Estigma político

Quienes, sin abdicar de nuestra posición política, pretendemos cuestionar, evadir, alejarnos de los dos discursos dominantes producto de  la polarización imperante y, además,  procuramos mantenernos en un espacio crítico y de ruptura, somos cuestionados,  denunciados y sancionados por “radicales” que operan fundamentalmente por las  redes sociales.

Para un articulista es de verdadera importancia la retroalimentación que recibe, respetarla, analizarla y responder en algunos casos.  A pesar del impulso y apoyo al proceso de dialogo,  constatamos el importante peso de la polarización y  la vigencia del poder político-comunicacional. 

Comprobamos además que en un contexto polarizado,  cualquier discurso pro dialogo y reconciliación es automáticamente interpretado y encasillado desde la polarización, deviniendo en una suerte de  discurso de ruptura que tiende a ser políticamente estigmatizado, cuestionado, sancionado y desacreditado. Ello evidencia la hegemonía político-comunicacional de los dos discursos predominantes: Gobierno y oposición con sus derivaciones de uso popular.

Entramos así al terreno de la comunicación política, los diferentes actores que participan, los discursos contradictorios  que imperan,  más los estereotipos que se manejan y pretenden imponernos. La comunicación política nos circunda, nos mantiene atrapados en un entramado simbólico en continuo proceso de resignificación, término que alude al hecho de darle una nueva significación, un sentido diferente a cualquier acontecimiento o conducta. Oportuno recordar que el estereotipo es una representación social que esquematiza y categoriza,  conduciendo a simplificaciones y generalizaciones excesivas.

Víctimas de la comunicación política polarizada y del consecuente estigma político, cuando con absoluta independencia política ponemos sobre el tapete temas que nos interesan, que preocupan a la opinión pública; cuando libremente  resignificamos hechos, inmediatamente nos aplican el hierro estigmatizador con el cual se pretende descalificarnos. Recientemente, a raíz de un análisis político crítico,  fui calificada o “descalificada” en las RRSS de “chavista furibunda”.

Suerte de prisión política que pretende impedir el reconocimiento y obstaculizar el proceso de dialogo.