Gran sarao de los matavotos
LUIS BRITTO GARCÍA | En la Quinta La Esmeralda se celebró el sábado uno de los más sonados saraos de los fastos citadinos. Desde temprano se agolparon apretadas caravanas de camionetones con nutridas comitivas de seguridad, protocolo y relaciones públicas de Dientes Rotos, Reputaciones Consagradas y Nulidades Engreídas sin ideología, trayectoria ni obra.Ante las puertas competían en dar declaraciones los llamados ciruelas, rojo rojitos por fuera y amarillos por dentro, todos ostentosos, todos con prendas y accesorios de marca, todos empeñados en producir eventos en lugar de resultados.
Primeros en entrar fueron los delegados de Conatel, fatigados por más de una década de inactividad dejando impunes violaciones de la Ley Resorte y la Ley de Telecomunicaciones hasta obtener una televisión acribillada de interrupciones e inserciones no apta para consumo humano.
Competían reñidamente con ellos algunos comunicadores del sistema de medios públicos, afanados en contaminar sus mensajes remedando todos los defectos de los medios privados y manteniendo en vigencia por mención saturativa a momias y cadáveres insepultos opositores.
Irrumpieron en la sala las delegaciones de los reincidentes en exigir la renovación periódica del RIF, del certificado de Sencamer y de infinitos otros papeluchos inútiles diseñados para amargarle la vida al ciudadano.
Tras ellos entraron triunfalmente los matavotos electrónicos, culpables de exigir para todo trámite un formulario digital en una pantalla que nunca abre con un programa que no funciona, divididos entre la informática reposera, que sólo opera en horas laborales, y la informática peatonal, que exige que las víctimas deban completar el trámite a pie.
Cerraban el cortejo el Inventor de Requisitos, maquinando nuevos trámites para imposibilitarle al ciudadano el disfrute de sus derechos, y una cohorte de comisionistas, traficantes de influencias y gestores al grito de: “¡Siembra trámites, cosecharás corrupción!”.
A la zaga se atropellaban las huestes que cortan a los ciudadanos los servicios públicos que ya han pagado.
En la culminación de la noche, resonaron atronadores aplausos para los autores del otorgamiento sin respaldo de 25.000 millones de dólares por el Sitme, y clamorosos brindis para quienes omitieron todo control sobre el motivo y destino de las entregas de divisas. Ninguno amenazó con renunciar.
Una merecida fanfarria celebró la entrada de quienes adoptaron la sabia decisión de devaluar pocas semanas antes de las elecciones.
Cerradas ovaciones acogieron la entrada de los funcionarios de Indepabis y de Sundecop que no sancionaron ni pusieron a las sistemáticas alzas injustificadas de precios, acaparamientos, desabastecimientos estratégicos y especulaciones de distribuidores de alimentos y bienes de primera necesidad.
Los claros clarines saludaron la incontrolada infiltración de paracos que instalan alcabala, cobran vacuna y manejan el sicariato y el contrabando de extracción de gasolina y alimentos subsidiados.
Menudearon libaciones con el capitoso licor de la epopeya agradeciendo a quienes nada habían hecho contra los matavotos, y deseando que tampoco nada hicieran en el porvenir.
Al sonar las campanas de la medianoche, culminó la velada con un apagón confeccionado por sabotaje de los matavotos eléctricos y los grandes empresarios que roban la electricidad que a los ciudadanos les falta.
En la tiniebla, un opositor expresó su agradecimiento por la impresionante resta de votos lograda contra el gobierno en el cual trabajan, y anunció que, de tomar el poder, la oposición privatizará los entes que los emplean y despedirá dos millones de servidores públicos para enchufar a sus propios matavotos.
Desdichado pájaro que ensucia su nido; triste político el que mata los votos que lo eligen.