nada que ver con la libertad de expresión y deben ser denunciadas como tales. Pero no sólo eso, estas operaciones atentan contra la continuidad del régimen democrático y más todavía contra la profundización del mismo que se supone es el objetivo del gobierno de Pedro Castillo. En lo inmediato se trata de una operación dentro de un programa más amplio, que busca la humalización o la vacancia del Presidente de la República. Deberían en el gobierno tomar nota del asunto y los ingenuos poner las barbas en remojo.