Europa: guerra y pobreza o pobreza y guerra
Isabella Arria
La realidad borra los delirios de una Europa paradisíaca: El índice de pobreza en Europa es alto. Cerca del 22 por ciento de la población está en riesgo de pobreza y exclusión social. Esta situación había visto una mejora en los últimos años, pero las consecuencias del coronavirus y de la guerra en Ucrania han afectado la economía de los países en detrimento de sus ciudadanos.
Mientras los presupuestos de destinan a gastos militares para mantener el guerra en Ucrania, en Europa hay países que se encuentran en el umbral de la pobreza. Millones de europeos sufren hambre, no tienen acceso a una alimentación equilibrada, a agua potable, a una vivienda digna, a la educación y, tampoco, a los servicios de atención sociosanitarios mínimos. Esa es la realidad.
Mientras casi un millón de seres humanos pernocta en las calles y un sinnúmero tiene dificultades para sufragar el costo de la vivienda, la Unión Europea y también el Reino Unido despilfarran dinero público en el afán de terminar con el estatus de potencia militar de Rusia.
Hasta febrero de 2023, la UE había destinado 35 mil millones de euros a prolongar la guerra en Ucrania; Gran Bretaña, nueve mil 800 millones; Alemania, siete mil 300 millones; Países Bajos casi cuatro mil millones, y un país con una economía tan exigua como Polonia, tres mil 500 millones, muy por encima de otros miembros de la UE con finanzas significativamente más robustas.
Esos fondos palidecen al lado de los costos que Europa ha asumido con la batería de sanciones que pretenden destrozar la economía rusa. Alemania, la máxima potencia económica del continente, ve cómo sus industrias cierran o reducen actividades debido al alto costo de la energía. Las grandes beneficiarias han sido las trasnacionales estadounidenses, que venden el gas natural entre 40 y 500 por ciento más caro que Rusia.
En medio de tantas dificultades, la ex primera ministra británica, Liz Truss, propuso bajar los impuestos a los más ricos mientras millones de sus conciudadanos caían en la pobreza por la inflación desbocada, vivían en las calles y comían en las colas del hambre.
Europa tiene 447 millones de habitantes, pero más de 105 millones pasan hambre, entre ellos 24 millones de migrantes extra UE. Desde la pandemia de la covid-19, miles de europeos hacen las “colas del hambre” para al menos comer una vez al día.
La escalada de los precios de la energía y la alimentación está provocando que muchas familias se ajusten el cinturón. Sin embargo, hay otras que ya vivían al límite de sus posibilidades y que ahora se han visto abocadas a la beneficencia para poder subsistir.En las últimas décadas, la mayor parte de la población comenzó a perder sus bienes.
Desde 2019 aumentó en más de 200 mil el número de personas que viven en la calle en la Unión Europea (UE) y el Reino Unido, de acuerdo con las estimaciones que realiza la Federación europea de asociaciones que trabajan con personas sin hogar (Feantsa), que advierte que la cifra de 895 mil indigentes es un cálculo conservador y no da cuenta de las proporciones reales del problema de acceso a la vivienda, ya que existen muchas situaciones de precariedad que no se computan bajo el rótulo de sin hogar.
El estudio constata que las reducciones en la indigencia se dieron allí donde los Estados adoptaron un rol activo y aplicaron políticas diseñadas de manera específica para atajar este problema, abandonado la ideología neoliberal, según la cual el mercado equilibra y resuelve por sí mismo los grandes desafíos sociales.
Sólo en 2012 se llevaron a cabo en España 101 mil lanzamientos hipotecarios, nombre técnico con que se conoce a los desahucios por impago de créditos inmobiliarios. Si a la crudeza del capitalismo se suma la politización de las decisiones económicas y el sacrificio de las mayorías en aras de necedades geoestratégicas, el único saldo posible es este desastre.
El poder adquisitivo de los europeos se modificó drásticamente, alejándose de la imagen de prosperidad que siempre tuvieron o dijeron tener. Con un gasto en consumo en caída libre, Europa cayó en recesión a principios de año, reforzando una sensación de declive económico y político que comenzó a principios de siglo.
Con las cadenas de suministro globales afectadas, y los precios de la energía y los alimentos aumentando sin parar, las crisis agravaron los problemas que llevaban un largo tiempo en la trinchera. La industria exportadora europea supo ser un caballo de batalla para mejorar la producción, pero los costos de energía y la inflación -que no eran tan altos desde la década de 1970- dificultan la ventaja de precios internacionales.
Las exportaciones representan un 50% del PBI de Europa, por lo que la falta de comercio global los afecta de forma trascendente.Por otro lado, el consumo privado disminuyó desde finales de 2019, según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) y los salarios disminuyeron un 3% desde 2019 en Alemania; un 3,5% en Italia y España; y un 6% en Grecia… y siguieron en picada.
A diferencia de Europa, la economía de Estados Unidos (EEUU) creció un 82% en los últimos 15 años, según datos del Fondo Monetario Internacional. Esto deja a los países promedio de la UE más pobres por cabeza que todos los estados de EEUU excepto Idaho y Mississippi.
Alguien podrá descifrar si la guerra lleva a la pobreza o la pobreza desembocó en guerra.
*Periodista chilena residenciada en Europa, analista asociada al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, estrategia.la)