Estados Unidos: ¿del imperio a la Banana Republic?

(Xinhua/Liu Jie)
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Andrés Mora Ramírez|

La administración del presidente Donald Trump parece condenada a pasar a la historia más por su legado de infamias, conspiraciones, arbitrariedades e intrigas palaciegas, que por sus aportes a la búsqueda del bienestar del pueblo estadounidense, y de la humanidad en general -como correspondería a una potencia de su calibre-, en un coyuntura de alta complejidad como la que vivimos en nuestro tiempo.

Como les ocurrió a los últimos emperadores romanos, nostálgicos de glorias pasadas e incapaces de controlar siquiera sus pasiones -porque el gobierno de las fronteras y regiones ya lo habían perdido-, Trump hace todo lo que está a su alcance para acelerar y profundizar la crisis de hegemonía en que se encuentran sumidos los Estados Unidos desde hace varios lustros, fenómeno acicateado por el ascenso de China y otros competidores globales.

A rasgos tan odiosos y condenables de su personalidad, como el racismo, el rancio supremacismo blanco, la xenofobia, el matonismo o el negacionismo del cambio climático -elevados a niveles insultantes por la soberbia casi arquetípica de su condición de magnate capitalista-, el mandatario ha colocado a su país más cerca de la imagen de una Banana Republic, que de la pretendida “grandeza americana” de la que presumió el expresidente Ronald Reagan en 1989, cuando, en un ataque de excepcionalismo con tintes bíblicos, comparó a su país con faro en la cima de una colina, que derramaba luz para guiar a las naciones del mundo libre.

No debiera sorprendernos, entonces, que, en un futuro no muy lejano, la gestión de Trump sea recordada como aquella que resultó decisiva para la caída del imperio, de la Roma Americana. Y de esto dan cuenta sus recientes insinuaciones sobre la posibilidad de “postergar” las elecciones presidenciales programadas para el mes de noviembre, y trasladarlas a una nueva fecha -no definida- “hasta que la gente pueda votar con seguridad”. Su único argumento para justificar esta medida extrema, inédita e inconstitucional, es su temor confeso a que se produzca un fraude masivo por medio del voto por correo postal.

Sin escrúpulos, cual gobernante bananero (según la grotesta caricatura construida por la literatura y la prensa política norteamericana, para denigrar a los países centroamericanos y caribeños, y latinoamericanos, en general), el ocupante de la Casa Blanca somete las formas, procedimientos e instituciones de la democracia electoral estadounidense, a la satisfacción de sus apetitos, a la realización de un deseo: la perpetuación en el cargo.

Fact Check: Fake 'TIME...to go' Cover Featuring Donald Trump Goes ...Ni siquiera la banalidad de su gesto, al usar una intangible red social para deslizar sus pretensiones a la opinión pública, resta gravedad a unas declaraciones que sólo pueden extender en los cimientos del sistema político de los Estados Unidos, la grieta que ya había abierto la fraudulenta reelección de George W. Bush en las elecciones del 2004, legitimada por la complicidad de demócratas y republicanos.

El concepto de Banana Republic, acuñado por primera vez en 1904 por el escritor O. Henry, se vuelve ahora contra el presidente Trump y retrata la deriva de la sociedad estadounidense.

Como lo explica el historiador Héctor Pérez Brignoli, uno de los principales estudiosos del tema en la región, la noción de Banana Republic, al menos desde la perspectiva norteamericana, supone la teatralización de la vida política en una formación social, esto es, su reducción a una ópera cómica, un vaudeville, y en cualquier caso, su conversión en un drama, dada “la combinación de traiciones, sobornos y ambiciones”[1] en la trama.

Algo que ilustra a cabalidad el libro The room where it happened (La habitación donde ocurrió), publicado recientemente por el exasesor de seguridad nacional de Trump, el veterano funcionario John Bolton.

Cuán ciertas y vigentes se nos presentan ahora las palabras de José Martí, en su artículo “La 19 de Mayo : Asesinan a Jose Martí - Sobreviviendo FMverdad sobre los Estados Unidos”, publicado originalmente en 1894 el diario Patria, que editara en Nueva York. Allí, el prócer cubano insistía en la necesidad de estudiar el desarrollo político de la potencia del Norte, para así “ayudar al conocimiento de la realidad política de América; y acompañar o corregir, con la fuerza serena del hecho, el encomio inconsulto -y, en lo excesivo, pernicioso- de la vida política y el carácter norteamericano”.

Una tarea en la que Martí estaba convencido de que se nos revelarían “las dos verdades útiles a nuestra América: el carácter crudo, desigual y decadente de los Estados Unidos, y la existencia, en ellos continua, de todas las violencias, discordias, inmoralidades y desórdenes de que se culpa a los pueblos hispanoamericanos”[2].

Tales son las coordenadas en las que hoy, como ayer, se mueven los vectores del poder en Washington. Si asistimos al inicio del hundimiento del imperio, su antesala tiene matices de  Banana Republic. Toda una ironía de la historia, que revienta en la cara de que quienes siempre nos denostaron y miraron con desprecio.

Notas

1.- Pérez-Brignoli, H. (2018). Historia global de América Latina. Del siglo XXI a la independencia. Madrid: Alianza Editorial, pp.454.

2.- En: Hart, A. (comp.)(2000). José Martí y el equilibrio del mundo. México, D.F.: Fondo de Cultura Económica, pp. 232-233.

(*) Académico e investigador del Instituto de Estudios Latinoamericanos y del Centro de Investigación y Docencia en Educación, de la Universidad Nacional de Costa Rica.