Espejismos repetidos en Argentina: las mismas fórmulas de ayer
Jorge Marchini
Muchos son hoy los temas de preocupación para la sociedad argentina que serán foco de atención en la disputa electoral que se avecina. Pero es de suponer que serán los económicos y sociales (inflación, nivel de actividad, empleo, salario, gasto público) y los financieros (tasas de interés, dólar, mercados financieros y, por supuesto, el tortuoso vínculo con el FMI), que tendrán una incidencia crucial en la definición del electorado para decidir el próximo gobierno.
En 2014, el que fuera con posterioridad presidente del Banco Central (2015/2018), Federico Sturzenegger, explicaba en idioma inglés, con cinismo, ante una audiencia en la Universidad de Columbia, en Estados Unidos, que el entonces ya mediático Jaime Durán Barba, principal estratega de la campaña posterior que llevó a la presidencia de la Nación a Mauricio Macri, le había recomendado al banquero ante un debate en 2013: “No propongas, no expliques, no debatas (…) sólo decile que están mintiendo con la inflación, o decile cualquier cosa, hablá de tus hijos”.
La experiencia histórica y, sobre todo, las enormes y acuciantes tensiones actuales, deberían poner hoy límites objetivos a recomendaciones engañosas de “coachings” políticos y económicos. Pero, lamentablemente, no es lo que se observa.
Economía de pocos
La campaña electoral reflejará las distintas visiones, promesas y propuestas de los candidatos a través de imágenes y gestos muy preparados para lograr la mayor simpatía e impacto. Estos, como siempre ha ocurrido, intentarán convencer a los votantes de la existencia de una relación muy directa y contundente de sus discursos con la solución de todos los problemas del país.
Pero en los aspectos económicos y financieros la situación es hoy más acuciante. Pocos días atrás, la más tradicional revista internacional del establishment capitalista, The Economist, dedicó un largo artículo a la Argentina. La nota, con el llamativo título It’s still the economy, stupid (“Es aún la economía, estúpido”), describe la alta inflación, el ahogo financiero y la desazón de la sociedad argentina, recomendando que el próximo gobierno, cualquiera sea su signo, aplique “medidas dolorosas de corto plazo”.
Paradójicamente, entiende que la convocatoria a hacerlo es poco convincente, teniendo en cuenta la experiencia del gobierno de Macri (2015-2019). “Eliminó subsidios, levantó controles cambiarios y acordó un crédito por 56.000 millones de dólares con el FMI. La fórmula terminó en crisis” [1].
De todas formas, los principales actores económicos y financieros y sus asesores locales no parecen sacar debidas lecciones de lo ocurrido. Por el contrario, plantean básicamente más de lo mismo.
Buen ejemplo de ello ha sido la presentación días atrás de un “programa integral, federal y de cambio de régimen” de la Fundación Mediterránea. Es la misma entidad que impulsó a Domingo Cavallo en las décadas de los ‘80 y ‘90, y que hoy desea volver a seducir al establishment por medio de su instituto IERAL, dirigido por Carlos Melconian. A pesar de presentarse como una exhaustiva elaboración de 70 profesionales que “va a poner un programa arriba de la mesa en un gesto patriótico” (grandilocuencia nunca le ha faltado a Melconian), Mediterránea-IERAL no presentó un programa, sino solo gran número de lugares comunes y generalidades. Eso sí, lo hizo con una puesta en escena con un gran evento en una estancia de Córdoba, ante numerosos invitados especiales.
Para referir males económicos y recetas para superarlos, los asesores del establishment presentan temas y argumentos repetidos, como ser:
- La alta inflación: piden, en primer lugar, mayor disciplinamiento salarial, laboral, y la reducción de políticas de control o intervención pública en precios. No ponderan lo que es evidente: que los ingresos en pesos de los trabajadores vienen por detrás de los aumentos de precios dolarizados.
- Atraso cambiario: plantean, sin justificación objetiva, la existencia de un “atraso cambiario”. Reclaman una fuerte devaluación para lograr una “salida exportadora”. Avalan sus consecuencias: el creciente empeoramiento de la desequilibrada distribución del ingreso entre sectores “dolarizados” minoritarios y “pesificados” mayoritarios.
- Gasto público excesivo: insisten con la reducción de los gastos corrientes, pese a que no son los que corroen las cuentas públicas, al venir cayendo mientras crece la inflación. No consideran que son los crecientes e inabarcables compromisos financieros la mayor causa de los desequilibrios fiscales y cuasi-fiscales (del Banco Central). La dinámica especulativa es justificada y defendida como una racional manifestación de las “presiones de mercado” y reclaman la prioridad de su atención y satisfacción.
