Gaza: Tregua sí, amnesia no

Exigen que Israel respete derechos básicos y que no se olviden los crímenes que cometió

(Xinhua/Abdul Rahman Salama)

Sergio Ferrari

A inicios de 2024, justo un año antes de la tregua que impera desde el 19 de enero, la Corte Internacional de Justicia, principal órgano judicial del sistema de Naciones Unidas, dictó medidas provisionales exigiéndole a Israel que garantice los derechos humanos esenciales de la población de la Franja.

Luego de doce meses, hasta el reciente alto al fuego y a pesar de esa clara directiva legal, Israel no había implementado acciones significativas para resolver las condiciones inhumanas que imperan en Gaza; por el contrario, lanzó ataques militares en gran escala, lo que ha provocado un agravamiento mayor de la crisis. Esta es la principal conclusión de 26 organizaciones humanitarias que tienen presencia directa en Palestina o que sostienen proyectos en esa región.

Edificios destruidos en el campamento de refugiados de Jabalia, en el norte de la Franja de Gaza. (Xinhua/Abdul Rahman Salama) 

En su informe conjunto publicado recientemente con el título El costo de la inacción e impunidad, Franja de Gaza, enero 2024 – enero 2025, dichas organizaciones sostienen que la ofensiva israelí ha dejado un saldo trágico con miles de civiles muertos, la destrucción de infraestructuras vitales y la utilización “potencial” del hambre como arma de guerra. Lo cual ha provocado un sufrimiento sin precedentes a los habitantes de la Franja y el resto de la población de los territorios ocupados. Diversas fuentes estiman en más de 47.000 personas muertas y decenas de miles heridas desde el 7 de octubre de 2023 hasta la fecha, número que, en realidad, podría ser mucho mayor. Contabilizan, también, más de 330 funcionarios o trabajadores humanitarios muertos durante igual periodo. 

Tregua esperanzadora

Las organizaciones firmantes, entre las cuales se cuentan Oxfam, Terre des Hommes, Médico Internacional, Médicos del Mundo y ActionAid, así como otras de diferentes iglesias y dedicadas al bienestar de la niñez, subrayan el impacto positivo que está teniendo la frágil pausa de las hostilidades que comenzó el 19 de enero pasado.

Por ejemplo, el hecho de que en los primeros seis días de la tregua hayan ingresado a la Franja 4.200 camiones con ayuda humanitaria, tal vez el número más alto desde el inicio de las hostilidades. Y consideran que es esencial que esta pausa conduzca a un acuerdo permanente que allane “el camino para abordar las causas profundas de una crisis de derechos y protección que dura décadas”. Hasta inicios de febrero, según fuentes de Naciones Unidas, entraron a la Franja 10.000 camiones con ayuda humanitaria.

Sin embargo, y en honor a la memoria histórica, las 26 ONG puntualizan que esta pausa militar no borra las atrocidades cometidas durante el último año, violatorias de las decisiones de la Corte Internacional de Justicia. Y que tampoco absuelve a aquellos estados miembros de Naciones Unidas que, a pesar de sus obligaciones jurídicas en virtud de las Convenciones de Ginebra (1864,1906,1929 y 1949), así como la Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio (1948), continuaron proporcionando armas, inteligencia, asistencia militar y apoyo a Israel en lugar de denunciar sus violaciones e impedirlas. La manera como han procedido, argumenta el Informe, los convierte potencialmente en cómplices de esta catástrofe humanitaria en curso.

Edificio destruido en el campamento de refugiados de Jabalia, en el norte de la Franja de Gaza. (Xinhua/Abdul Rahman Salama) 

Estas mismas organizaciones humanitarias consideran que, aunque este “alto el fuego es un paso fundamental, no aborda la ocupación sistémica, el asedio y la negación de los derechos del pueblo palestino”. “Lo que los palestinos necesitan”, señalan enfáticamente, “es justicia, libertad y dignidad, objetivos que deben seguir siendo fundamentales a la hora de exigir responsabilidades y buscar soluciones duraderas a esta crisis”. 

