Guerra mediática contra los gobiernos progresistas

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Luis Britto García | 

Usaremos a plenitud los medios de que disponemos, articulando una estrecha cooperación y colaboración de los medios de servicio público con los alternativos y comunitarios.

I.-MONOPOLIOS MEDIÁTICOS

Los replican la concentración de capitales

Las guerras contemporáneas se libran entre potencias imperiales por la conquista de colonias y mercados, y entre potencias imperiales y países en vías de desarrollo para reducirlos a semicolonias. Los monopolios mediáticos se parecen a los financieros, industriales y comerciales como gotas de agua. Ambos luchan por expandirse, se concentran cada vez en menos manos, utilizan lo político como instrumento para incrementar el poder, facilitar la acumulación, incoar conflictos que expandan mercados y apropien recursos. Su objetivo es que el capital monopólico domine la infraestructura económica y los monopolios mediáticos controlen la superestructura cultural, que a su vez tiende a determinar la conducta del Estado y la sociedad. El más reciente informe de Oxfam señala que un 1% de la población del planeta posee más de la mitad de toda la riqueza de éste. Una situación similar ocurre en lo relativo a la propiedad de los medios de comunicación, concentrada en un quinteto de megamonopolios en un número quizá menor de manos. A concentración de medios, unificación de contenidos. En medio de su aparente diversidad, los medios monopólicos proponen la uniformidad de valores, de gustos, de actitudes, de ideologías económicas. En forma concomitante, ensalzan, imponen y defienden a los gobiernos que aceptan dicho cuadro, y satanizan y desestabilizan a cuanto movimiento o gobierno se oponga a él.

Los medios intentan asumir la dictadura política

En Venezuela, pero quizá no sólo aquí, los medios de comunicación privados han intentado imponer una verdadera dictadura: 1) Al deponer a las autoridades legítimamente electas mediante un golpe mediático y la falsa noticia de la renuncia de éstas. 2) Al arrogarse la competencia para deslegitimar las leyes sancionadas por la Asamblea Nacional. 3) Al atribuirse poderes para aceptar o rechazar sentencias del Poder Judicial. 4) Al presentarse como actores políticos, que sustituyen de hecho a los obsoletos partidos políticos. 5) Al pretender estar por encima de la Constitución y las leyes que rigen su comportamiento, y les atribuyen responsabilidad por los delitos de injuria, difamación, vilipendio, calumnia y difusión de falsedades dirigidas a suscitar el terror entre la sociedad.

Oligopolios mediáticos contra democracia

¿Son omnipotentes los monopolios mediáticos? Para 1999, cuando Chávez Frías asume el poder, su gobierno apenas cuenta como instrumentos comunicacionales con una Televisora nacional y una Radio Nacional, ambas de alcance muy limitado. La oposición, cuyo comando político es asumido por el gremio patronal Fedecámaras, cuenta con cerca de un centenar de televisoras, unos tres millares de radioemisoras y un centenar de periódicos. En su casi totalidad emprenden un ataque frontal contra el gobierno, salvo los diarios Últimas Noticias y Panorama, que presentan la información con un cierto grado de balance. Casi todos estos medios son acabados ejemplos de concentración oligopólica vertical y horizontal de la propiedad, y tienden a replicar los temas, campañas y puntos de vista de los grandes monopolios transnacionales de la comunicación, los cuales a su vez reciclan los contenidos e informaciones locales de los oligopolios venezolanos.

Guerra mediática y asalto a la constitucionalidad

Desde fines de 2001 el gremio patronal y su abrumadora concentración de medios, con apoyo económico, diplomático y logístico de Estados Unidos, declaran abiertamente la guerra al gobierno electo. Hacen masiva campaña contra 49 leyes con moderadas reformas que éste sanciona, llaman a sustituirlo mediante un gobierno “de transición”, prestan aclamatoria difusión a pronunciamientos de oficiales retirados que dicen representar a todo el ejército y estar dispuestos a derrocar a las autoridades legítimas. A principios de abril de 2002 los medios llaman a un paro que es en realidad un cierre patronal, convocan para el 11 una manifestación opositora hacia el Parque del Este que es desviada contra el Palacio de Miraflores, cortan la cadena mediante la cual el Presidente se dirige a la Nación, presentan imágenes de gente del pueblo que se defiende de francotiradores mintiendo que disparan contra una manifestación que no estaba allí, difunden un pronunciamiento militar contra el gobierno así como la falsa noticia de la renuncia del Presidente electo, silencian por la fuerza la Televisora Nacional y la Radio Nacional, aclaman la instauración de una dictadura que anula una Constitución sancionada por voto popular y ocultan la gran movilización social y la respuesta de los militares constitucionalistas que restituyen al Presidente legítimo al poder el 13 de abril. Los monopolios económicos contaban con la casi totalidad de los medios en prensa, radio y televisión; el pueblo, apenas con comunicación boca a boca, teléfonos, celulares. La omnipotencia mediática no es omnipotencia cultural ni política.

