Guerras de interpretación en la Venezuela contemporánea: Laboratorio colectivo y disputa epistémica-política.

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Miguel Ángel Contreras Natera|

Indudablemente, desde finales del siglo pasado estamos inmersos en un laboratorio colectivo que desborda los trazados de fronteras de la política nacional en Venezuela. Esto se manifestó en el resquebrajamiento del enmarque westfaliano que difuminó las diferencias jurídico-políticas entre el adentro y el afuera otorgándole un nuevo sentido al horizonte conceptual de la soberanía nacional.

Obviamente, la coincidencia entre los cambios del centro de gravedad político con las políticas de la globalización neoliberal anunciaban acuciantes desafíos, confrontaciones en la definición de las políticas económicas y nuevos derroteros en la escena global. La centralidad política-cultural que tuvo el proceso político venezolano en los últimos años se entroncaba con una corriente histórico-social de transformación radical que tuvo en el 27 de febrero de 1989 su punto de inflexión. Pero, además, la potencia discursiva del presidente Hugo Chávez Frías con las concomitantes transformaciones en la subjetivación política redefinieron la agenda política del país y la región. La impronta venezolana entraba con potencia transformadora en las definiciones de las políticas alternativas regional y global.

El radical desplazamiento molecular construyó nuevos enunciados político-culturales deslizando hacia una perspectiva pos-neoliberal (con todas susatribuladas contradicciones) los horizontes políticos de la región. La muerte del presidente Chávez ha tenido entre sus consecuencias más inmediatas el fraccionamiento del campo de fuerza que sirvió de suplemento a la polarización política de los últimos años.Recientemente, en un contexto signado por el recrudecimiento de la crisis político-cultural que incluye una profunda crisis social y económica han sido publicados varios documentos firmados por intelectuales de las más variadas posiciones políticas sobre los acontecimientos del último año en Venezuela. Esta facticidad histórica de interpelación política acontece en un momento de sobre saturación mediática.

De modo tópico, quisiera iniciar citando una intervención del filósofo venezolano Juan Nuño en un Seminario sobre Las Américas en el Horizonte de Cambio en la Universidad Autónoma de México en el lejano febrero de 1992. Para él, “puede, sin exageración, hablarse de la existencia de una sobreinformación permanente a través de servicios continuos, en tiempo y en espacio, de sistemas mundiales como el de CNN (.…) El mundo, según Turner, es una infinita cadena de sucesos con el mismo valor (….)Y la cultura, según Turner, es ese estómago infinito, relleno de los mismos desechos noticiosos (….) El resultado final es que vivimos cada vez más aceleradamente en un mundo que, por aumentar los niveles contaminantes de la comunicación, está matando las formas pensantes de la reflexión cultural” (Nuño,1992:215 y 217).

Descubro sin demasiado sorpresa que las premisas centrales del debate sobre las comunicaciones no ha variado en sus configuraciones fundamentales desde esta clásica perspectiva. Particularmente, la toma de posiciones intelectuales sobre el acontecer en Venezuela, no han dejado de formar parte del  debate político-espiritual global acerca de las alternativas en el sistema histórico capitalista. Necesariamente construyen un espacio de posiciones que están lejos de las torres de marfil del criptobjetivismo deshistorizado del formato demoliberal. Este punto es central para establecer una relación respetuosa aunque desfetichizadade debate con los autores en cuestión. Es decir, descanonizar la autoridad clasificatoria de la intelectualidad firmante de los comunicados con su criptobjetivismo ordenador de la política en Venezuela.

En el campo de la ciencia se escenifican guerras de interpretación que se inscriben en una lucha por los conceptos adecuados. Luchas que acontecen en un campo de fuerzas transidos por la legitimidad autorizada que otorga la explicación/interpretación de una facticidad histórica. La correlación entre acontecimientos y procesos/explicaciones e interpretaciones se establece por la capacidad explicativa de presentar visiones comprehensivas que den cuenta de esta facticidad histórica. El debate sobre el proceso bolivariano, su influencia, perdurabilidad y alcance se encuentra en el centro del debate de las ciencias sociales latinoamericanas.

¿Porqué,? En términos taxativos, por las consecuencias prácticas en los imaginarios populares, por la redención implícita de emancipación humana y por las apremiantes preocupaciones del sistema global de circunscribir su  ascendencia fuera de las fronteras venezolanas. Al modo de ornamento razonable no podemos capitular en el ejercicio crítico y reflexivo de ese otro mundo posible. Las guerras interpretativas en este campo de fuerzas cobran especial sentido cuando se piensan desde el pensamiento crítico como una búsqueda conflictiva y nunca acabada del orden deseado. En palabras de Theodor Adorno, “dentro de la vida falsa no puede albergarse la vida justa” (Adorno,1975:40). Principalmente, en tanto “nada irreflexivamente banal, en cuanto impronta de la vida falsa, sigue siendo verdadero” (Adorno,2011:43). Esto significa que al pensamiento crítico le corresponde como propedéutica emancipatoria “ayudar a la sociedad –es decir, a la gente, a las personas que llamamos ordinarias o corrientes- a continuar conscientemente en ese estado de desequilibrio permanente cuya ausencia determinaría, en efecto, como vaticinan las peores profecías, que la dominación se apoderaría de todo” (Boltanski,2014:250).

