Díaz Rangel: Esos precios que no dejan de subir

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Eleazar Díaz Rangel-ÚN |

Seguramente el asunto que hoy retiene más la atención de los venezolanos de casi todas las clases sociales, seguramente exceptuada la A, lo que debe totalizar 95%, es el de los precios. Y más que lo elevados y especulativos que son, seguramente alarma mucho más la frecuencia con que aumentan. Si usted va a comprar algo que hace una semana le costó Bs 1.000 (ni un café), no debe sorprenderle que ahora le cueste el doble.

Por supuesto, ese incremento no tiene nada que ver con los costos de producción ni con ninguna razón de orden económico. Existen dos factores determinantes, el primero es el incesante aumento del dólar sucio, que si hoy está en cerca de 70 mil bolívares, en diciembre puede acercarse a los cien mil. Sin que exista ningún factor real de la economía gravitando. Detrás de esa situación están intereses políticos antivenezolanos. Y el otro factor es la especulación.

En cualquier conversación sobre ese tema, surgen numerosos ejemplos de lo que está ocurriendo con los precios de los productos alimenticios, de la dieta diaria. Y no es que están desaparecidos, todos se encuentran, pero a precios enormemente escandalosos. Las que sí escasean son las medicinas. Las que continúan en venta valen hoy el doble o el triple de lo que costaban hace apenas días. No debería mostrarles ejemplo alguno, pero como este es un tanto singular por cuanto fueron aportados por compañeros del periódico y no son precisamente los más corrientes, me atreví a recogerlos. Uno tenía necesidad de comprar un calzado para un hijo y buscó entre los más baratos; consiguió uno de fabricación nacional a precio viejo: Bs 853 mil; el precio nuevo es de un millón 450 mil. Alguien necesitó hacer el servicio a su carro: cuatro litros de aceite a Bs 150 mil cada uno, dos filtros, mano de obra, que en junio le costó 125 mil, ahora debió pagar 900 mil.

Otros dos contaron lo que están pagando por el transporte desde Guarenas y desde San Martín por encima de las tarifas que los mismos transportistas habían fijado hace un mes. Y tocó el turno a la empresa: tiene un local alquilado en Maracay por 180 mil, pero ahora debe cancelar un millón 800 mil. Y no hablemos del papel, que debe adquirirse a precio de dólar negro, siempre en aumento! Como todo.

¿Qué hacer? Complejo y difícil el problema. Algunas veces la gente se pregunta si es que en el Gobierno no se dan cuenta. Por supuesto que están conscientes de lo que ocurre. Confía en que al menos los Clap, aunque llegan irregularmente a más de la mitad de la población, ayuda a resolverlo en los niveles más pobres.

Jesús Faría, uno de sus ministros del área, en conversación con Frasso en TV, le decía: “la especulación galopante ha llegado a niveles realmente exorbitantes, eso asfixia a la familia venezolana y perturba dramáticamente la economía del país, eso hay que atacarlo, eso no se va a resolver de manera espontánea, eso hay que atacarlo y hay que atacarlo de manera integral. Una de las medidas, una de las líneas de acción para ponerle freno a este flagelo despiadado que atenta contra la estabilidad del país es esta ley (de precios acordados) y este mecanismo, más que ley, un mecanismo de regulación de precios”. Ver para creer. Hay que tener paciencia. Ojalá sea así.

En esa incesante búsqueda, el presidente Maduro estuvo en el primer congreso de los Comités Productivos de Trabajadores (CPI), y Raúl Graterol, vocero de los trabajadores azucareros, le informó de cuánto han hecho y de los resultados que tendrán en la producción de azúcar. Propuso unificar los CPT con los Clap: “Presidente, unifiquemos esas dos organizaciones para que usted vea cómo vamos a resolver el problema”. Quién sabe, no es tan fácil.

Entretanto, sigue siendo el más apremiante problema de los venezolanos.