Cierre patronal y sabotaje petrolero

Restituido al poder, el presidente electo no adopta sanciones contra golpistas ni contra medios. Éstos no tardan en poner en marcha un operativo idéntico: para comienzos de diciembre de 2002 convocan otro cierre patronal, esta vez acompañado de un sabotaje contra la industria petrolera ejecutado por su Nómina Mayor privatizadora, y de una experiencia audiovisual jamás vivida en el mundo contemporáneo. Durante más de dos meses casi todos los medios privados se encadenan en una perpetua y saturativa campaña de llamados al derrocamiento por la fuerza del gobierno electo, sustituyen publicidad por mensajes desestabilizadores e información por falsedad. El gobierno legítimo no suspende garantías constitucionales ni declara estado de excepción, apenas responde con una televisora y una radio que no cubren todo el territorio nacional, y sin embargo sobrevive.

Impotencia de la Omnipotencia mediática

En realidad en ninguno de los eventos decisivos de la vida venezolana en los últimos años han impuesto su voluntad los monopolios mediáticos. No detuvieron la sublevación social masiva del 27 de febrero de 1989 contra el Fondo Monetario Internacional. No sofocaron la simpatía popular hacia la rebelión militar bolivariana del 4 de febrero de 1992. No restauraron la fe del pueblo hacia los partidos del status, lo cual determinó el virtual desalojo de éstos de los procesos electorales desde 1993. No derrotaron la candidatura de Chávez en las elecciones de 1998. A pesar de que pactaron el apoyo al dictador Carmona, no evitaron la caída de éste ni el regreso del Presidente electo en unas 37 horas. Tras emplearse a fondo en el apoyo al cierre patronal y al sabotaje petrolero de 2002 y 2003, y en el desconocimiento del árbitro electoral en 2004, tampoco se salieron con la suya. Menos pudieron inducir la derrota del movimiento bolivariano en el referendo de agosto de 2004, ni impedir su clamoroso triunfo en las elecciones regionales del mismo año. Sólo vencieron al lograr mediante una campaña fundada en el terror que se perdiera en 2007 por unos 50.000 votos el referendo convocado para una compleja reforma constitucional, pero otro referendo aprueba la reelección indefinida del Presidente. No pudieron evitar la reelección de Chávez en 2012; fallecido éste, no impidieron la elección de su anterior vicepresidente Nicolás Maduro en 2013, ni la aplastante victoria del bolivarianismo con más de 11 puntos de ventaja en las elecciones regionales de ese año. El proyecto bolivariano en poco más de tres lustros es relegitimado en 19 consultas electorales, todas vigiladas por centenares de observadores internacionales, ninguna objetada por ellos, mientras la gigantesca ofensiva patronal, mediática y golpista a la postre se desploma por sí misma, como un ídolo con pies de barro que no pueden asentarse en el compacto rechazo popular. Ante este fracaso, la oligarquía recurre a una Guerra Económica contra la cual todavía no se han articulado respuestas eficaces.

II.-MONOPOLIOS MEDIÁTICOS Y GUERRAS MEDIÁTICAS

Venezuela demuestra que se puede resistir la agresión mediática de una oposición golpista y violenta sin apartarse un ápice de la legalidad. Para ello se ha de contraatacar en cuatro frentes:

1) Creación de medios de servicio público, alternativos, libres y comunitarios

El gobierno democrático a partir de 2003 crea los canales Vive, de documentales comunitarios; Telesur, dirigido a la audiencia latinoamericana continental; Asamblea Nacional, sobre debates parlamentarios; Ávila TV, juvenil y contestatario; Tves, de entretenimiento; FANB, de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana, y Conciencia, dedicado a la divulgación científica. Además, repotencia Venezolana de Televisión y Radio Nacional, y adquiere el circuito de radio YVKE Mundial. Surgen centenares de pequeñas radios comunitarias, unidas en la Asociación Nacional de Medios Comunitarios, Libres y Alternativos. Desde 2003 los comunistas editan Diario Vea, y desde 2009 el proceso bolivariano imprime los diarios Correo del Orinoco, y Ciudad CCS. Centenares de pequeñas publicaciones alternativas aparecen y desaparecen.