El documento Mirar a Venezuela, más allá de la polarización suscrito por intelectuales de prestigiolocal, regional y global en uno de sus párrafos dice “el principal responsable de la situación en Venezuela –en tanto garante de los derechos fundamentales- es el Estado en manos de las actuales autoridades gubernamentales”. El punto central de la interrogación no es cuestionar su afirmación sobre la situación en Venezuela. Es por el contrario, mostrar la ausencia de reflexión crítica, solidaria y comprometida sobre el Estado realmente existente en Colombia, México y Honduras, entre otros Estados-nación donde se manifiestan con violencia histórica conflictos armados, falsos positivos, terror de Estado que ponen en cuestión las preocupaciones centrales de un documento centrado en una visión liberal y normativa de la democracia en la región.

Pero, sobre todo, a riesgo de generalizar tienden a sobre interpretar la experiencia venezolana en la misma medida que sub-interpretan la globalidad de los conflictos en la región. Obviamente, es una toma de partido que se disculpa de sus exclusiones éticas y heurísticas en la medida que dice “como intelectuales de izquierda, tampoco desconocemos la realidad geopolítica regional y global”. Esta realidad estructural, compleja y cambiante no precisa de circunstanciales tomas de partido sino del compromiso militante con la posibilidad de construir ese otro mundo posible. Principalmente, por las derivas autoritarias presentes en la América Latina con el surgimiento de formas paraestatales que anuncian las políticas de secesión instrumentalizadas en la región en los últimos años. El debate sobre el monopolio legítimo de la violencia cobra singular importancia en este contexto.

Inclusive, en la aclaratoria de su firma, un autor como Walter Mignolo, insiste en mostrar una tendencia global que expresa en un documento escrito en octubre de 2006 que asegura que “el fortalecimiento del Estado que estamos presenciando en todo el mundo (desde Vladimir Putin en Rusia a Mahmoud Amhadinejad en Irán, de Hugo Chávez a Evo Morales) es una respuesta a las amenazas del sector privado, como ha analizado Joseph Stiglitz en el caso del colapso de la Unión Soviética, y también el final dramático de los diez años de privatización en Argentina bajo Carlos Menem”.

El arco de circunstancia que engloban las experiencias inscritas en la lógica de los sospechosos habituales está lejos de contribuir con la crítica necesaria. El retorno de la fraseología liberal mimetizada en el principio de autoridad de Joseph Stiglitz selecciona, filtra y oculta el debate medular sobre el rol del Estado en las seculares tendencias del sistema histórico capitalista. Antes al contrario, los cambios observables apuntan a la configuración de un Nuevo espíritu del capitalismo utilizando la expresión de Luc Boltanski dominado por las grandes transnacionales. El intento de probar el rigor histórico, teórico y político del giro decolonial con la facticidad histórica de la región (en el caso que nos ocupa con Venezuela) encuentra su límite insalvable en las tomas de posiciones. Nos interpela, en su radicalidad constitutiva, aunque clausura las posibilidades de pensar nuevos horizontes interpretativos y emancipatorios sobre la región.

La crítica solidaria es necesaria, es urgente, es apremiante en cuanto el fraccionamiento del campo popular consecuencia de las políticas de secesión es un desafío acuciante. El debate sobre los destinos históricos de Venezuela como realidad político-cultural se encuentra en una encrucijada epocal en tanto  la subjetividad popular precisa romper con el tutelaje de su emancipación. Debemos evitar que los espíritus del pasado reaparezcan en la nueva escena global bajo un disfraz respetable y con un lenguaje prestado. Principalmente, porque los guardianes del orden utilizan un lenguaje que hipostasia la conflictiva representación del proceso venezolano y que solo precisa del exorcismo como disposición crítica.

Al presentar la escalada de violencia (en términos aristotélicos como generación espontánea) como efectuaciones multiformes de la sociedad venezolana establece una peligrosa homología entre las acciones históricas y la producción serializada. Y esto es vital, en tanto la ausencia de correspondencia entre realidad e imagen construye el acontecimiento fundantede los laboratorios de guerra. Los efectos calculados en la producción de la violencia social funcionan como un dispositivo de control anclado en una reminiscencia psicotécnica. Esto supone la presencia de intereses globales que atraviesan el campo de fuerzas político ( ) en toda su complejidad. En resumidas cuentas, el espacio de posiciones intelectual no deja de encontrar identidades con la sobre saturación mediática del consenso manufacturado global. Construyen un sujeto de paja contra el cual definen una ruptura decisiva.

Se inscriben, en una ficción organizadora, de interpretaciones heredadas en lo ya-dicho. “En el rastreo de las huellas de ese relato ininterrumpido, en la restauración en la superficie del texto de la realidad reprimida y enterrada de esa historia fundamental, es donde la doctrina de un inconsciente político encuentra su función y su necesidad” (Jameson,1989:17). Esta toma de posición no se inscribe en la pureza de las intenciones se sitúa en la necesidad de debatir sobre los conceptos adecuados en la disputa epistémico política que tiene a Venezuela en el centro de gravedad narrativo global.

Notas
1 A riesgo de parecer repetitivo incluyo dos trabajos que presentan el debate mediático sobre Venezuela. El primero Comunicación política, posverdad y guerra en https://www.aporrea.org/medios/a245894.html y el segundo La construcción democrática de la paz en Venezuela en https://www.aporrea.org/ideologia/a247103.html.