Guillaume Long, excanciller: “Ecuador renunció a ser capital de Suramérica”
“UNASUR se transformó en una plataforma política que destruyó el sueño de integración que nos vendieron”, dijo en marzo pasado el presidente de Ecuador, Lenín Moreno, vía cadena nacional en radio y televisión. Así, cerró su paso por la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR), la alianza regional que nació en 2008 con la participación de presidentes y presidentas de América del Sur, entre ellos Rafael Correa, Álvaro Uribe, Hugo Chávez, Alan García, Lula de Silva, Cristina Fernández, Michelle Bachelet y Evo Morales.
Guillaume Long, político y académico, fue canciller al frente de la gestión ecuatoriana y ocupó otros tantos ministerios durante la presidencia de Correa. Lonh habla de lo qué significa esta decisión para su país y el impacto en la región.
-Cuando se conoció la decisión de Ecuador de denunciar el tratado de la UNASUR usted escribió en sus redes sociales al respecto e hizo alusión a la posibilidad de que el Estado no tuviera injerencia sobre su propia política exterior, ¿por qué dijo eso?
-Me refería al canciller ecuatoriano que había dicho en reiteradas ocasiones que no tenían ninguna intención de debilitar o disolver a la UNASUR. Pero con el actual gobierno tenemos señales, declaraciones y actuaciones muy contradictorias, entonces, al poco tiempo tuvimos la decisión de suspender su membresía y sumarse a Colombia para denunciar el tratado constitutivo sin posibilidad de regreso. Lo que cuestioné es la injerencia real del canciller sobre la política exterior del gobierno.
Si dice una cosa y hace otra, todo indicaría que él no es el gestor principal. Ahora más allá de eso, el Ecuador en los últimos dos años ha ido realineando su política exterior, su doctrina, dentro del eje del bilateralismo. Es lo que está sucediendo en América Latina, se reorienta la política exterior alejándose del regionalismo, de la integración, y se profundiza la relación bilateral con los Estados Unidos. Lo vemos en un sinfín de ámbitos, lo acabamos de ver con el caso Assange. Es importante también señalar que no es sólo un acercamiento con Estados Unidos y sus instituciones, sino con la administración del presidente Trump.
Hemos visto estos movimientos también con respecto a Venezuela, cuya relación ha dado un giro de 180 grados, con el reconocimiento del autoproclamado presidente Juan Guaidó, también con el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional. Hay una paulatina pérdida de soberanía, de autodeterminación y de independencia. Entonces, se podría interpretar que la política exterior del Ecuador se la hace ahora no sólo en el país, sino que también en contubernio cercano con otros actores poderosos, otras potencias en el sistema internacional.
-¿Qué significa la salida de Ecuador de la UNASUR?
-Como dije anteriormente uno de los significados de la salida de Ecuador es el claro realineamiento de la política exterior dentro del eje de priorización de la relación con los Estados Unidos en un contexto en el que Estados Unidos está agresivamente empujando una suerte de neomonroismo (N de R: de la Doctrina Monroe).
Esta es la primera administración estadounidense en décadas que se atreve a pronunciar las palabras Doctrina de Monroe y asumirlas plenamente. Es aún más impresionante que los países de América Latina no se rebelen o no expresen su malestar frente a lo explícito que es el deseo estadounidense de retornar a un sistema absolutamente hegemónico. UNASUR representaba un intento por parte de América del Sur de conformar un bloque con dos propósitos principales. El primero, impulsar una integración regional que pudiera tener políticas coherentes de desarrollo en ámbitos como salud, educación, infraestructura y comercio, pero también democracia, derechos humanos y seguridad hacia adentro, generar cierta homogeneidad en términos de legislación, de movilidad, de metas regionales, entre otras muchas cuestiones.
La segunda meta depende de la primera y era tratar de colocar a América del Sur como un bloque de países que se inserten en el sistema mundo dentro de la lógica cada vez más multipolar que estamos viendo. Tener una Unión de Naciones Suramericanas implicaba poder tener una relación con Estados Unidos y establecer una suerte de voluntad política colectiva frente a los grandes retos del mundo y frente a su relación con la mega potencia. Esto es fundamental porque las grandes potencias siempre han ejercido su dominio sobre ciertas regiones del mundo a través del “divide y reinarás”. La UNASUR, en ese sentido, era claramente una respuesta a la necesidad de unión, por eso se insistió tanto en el nombre: Unión de Naciones Suramericanas, porque es lo que más requiere la región.
Como si eso fuera poco UNASUR era aún más estratégica para Ecuador. Primero, porque es un socio pequeño y como tal necesita articularse en redes más grandes. Hay un tema de escala y los países más pequeños tienden a beneficiarse mucho de estos mecanismos de integración. Por supuesto tienen que articularse con otros pequeños porque también se pueden ver avasallados dentro de un mecanismo de integración, pero en general los más pequeños amplían su poder y su capacidad de negociación colectiva.