2) Normas regulatorias

En diciembre de 2005, tras enconada oposición, la Asamblea Nacional sanciona la Ley de Responsabilidad Social en Radio y Televisión (Resorte). Ésta desarrolla las normas constitucionales que exigen veracidad, oportunidad y pluralidad en la información, limita el tiempo de publicidad, establece porcentajes de producción nacional, extiende su alcance a la televisión por suscripción. Este triunfo es anulado porque ni los medios cumplen sus normas, ni la Comisión Nacional de Telecomunicaciones las hace cumplir.

3) Manejo soberano de las concesiones

En 2007 caducaron la mayoría de las concesiones para el uso del espacio radioeléctrico, que otorgó la potestad soberana de la Nación en mayo de 1987 por 20 años. El gobierno las renovó todas por cinco años, salvo la concedida a Radio Caracas Televisión, que por sí sola cubría más de la mitad de la factura publicitaria de la industria, y que con Venevisión integró un cartel para evitar el surgimiento de nuevas televisoras y arruinarlas cobrando menores tarifas a quienes se comprometieran a no anunciar en ellas. Mientras el directivo de RCTV, Marcel Granier imploraba a los gobiernos europeos la intervención en Venezuela e incitaba a que los medios llamaran una vez más a la sublevación en el país, el 11 de julio de 2007 el propietario de uno de los grupos multinacionales de comunicación más importantes de América, Diego Cisneros, divulga por los medios una rectificación donde afirma que “muchos en el gobierno y en la oposición creen que un canal de televisión puede ser protagonista del juego político. Pero esa no es la misión de la televisión (…) Los canales, repito, no pueden parcializarse en el conflicto nacional y ni siquiera pueden pretender sustituir a los partidos políticos, si no quieren empeorar el conflicto. Eso es lo que ha pasado en Venezuela” (El Nacional, 12-7-2007, p.4). RCTV pudo continuar transmitiendo en televisión por suscripción, pero ello mermó considerablemente su audiencia. En marzo de 2010 se negó a cumplir con los requisitos necesarios para transmitir por señal de suscripción, por lo que dejó de emitir señal.

4) Educación del público

En cuanto a la educación del público en la decodificación de los mensajes mediáticos, se han adoptado pocas iniciativas sistemáticas. El brillante programa de análisis de los medios difundido en VTV desde 2004, “La Hojilla”, a cargo de Mario Silva, ejerce una pedagógica crítica cotidiana, no exenta de pasión ni de humor. “El Quiosco Veraz”, de Earle Herrera, y “Como ustedes pueden ver” de Roberto Hernández Montoya y Roberto Malaver, cumplen idéntica función. En el Instituto de Estudios Avanzados (IDEA) he dictado cursos de maestría sobre los medios como actores políticos. El Ministerio del Poder Popular para la Comunicación y la Información ha editado libros y convocado Foros sobre el tema. El amplísimo alcance del mensaje mediático haría posible una acción pedagógica general, que no sólo involucre a todos los medios, sino al sistema educativo en estrecha conexión con ellos.

Auge y caída del Cuarto Poder

Pero el factor decisivo en esta larga confrontación fue que a lo largo de más de una década, los monopolios mediáticos perdieron progresivamente la confianza del público, aunque no las ilusiones de suplantar de manera inmediata al Estado. Los grandes diarios opositores bajaron su circulación del centenar de miles de ejemplares a promedios cercanos o inferiores a los cincuenta mil y enfrentan duras crisis económicas. Mientras tanto, los periódicos más equilibrados, Últimas Noticias y Panorama, sobrepasaron tirajes de trescientos mil ejemplares. Tras su carta de 2007 en la cual señaló que el papel de los medios como actores políticos no contribuía a la paz en el país, el magnate de los medios Diego Cisneros moderó parcialmente la agresividad del canal Venevisión. En 2010 el canal opositor más enconado, Globovisión retiró de la dirección de la planta al más frenético opositor, Federico Alberto Ravell. Estos cambios no eliminan la prédica del plan de tomar por asalto el Estado: la hacen menos violenta, persistente y obvia. No hay que olvidar nunca que la guerra mediática es el preámbulo de la guerra estratégica: del cierre patronal, el sabotaje petrolero y el golpe de Estado en Venezuela; de la agresión militar abierta, en otros países, y quizá en el nuestro también. Medios alternativos, libres y comunitarios, normas regulatorias, manejo de las concesiones y educación sobre los medios permiten defenderse de la campaña mediática, no del cuartelazo ni de la invasión.

