Fiscalización, euforia inmediata y reacción en camino

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Marco Teruggi | 

La gente escucha los anuncios de Maduro como antes hacía con los de Chávez, dice un compañero en Sarare, estado Lara. Se pasa frente a las casas y ahí están los televisores prendidos cuando habla el presidente, a la espera de nuevas medidas económicas que se amplían casi a diario. En las calles del pueblo se han puesto en marcha iniciativas para fiscalizar, muchos quieren participar, como si se hubiera esperado por este momento durante demasiado tiempo.

Lo mismo sucede en La Pedrera, estado Táchira, donde los operativos fiscalizadores conjuntos se han dado uno tras otro: la alcaldía, las instituciones, los consejos comunales, las comunas, los Clap, el chavismo. Han registrado comercios, encontrado irregularidades, decomisado 36 toneladas de alimentos, vendido a precio justo en jornadas organizadas por consejos comunales. La gente protagoniza, tiene una lista de precios, reglas del juego marcadas, actúa, quiere hacerlo.

Las imágenes se multiplican por el país, Caracas, Mérida, Bolívar, caravanas a pie, en moto, denuncias, fiscalizaciones, pulseada con los comerciantes, colas de varias horas en un supermercado de Barinas para comprar medio kilo de café que antes era más que un sueldo mínimo, alcaldes como el de Boconoito, estado Portuguesa, que comenzó a fiscalizar con veinte personas y terminó rodeado de mil. Como un pez que recupera agua luego de una asfixia creciente y pelea.

La pelota pasó para el otro lado, la culpa es ahora para muchos -¿la mayoría?- de los comerciantes, los transportistas, los especuladores. Es una victoria en la disputa de sentidos. La derecha a través de sus medios y portavoces intenta invertir, poner en víctimas a empresarios, bodegueros, repite que los costos no dan, por los nuevos salarios y los precios acordados. Buscan devolver la pelota que luego de mucho tiempo está en su campo. El gobierno tomó la iniciativa, son los primeros rounds de unos asaltos que serán violentos.

Las respuestas ante el avance son las esperadas: intentos de elevar los precios, cerrar santamarías, esconder mercancías a la luz del día, acostumbrados a la impunidad. Los principales miedos económicos en la sociedad, luego de varios años de guerra, son el desabastecimiento y la hiperinflación. Traumas causados como parte de un plan, que pueden ser utilizados como extorsión: que haya aunque sea caro, pero que haya. Los diseñadores del escenario de guerra y los comerciantes lo saben, comienzan a activarlos.

El nuevo escenario genera reacomodos, gente que tenía valijas listas para irse y decide esperar al ver la evolución económica, bachaqueros que rebajan precios de la comida en San Cristóbal para hacerse de billetes y venderlos en Cúcuta, medición del dólar Dicom y el paralelo para saber cómo acciona el principal marcador hiperinflacionario. Existen expectativas económicas luego de varios años, unos días/semanas de tregua, de ilusionarse.

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La pregunta principal es: ¿durará? Resulta difícil un pronóstico certero. Por el cuadro en el cual se desarrolla la iniciativa: quienes buscan arrancar al gobierno y arrasar el proceso saben que en el desgaste económico está una de sus principales variables de acumulación para generar acontecimientos de desenlace. Harán todo lo posible para evitar una estabilización. Son actores con poder de fuego económico internacional, nacional, y ejercicio de bloqueo, acaparamiento y colapso económico: golpearán más fuerte.

A su vez por la cantidad de elementos en juego, el reordenamiento de piezas centrales de la economía que deben actuar en simultáneo, y por el mismo ejercicio de recuperar gobierno luego de llegar a la ausencia de autoridad en zonas de la vida económica.

Las razones sobre las cuales se fundamentan los pronósticos favorables parecen ser, siguiendo los anuncios, varias. La derogación de la ley de ilícitos cambiarios con sus consecuentes 300 casas de cambio, junto con los incentivos para atraer capitales como quita de impuestos para importaciones de bienes de capital, materias primas, insumos, agroinsumos, repuestos. Ambas medidas deberían crear un escenario propicio a la llegada de capitales para la inversión productiva –como por ejemplo en Pdvsa para lo cual ya se han realizado acuerdos.