Pincelazos de un pasado desolador

Según la Oficina para la Coordinación de Asuntos Humanitarios de las Naciones Unidas (OCHA), aproximadamente 1.600.000 personas viven en refugios improvisados en la Franja de Gaza y miles de familias desplazadas se alojan en tiendas de campaña a lo largo de la costa en el suroeste de esa región, donde inundaciones debidas a las altas mareas agravan su situación, de por sí precaria.

En septiembre de 2024, el Comité Noruego para los Refugiados (CNR) –otro de los firmantes del informe— advirtió que un millón de palestinos muy pronto habrían de necesitar ayuda para protegerse del invierno. Dos meses después, el Grupo Sectorial de Refugio estimó que al menos 945.000 personas seguían necesitando ayuda urgente para enfrentar la inclemencia invernal, como ropa térmica y mantas y también lonas para proteger los refugios de la lluvia y el frío. Consecuencia de dichas carencias, por lo menos siete recién nacidos y un trabajador médico murieron de hipotermia en tiendas de campaña en el centro y el sur de Gaza.

También en diciembre, 15 organizaciones humanitarias, entre ellas NRC, CARE, ActionAid y Oxfam, informaron que el 83% de la ayuda alimentaria necesaria no estaba llegando a la Franja de Gaza y que, en consecuencia, los gazatíes pasaron de dos comidas al día a sólo una cada dos días. En noviembre, la Clasificación Integrada de la Fase de Seguridad Alimentaria, herramienta usada para medir la gravedad de una situación de seguridad alimentaria, emitió una alerta urgente para advertir que 1,8 millones de personas corrían el riesgo de hambruna extrema. En julio de 2024, Oxfam informó que desde octubre de 2023 los gazatíes solamente disponían de 4,74 litros de agua por persona por día para todas sus necesidades (bebida, cocina y aseo): un 94% menos que hasta esa fecha, y menos de un tercio de la norma mínima aceptada internacionalmente para la supervivencia básica en situaciones de emergencia.

Desplazados vuelven al norte de la Franja de Gaza. (Xinhua/Abdul Rahman Salama)

En cuanto a la atención médica, la Organización Mundial de la Salud estima que, de las 111.000 personas heridas, más de 22.000 han sufrido lesiones que las obligan a cambios esenciales en su forma de vida. Sin embargo, muchas de ellas carecen de servicios de rehabilitación y dispositivos de asistencia inmediatos y a largo plazo. De ese total, una media diaria de 15 niños y niñas padeció discapacidades como resultado de armas explosivas: lesiones muy graves de brazos y piernas y severos traumas auditivos que los marcarán por el resto de sus vidas.

Debido al colapso del sistema de salud, agua y saneamiento; la escasez de medicamentos y las condiciones inhumanas de supervivencia, se propagaron enfermedades transmisibles como infecciones de la piel, el tracto respiratorio y el sistema reproductivo, además de diarrea. Por otra parte, la destrucción masiva de hospitales y centros de asistencia sanitaria repercute con una atención médica muy limitada para pacientes con enfermedades crónicas, incluidos 10.000 enfermos de cáncer. Ya en septiembre de 2024 se había agotado el 70% de los medicamentos y el 83% de los suministros sanitarios, lo que obligó a los hospitales y centros de salud todavía en pie a suspender operaciones de corazón, cateterismos cardíacos y prótesis articulares, entre muchos otros servicios de primer orden.

El impacto psicológico en los residentes de la Franja es inconmensurable. En un estudio de evaluación de las necesidades de niños con discapacidades, heridos y separados (sin acompañamiento adulto), el Centro de Formación Comunitaria y Gestión de Crisis, otro de los firmantes del Informe, concluyó que el 96% de esos niños y niñas sienten que la muerte es inminente. La escala y la gravedad del daño infligido a la niñez gazatí no sólo pone en peligro muchísimas vidas individuales; también amenaza el tejido mismo de la sociedad palestina para las generaciones venideras.