Control social de los medios

¿Puede haber democracia cuando los medios de comunicación pertenecen a una minoría antidemocrática? ¿Puede haber socialismo si los aparatos comunicacionales son capitalistas? Mientras los medios de producción material estén en manos de minorías, éstas a su vez controlarán los medios de producción intelectual y los harán servir para sus exclusivos intereses. Esta situación fue ejemplificada en Cuba. Desde el momento en que se declaró la Revolución Socialista, al mismo tiempo que se asumió la propiedad social de los medios de producción material, se asumió la de los medios de producción ideológica. Los propietarios de las grandes redes de comunicación en su mayoría abandonaron la isla, confiando en que una pronta intervención estadounidense les devolvería su monopolio. El acoso mediático prosiguió desde el exterior, con la creación de radioemisoras y televisoras anticubanas, pero no pudo operar en el orden interno. Tocó a los cubanos el difícil cometido de crear con limitados medios, una comunicación alternativa digna y eficiente.

Medios capitalistas en procesos progresistas

Distinta ha sido la situación en el resto de América Latina y el Caribe. Los movimientos de izquierda en la región, y los gobiernos de avanzada en Venezuela, Ecuador, Honduras, Paraguay, Brasil y Argentina han sido sometidos a incesantes y prolongadas guerras comunicacionales de desgaste para minar el apoyo popular, legitimar el atentado violento o el golpe de Estado parlamentario o propiciar la derrota electoral. ¿Podríamos pensar en la perduración de los capitalismos, si los medios de comunicación de éstos estuvieran en manos socialistas? Una de las primeras medidas de Macri fue la clausura de la sede de Telesur en Argentina. Al igual que con los monopolios económicos y financieros, la victoria sobre los monopolios mediáticos sólo advendrá cuando los trabajadores asuman la propiedad social sobre los medios de producción material e intelectual y los pongan a su servicio. Cualquier otro triunfo es apenas una escaramuza.

Un decálogo para los medios revolucionarios

Pero la agenda comunicacional de los gobiernos progresistas no se limita a eliminar o neutralizar el aparato mediático capitalista. Es necesario, no sólo crear medios propios con capacidad para cubrir sus respectivos ámbitos, sino además hacerlos vehículos de un mensaje distintivo con potencial para convencer. Para ello van algunas sugerencias:

1.-Revolución es innovación: un medio revolucionario innova en el fondo y en la forma.

2.-La comunicación revolucionaria es el sistema educativo de toda la sociedad.

3.-No nos haremos eco en los medios revolucionarios de calumnias y mentiras de la derecha, ni prestaremos relieve o resonancia a figuras insignificantes de los adversarios polemizando con ellas o mencionándolas en forma saturativa.

4.- No inhabilitaremos sistemáticamente a nuestros mejores comunicadores.

5.-Un sistema de comunicación revolucionaria debe ser fuente continua de datos concretos, objetivos, oportunos y actualizados sobre la realidad.

6.-No copiaremos los peores rasgos de los medios de comunicación de la ultraderecha, tales como: la interrupción repetida, la cuña machacona y sin imaginación, el aumento de volumen del audio al pasar propaganda, el autosabotaje de llenar la pantalla de logos, letreros, cintillos, ventanas y ventanillas que impiden saber qué se está transmitiendo, la interrupción de la interrupción de la interrupción. No se puede transmitir un mensaje distinto del de los medios comerciales utilizando sus mismos códigos.

7.-No dejaremos que la programación sea saboteada por una competencia de figurones pugnando por aparecer asomados interrumpiendo los programas de mayor audiencia.

8.-No imitaremos a la derecha en la creencia de que la figuración mediática sustituye al trabajo político.

9.-Comunicación revolucionaria debe ser sinónimo de excelencia, y utilizar a fondo la inagotable dotación de talentos de la izquierda.

10. -Usaremos a plenitud los medios de que disponemos, articulando una estrecha cooperación y colaboración de los medios de servicio público con los alternativos y comunitarios.