El segundo: Ecuador era sede de la secretaría general de la UNASUR y al denunciar el tratado renuncia a ser capital de Sudamérica. Así de sencillo. Quito se estaba volviendo la nueva Bruselas de América del Sur. Allí estaban las instituciones de la Secretaría General, es decir, las instituciones más vinculadas a lo que podría ser una rama ejecutiva de la UNASUR. Es una barbaridad. Trasciende lo ideológico.
Acá hay una falta de visión estratégica o, incluso, diría, un odio visceral por parte de esta nueva administración por lo que se hizo en los diez años anteriores, en la época de Rafael Correa. Se trata de borrar lo que se hizo, no por razón de Estado, sino por venganza, por odio, por pequeñez y mezquindad de pensamiento y UNASUR es un caso patente. Se trata de borrar de la memoria colectiva de nuestro pueblo la revolución ciudadana de la presidencia de Correa. Ellos mismos usan la palabra “descorreización” de las instituciones del Estado. Afortunadamente estamos viendo que no está funcionando.
-¿Cómo explica que seis de sus doce integrantes hayan decidido salirse?
-Es muy difícil explicarlo porque es totalmente lo contrario de lo estratégico, lo contrario de la visión histórica que se requiere. Diría que habla mucho de las élites nuestras. Las élites latinoamericanas para mí han sido uno de los mayores obstáculos del desarrollo de nuestra región. Son élites muy vinculadas al legado histórico de las materias primas, no han sido burguesías modernas vinculadas a la industria capitalista, a la necesidad de innovar, ser cada vez más productivos y competitivos. Son unas élites muy premodernas. Además, tienen una relación absolutamente subordinada con los Estados Unidos.
Y creo que se repite lo que sucede en el caso de Moreno: hay un rencor muy fuerte en contra de los gobiernos progresistas de la región. En Brasil, en Argentina, en Ecuador, quizá en menor medida en Paraguay, hasta en Chile, donde hubo quizá menor ruptura por parte de la izquierda. Vemos un rencor muy fuerte contra nuestros procesos progresistas que trataron de generar un contrato social que signifique reducir brechas y desigualdad. Lastimosamente no hemos logrado generar una suerte de pactos nacionales donde se pueda compartir la visión de desarrollo más allá de lo partidario.
Ni siquiera hemos logrado tener un acuerdo mínimo sobre el hecho de que nuestras sociedades necesitan mayores grados de igualdad, derechos. UNASUR es una consecuencia de aquello y es lamentable porque cuando hubo gobiernos de derecha se les respetó siempre se intentó que UNASUR no fuera un eje de integración demasiado ideológico. La UNASUR era un mecanismo de integración clásico, basado en homogeneidad geográfica, la idea era que pudiera trascender incluso los vaivenes, los cambios políticos, legítimos, fruto de la democracia. Ahora, cuando la mayoría de los países pasa a tener gobiernos conservadores, gobernados por las élites tradicionales de nuestra región no hay esa apertura.
-¿Es posible una reconstitución de la UNASUR?
Sí, es posible. Va a ser muy difícil. Va a depender esencialmente del futuro político de cada uno de los países miembros y de los países que ya no van a estar. Es importante tratar de frenar la salida de los seis países, que haya mucha insistencia por parte de nuestros pueblos y se pelee hasta el último momento. En algunos casos si es que no hay la fuerza parlamentaria pues se va a perder, pero se puede demorar.
Hay que dar la pelea política de esto. Ahora hay que denunciar el tratado constitutivo de la misma manera, es importante que no sea vía decretazo presidencial, sino que se pase vía legislativa y eso es una pelea importante porque no en todos los países va a ser tan fácil esa denuncia. Es importante también que no se salgan lo que quedan, y según lo que vaya a pasar en cada uno de los países, si es que hay cambios de signo político, yo sí veo que pudiera llegar a ser posible una reconstitución del bloque, pero obviamente es un golpe muy duro.
-¿Hay vínculos entre el pedido de detención del excanciller Ricardo Patiño y su posición respecto a la salida del país de la UNASUR?
-Sí hay vínculo entre todo, quienes estamos dando la pelea política en Ecuador somos sujetos de una persecución brutal. Ricardo es uno de los líderes más importantes del bloque político Revolución Ciudadana en el Ecuador.
Obviamente estorba. Han tratado de sacarlo, de impedirle que participe políticamente como lo han hecho con otros líderes, empezando por Rafael Correa, que está fuera del Ecuador porque se han inventado cargos y prisión preventiva contra él de forma absolutamente absurda, arbitraria. Yo no puedo establecer un vínculo directo con el tema UNASUR porque en realidad hay un pretexto en el caso de Ricardo. Lo están acusando por incitación por un discurso donde llamó a la resistencia combativa, pero en el que añadió: “Sin violencia alguna”, lo dijo de forma absolutamente pacífica.
Entonces, no es únicamente el vínculo con UNASUR, ellos encontraron cualquier pretexto. En general las posiciones de Ricardo frente a UNASUR, a Assange, frente al giro político del Ecuador, el acuerdo con el FMI, el cambio frente a la relación con Venezuela y con Estados Unidos, son las que finalmente le han derivado en esta persecución de la cual él y muchos otros compañeros son víctimas.