Los capitales privados, nacionales, internacionales -entre los cuales las remesas- deberían abastecer al mercado del dólar, ya que el Estado no lo hará a través de subastas. ¿El privado tiene la capacidad y voluntad económica/política para abastecer la demanda de divisas? En caso de no tenerla, cómo evitar la nueva expansión del dólar paralelo que tiene elementos políticos y económicos, y efectos arrasadores sobre los precios -usado como mentira para aumentar o con bases de verdad de costos, su impacto es real-. Esa duda rodea uno de los elementos medulares del plan. Tal vez sea desde alianzas internacionales que se puedan aportar los dólares necesarios ante una demanda que es a su vez insaciable.

El factor petro podría cumplir un efecto de acorralamiento del paralelo en caso de ser vendido en bolívares y ser a su vez una criptomoneda con la cual realizar transacciones internacionales. El gobierno ha anunciado que podrá ser comprado mediante el monedero del carnet de la patria como forma de ahorro -como el oro-, no para ser libremente convertido. Diferentes declaraciones indican que luego sí lo será. Los anuncios se amplían casi a diario, el petro todavía está en proceso, tanto a nivel nacional como internacional.

Mientras esas variables se desarrollan el paralelo presiona sobre la viabilidad de las medidas que, según los anuncios, cuentan con acuerdos importantes grandes empresas de la alimentación y ahora también de productos de higiene. De ese entendimiento proviene la lista de los precios acordados que debería ampliarse. Para garantizarla el gobierno suministrará las materias primas para la producción de los alimentos –los dólares del Estado les llegan ahora por otra vía-. De esos acuerdos vendría la estabilidad de precios, unida a otras medidas como el pago de nómina durante los tres primeros meses a la pequeña y mediana empresa.

¿Se puede sostener un acuerdo con quiénes han sido partes centrales de los desabastecimientos y otras formas de ataques a la economía? Las semanas dirán, dependerá, entre otras cosas, de la capacidad de gobierno, los beneficios que alcanzarán -nunca pierden-, la disposición a estabilizar económicamente que es a su vez una estabilización política, la presión de la gente en el cotidiano.

Son muchos puntos en desarrollo simultáneo. Varios elementos más pueden socavar su viabilidad: la lógica especulativa de hiperganancia desatada en cada sector de la economía, la devaluación de 2900%, la dificultad de la institucionalidad en su ejercicio de gobierno unida a corrupciones arraigadas en puntos claves, la fiscalización en algunos productos mientras los otros son desbordados en sus aumentos de precios.

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Esta batalla es vital en el actual momento. Como lo fue la Asamblea Nacional Constituyente. Es imprescindible recuperar aire, frenar la caída, y desde ahí proyectar hacia adelante. Sin esa estabilización de las variables resulta casi inviable el desarrollo de las formas de economía comunales, sociales, campesinas, sumergidas en las lógicas arrasadoras, con menos capacidad de resistencia y un apoyo secundario del Estado. Parece haber sido relegada la apuesta hacia esa economía, así como a varias empresas estatales, conducidas a situaciones de crisis con la perspectiva de ser cedidas al privado bajo diferentes figuras –como denuncian por ejemplo trabajadores de la Empresa Socialista Mixta Lácteos del Alba.

El mapa estatal, campesino, pequeños y medianos productores, comunas, presenta síntomas preocupantes: los apoyos de la institucionalidad llegan tarde o no llegan –como insumos, semillas, fertilizantes-. Venezuela no será salvada por la agroindustria, ni Empresas Polar, ni El Tunal aunque la táctica en este escenario demande acuerdo y concesión. La contradicción principal en pleno campo de batalla no debe eclipse las demás contradicciones, estratégicas.

Días de avanzadas y reacciones que se preparan en la economía y el frente internacional. Época de victorias imprescindibles.