- La presión tributaria intolerable: un caballito de batalla que han vuelto a poner de moda. Afirman que la Argentina tiene una altísima presión impositiva, pero no ponderan la significación de la enorme diferencia entre la recaudación teórica y la real debido a los altísimos niveles de evasión, elusión y exenciones impositivas de grandes grupos económicos. Es una irregularidad notoria puesta en evidencia por su venerado FMI, que hasta ha opinado que hay que “revisar los incentivos fiscales corporativos y combatir la evasión fiscal y el lavado de dinero” [2].
- La falta de disciplina del Banco Central: la identifican causada por un populismo económico y financiero. No ahondan en el hecho de que el nivel de créditos bancarios en relación con la actividad económica es el más bajo de América Latina y casi inexistente a nivel popular. No dimensionan como causas principales el globo de endeudamiento para esterilizar liquidez, la falta de mayores controles en las operaciones de comercio exterior (sub-facturación de exportación y sobre-facturación de importaciones) y pagos financieros
- La falta de apertura económica: aspiran a avanzar rápidamente en acuerdos de libre comercio con países centrales. No ponderan la experiencia de los países de la región que tienen acuerdos vigentes, siendo que estos no han significado un cambio favorable en el perfil de su comercio exterior, pero sí han ahondado asimetrías.
Siguiendo libretos de relaciones públicas, todos estos planteos incluyen las promesas de superar “el empleo degradado” y la “pobreza arraigada”. Es el vender la expectativa de un efecto de derrame en un tiempo indefinido luego de duras medidas inmediatas anti-populares de desregulación laboral y descenso de los gastos sociales y previsionales. Hablar de los pobres siempre queda bien, aunque se los degrade aún más con las medidas planteadas. ¿No se ha escuchado muchas veces lo mismo?
No es casual que, con adaptación de libretos, vuelvan a la escena los mismos voceros y proponentes de planes económicos “de estabilización”. Desean ponerse en el candelero para ser los preferidos, aunque no tengan mucho novedoso que decir.
La discusión de los asesores del ajuste que comparten el requerir y justificar medidas regresivas y recesivas como “indispensables” —en línea también con demandas del FMI y los fondos de inversión especulativos de “más sacrificio”— se relaciona esencialmente con el ritmo de su aplicación.
La divisoria, tanto aquí como en el exterior, aparece ser entre “duros” del shock sin anestesia y “gradualistas”, que también recorren usinas de candidatos, que interpretan que la misma perspectiva requiere apoyos comprensivos y negociaciones por el temor de un desbarranque mayúsculo (la experiencia 2001/2002 del fin del gobierno radical de De la Rúa y de la convertibilidad peso/dólar de Cavallo/Menem).
No ocultar dilemas reales
Cabe preguntarse: ¿es esta la polarización de discusión que se desarrollará en los próximos meses? Puede ser que lo deseen elites minoritarias, pero no responden a la realidad.
Sindicatos, entidades, pymes, cooperativas y de economía social reunidos en el Espacio Producción y Trabajo han venido reiterando la urgencia de otra perspectiva afirmando: “El gigantesco desborde económico y financiero no tiene justificación objetiva. Resulta esencial el apuntalamiento de la producción y trabajo.
No puede basarse la estrategia económica en bajos salarios, devaluación del peso, recortes sociales regresivos y la mayor extranjerización de la economía. La ‘salida exportadora’ no tiene multiplicadores para la mayor parte de la población. Existe, además, el peligro de que en nombre de esta se entreguen/malversen recursos naturales, aun si las condiciones potenciales para su producción sean enormes y las condiciones actuales del mercado internacional para su exportación excepcionales”[3].
Esta semana el ministro de Economía y candidato presidencial, Sergio Massa, hizo una alusión en una reunión en la Cámara de la Construcción. Sintetizó: “Hay que reparar la casa con la gente adentro”. Cierto es que el desafío no es decirlo, sino hacerlo. Es que la mayor parte de los argentinos, y no solo por no tener posibilidad de acceso a la vivienda propia, percibe que está muy desamparada y a la intemperie.
Notas
[1] The Economist, 24 de junio de 2023.
[2] Comunicado del FMI 22302, con declaraciones de la directora gerente del FMI, Kristalina Giorgieva, 22 de septiembre de 2022 .
[3] Documento «Es hora de acciones y propuestas y no de retrocesos y resignación».
* Profesor Titular de Economía de la Universidad de Buenos Aires. Coordinador para América Latina del Observatorio Internacional de la Deuda, investigador del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (Clacso). Vicepresidente de la Fundación para la Integración Latinoamericana (FILA) y colaborador del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)