Futuro siempre incierto
Ayuda humanitaria en el paso de Rafah, en Egipto. (Xinhua/Ahmed Gomaa) 

La tregua que Israel y Hamas acordaron el 15 de enero, y que entró en vigor cuatro días más tarde, es el inicio de un proceso en tres fases. Durante la primera, de seis semanas de duración, Hamás liberará a 33 de los rehenes que secuestró el 7 de octubre de 2023; por su parte, Israel liberará a centenares de presos políticos palestinos. Además, se reabrirá la frontera a la ayuda humanitaria y el retorno de miles de gazatíes al norte de la Franja. Estos acuerdos están en frágil proceso de cumplimiento.

Durante la segunda fase, a partir de la primera quincena de febrero, ambas partes buscarán definir un final permanente a la guerra. La tercera fase consiste en la reconstrucción de Gaza. Tales son los ejes principales de este acuerdo negociado con la mediación de Qatar, Egipto y Estados Unidos.

El futuro de estos territorios y del cumplimiento de los acuerdos, sin embargo, es profundamente incierto. Dicha incertidumbre ha dado lugar a propuestas de todo tipo, algunas de ellas sumamente problemáticas. Por ejemplo, la que el nuevo Presidente estadounidense formuló apenas horas después de su asunción: que los gazatíes sean reubicados en Jordania y Egipto. Propuesta tipo balón de prueba, pero sin eco positivo alguno y motivadora de fuertes críticas de parte de los palestinos y ciertos países árabes.

Sin embargo, el 4 de febrero, durante el encuentro en Washington con su par israelí, Donald Trump dio un paso más en su ofensiva retórica. Anticipó que Estados Unidos asumirá el control a largo plazo de la Franja, reiteró su propuesta de reubicar al pueblo palestino de Gaza en otros países de la región y anunció que la reconstruirá para convertirla en la “Riviera del Medio Oriente”. La comunidad internacional expresó su rechazo categórico a esta propuesta, desde los palestinos y los países árabes, hasta la Unión Europea y las Naciones Unidas, pasando, entre otros, por Rusia, China, Gran Bretaña y Alemania.

Una niña palestina en una tienda de campaña en el estadio Al-Yarmouk, en la Ciudad de Gaza. (Xinhua/Rizek Abdeljawad) 

A la fragilidad de la tregua y la dramática situación de los gazatíes se le suma, además, en estas últimas horas un factor que podría tener consecuencias inconmensurables: la entrada en vigencia de dos leyes promulgadas en octubre pasado por el Gobierno israelí que prohíben toda actividad de la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina (UNRWA) en el Estado de Israel (y en Jerusalén del Este).

Si bien esas leyes no impiden la continuidad de UNRWA en Cisjordania y Gaza, de hecho, le impiden cualquier forma de “contacto” y coordinación con las autoridades israelíes. Esta coordinación es esencial, especialmente en lo que respecta al tránsito y distribución de la ayuda humanitaria. Fundada en 1949, UNRWA es desde entonces la principal agencia de ayuda y protección para millones de refugiados palestinos. Además, el principal canal para la cooperación internacional en esa misma dirección y, por lo tanto, garantía y reaseguro cotidianos de alimentación, salud, educación y asistencia social para millones de personas en una situación tan dramática como incierta.

A pesar de la tregua, se multiplicaron en las últimas horas densos nubarrones políticos con respecto a Medio Oriente. La amnesia pretende imponerse. No solo sobre lo que la población palestina vivió estos últimos 16 meses. Sino también sobre el concepto hasta ahora predominante en la comunidad internacional y reconocido por Naciones Unidas de la solución al conflicto sobre la base de reconocer dos Estados. Según la Casa Blanca, lo que debería existir en el futuro es un solo Estado, el de Israel, y una inmensa playa en la Franja, sin palestinos, para que disfrute el turismo internacional e cinco estrellas.

*Periodista, investigador y analista argentino, radicado en Suiza. Colaborador del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE)